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Cuba y Miguel Díaz-Canel: innovación revolucionaria
A

l conocerse la conclusión del periodo gubernamental de 10 años del presidente de Cuba, Raúl Castro Ruz, y al elegir la Asamblea Nacional del Poder Popular de aquel país hermano al primer vicepresidente del Consejo de Estado, Miguel Díaz-Canel, de 57 años, como nuevo presidente de la República, del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros de Cuba, se vislumbra para el futuro de la principal isla de las Antillas y del Caribe el arribo de una nueva generación en el liderazgo y el gobierno cubanos, y de una nueva era en todos los órdenes, de mayor innovación, creatividad, productividad, crecimiento, apertura, participación y prosperidad, lo que significará una nueva evolución en el proceso revolucionario iniciado tras el triunfo de la Revolución Cubana en enero de 1959, con el liderazgo del legendario comandante en jefe, Fidel Castro Ruz, cuyo lugar en la historia es indiscutible.

Durante los 10 años de gobierno del presidente Raúl Castro la situación de las familias cubanas mejoró notablemente gracias a medidas y decisiones que favorecieron la economía familiar, y es de esperar que esa evolución continúe y que alcance niveles superiores de desarrollo, como lo ansía y lo merece la población cubana, pero no solamente en las áreas económicas, sino también en lo que significa un bienestar integral, mismo que pasa por más oportunidades de acceso, bienestar y participación en todos los órdenes de la política, la cultura, la recreación, la vivienda, el deporte, la convivencia, el libre tránsito, la movilidad, el transporte y, sobre todo, una apertura integral en materia de inclusión y de participación política y social, a partir de sus propias características, con apego a sus leyes, pero con un espíritu de evolución, cambio, reformas y actualización, respetando los derechos humanos y políticos, la libertad de pensamiento y de expresión, lo mismo que la dignidad y la pluralidad.

Los avances y los logros de la Revolución Cubana son tangibles, lo mismo que las vicisitudes, los sufrimientos, los rezagos, los retos, los desafíos y también las necesidades de un país y un pueblo que han vivido en una zozobra permanente en su heroica lucha emancipadora y por el respeto a su soberanía, frente a factores externos desestabilizadores y opresores, como los ejercidos, injustamente, por parte del gobierno de Estados Unidos, en distintas épocas.

Sin embargo, fieles a la expresión de que no hay mal que dure cien años y tampoco existen ser humano o pueblo que los aguante o que soporte ese dolor y ese sufrimiento, es pertinente decir que no obstante que las políticas de Estados Unidos hacia Cuba fueron inamistosas e ineficaces en lo general, las derivadas del Partido Demócrata a lo largo de la historia, han sido relativamente más flexibles y menos insoportables que las del ultraderechista Partido Republicano, aunque prácticamente todas fracasaron. Sin embargo, las estrategias demócratas contribuyeron a la distensión política entre Cuba y Estados Unidos, cuya mejoría en la situación bilateral generó resultados positivos, ciertamente históricos que, con Obama, se enaltecieron con el plausible y visionario restablecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países, y con una mayor flexibilidad en el flujo turístico, intercambio comercial, y para el flujo de las remesas enviadas por la comunidad cubana residente en Estados Unidos a sus familiares que viven en Cuba.

Durante el gobierno encabezado por Barack Obama se dio el mejor trato, aunque ya desde las administraciones presididas por Jimmy Carter y Bill Clinton se observaron manifestaciones de buena voluntad para llegar a buenos acuerdos, de parte del imperio hacia la heroica isla y su pueblo.

Los gobiernos de Ronald Reagan y de los Bush, padre e hijo, no fueron cordiales con Cuba y se caracterizaron por sus amenazas y por sus señalamientos descalificadores, los que recordaban al terrible macartismo de tan triste memoria.

Curiosamente el nefasto e infame bloqueo económico que tanto daño le ha ocasionado a las y a los cubanos durante 46 años, y que fue impuesto por la administración del presidente de origen demócrata John F. Kennedy, fue considerada una estrategia aparentemente blanda o menos dura, y supuestamente menos dañina para Cuba, impulsada por la corriente harvardiana de los hermanos John y Robert Kennedy, y de Robert S. McNamara, el otrora poderoso secretario de Defensa, quienes prefirieron optar por el bloqueo, ante la propuesta militar invasora que proponía el Pentágono. En aquel entonces el presidente Kennedy desechó la opción bélico-militar recomendada por los llamados halcones, que sugerían invadir y bombardear a Cuba en 1962, durante la afamada crisis de los misiles. La administración optó por el bloqueo comercial, económico y financiero, luego del criticado fracaso de la invasión en Bahía de Cochinos, patrocinada por Washington utilizando a jóvenes cubanos que residían en territorio estadunidense. Se impuso el triunfo cubano con la defensa de Playa Girón.

A partir de hoy, con Díaz-Canel al frente de Cuba, los tiempos cubanos son de renovación y de evolución; y es deseable que le vaya muy bien a Cuba, país hermano y entrañable, digno de un mejor y promisorio futuro.

*Ex embajador de México en Cuba