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Rusalka, ópera de Dvorak, comenzó temporada en Bellas Artes

Un idilio llevado al extremo
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Daniela Tabernig (Rusalka), soprano argentina, en la escena final de la ópera de Antonin Dvorak que se presenta en la sala principal del Palacio de Bellas ArtesFoto cortesía del INBA
 
Periódico La Jornada
Sábado 28 de abril de 2018, p. 3

Como la tierra no se mezcla con el agua, pues corre peligro de convertirse en cieno, así es la historia de amor fatal de una ninfa acuática y un príncipe de hombres en la ópera Rusalka, de Antonin Dvorak, que comenzó temporada en la sala principal del Palacio de Bellas Artes.

La ondina Rusalka, interpretada por la soprano argentina Daniela Tabernig, abre el drama cuando pide a su padre, el espíritu de las aguas, que la libere para convertirse en humana y vivir bajo el Sol, en pos de realizar su amor por el príncipe (el tenor ruso Khachatur Baalian).

Esa producción de la Compañía Nacional de Ópera retoma el libreto en checo de Jaroslav Kvapil, basado en los cuentos de Karel Jaromir Erben y BoÏena Nûmcová, que también inspiraron a Hans Christian Andersen para escribir el cuento La sirenita.

En emotivo solo, Rusalka relata bajo una Luna enorme, el origen de su deseo de adquirir un alma humana y poder andar por la Tierra: la aspiración de abrazar a su amado, el príncipe. La respuesta del público fue la primera ovación, seguida de muchas más al terminar escenas donde la dulzura y el vigor vocal del elenco fueron patentes.

La ondina consigue separarse de su estirpe por el concurso de una hechicera (la mezzosoprano mexicana Belem Rodríguez). El intercambio necesario: su voz y la amenaza de que si su amor no se realiza se cumplirá una maldición de muerte o de soledad.

Si no hallas el amor vivirás repudiada en lo profundo, sentenció la bruja.

Castigo del espíritu de las aguas

La escenografía da paso a un bosque, donde sucede el encuentro de la humanizada Rusalka con el príncipe y se inicia el romance. Éste le canta a su querida, quien enmudece de amor.

Un castillo aparece, donde se desarrolla una de las secuencias, ya en el segundo acto, más vistosas. La sensualidad y el rechazo de los asistentes a Rusalka se manifiestan desde el trabajo de un grupo de bailarines. Y la participación, desde algunos palcos, del Coro del Teatro de Bellas Artes.

El llanto y el lamento de la joven frente al padre (el bajo islandés Kristinn Sigmundsson) visibiliza la dificultad de la comunicación en la expresión radical de ese amor que acerca y silencia, que libera de la soledad pero crea otra aún más pesarosa con la traición del ser amado, quien es seducido por una princesa extranjera.

El castigo del espíritu de las aguas contra el humano, luego de despreciar a Rusalka, cierra el segundo acto.

Pude ser tu amada y seré tu muerte es la sentencia que en voz de Daniela Tabernig resume la tremenda tensión entre la posibilidad y la realidad del amor, en el tercer acto.

La crisis ocurre en el encuentro postrero del príncipe con la rusalka repudiada por sus hermanas en las aguas, quien rechazó volver con su raza mediante el sacrificio de la persona a quien ama.

Él le pide la paz de su abrazo, de su beso. Esa solicitud sólo puede conducir a su muerte y el príncipe acepta, como pago a su pecado de traición, a su capricho por otra mujer.

El aplauso prolongado y de pie fue la retribución de los asistentes al montaje. Principalmente dedicado a Daniela Tabernig, y a Srba Dinic, quien dirigió la Orquesta del Teatro de Bellas Artes, y el director de escena, Enrique Singer.

La ópera Rusalka, de Dvorak, se escenifica mañana a las 17 horas, el 3 y el 6 de mayo a las 20 horas en la sala principal del Palacio de Bellas Artes (avenida Juárez, esquina Eje Central Lázaro Cárdenas, Centro).