Opinión
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Jazz

Matías Carbajal

D

espués de 11 entregas discográficas, y de andar hurgando entre los más diversos y extensos territorios de la música (ya popular, ya académica), la caligrafía jazzística de Matías Carbajal ha adquirido voz propia, sustentada en progresiones de difícil sencillez y de gran emotividad; un discurso que insiste y vuelve a insistir en la búsqueda –y el eventual encuentro– de un sonido luminoso.

El pasado 27 de abril, en el Festival Primavera Jazz, Carbajal presentó Daydream, un álbum que bien podría extender su título a Catorce breves piezas para grandes emplazamientos, que sostiene un decir maduro y casi espontáneo donde nuestro pianista (multinstrumentista) continúa enlazando los aromas del rock progresivo –y ciertas exhalaciones mexicanistas– con ese etéreo y vaporoso ente que todavía reconocemos como jazz.

Daydream es sin duda el mejor trabajo en la amplia discografía de Carbajal. Guitarra, bajo y batería imponen condiciones desde el primer instante, con la solidez rítmica que penetrará a lo largo de toda la obra. De hecho, la batería de Mauricio Blass y el bajo de Alfredo Landa son los principales responsables de esta plataforma, con ocasionales (y extraordinarios) bajeos de Marcos Milagres y Miguel Rodríguez Chuck. Pero la batería de Blass es impresionante y discreta a un mismo tiempo; algo realmente fuera de serie.

La banda se complementa con la guitarra de Vladimir Alfonseca, el vibráfono de Gustavo E. Salas, la flauta de Jaet Garibaldi y dos alientos de primer orden: Abdiel Rodríguez (sax tenor) y Armando Servín (trompeta). Nos hubiera gustado una mayor intervención solista de la queretana trompeta de Servín, pues no fue sino hasta el séptimo track, Luna de mediodía, que se muestra a plenitud. En cambio, el sax de Abdiel arremete intensamente desde un inicio con Mirage y lo reitera en Constellations, 2 A.M. y Solar.

En Daydream Matías Carbajal presenta ocho nuevas composiciones de muy buena factura, pero en temas como Solar, Mi clima y El mercado de San Juan, que datan de 1995, 1997 y 2014, respectivamente, muestra nuevamente su madurez conceptual, con arreglos en los que se reinventa. Ya puestos a escoger, nos quedaríamos con Mi clima, en la que Chuck hace gala de su temprano virtuosismo.

Son los anhelos y los sueños diurnos de un compositor, que a una semana de haber presentado este trabajo con sabor a jazz, trabaja ya en un nuevo disco, pero ahora en la vena de la así llamada música clásica.

“Parte de esta onda de ser autodidacta, es no tener límites ni prejuicios y tomar la música como un todo –comenta–. Siempre he tenido la inquietud de fusionar mundos, de llevar lo que más me gusta del jazz al mundo del pop, y del pop a la música clásica; pero la parte de la clásica resulta muy seria por la cantidad de instrumentos a que te enfrentas, y por el hecho de ir conociendo las tripas de cada instrumento a fin de poder escribir para cada uno.”

No ha de ser sencillo para un músico autodidacta entrarle a todo esto de la orquestación clásica. Tiene que ver con varias cosas. La primera es que mi papá me llevaba a los conciertos de la Ofunam desde los cuatro años; eso fue una escuelota que se alojó en el subconsciente

Los temas de música clásica serán grabados con una base de piano y quinteto de cuerdas, a la que se le irán añadiendo maderas y metales en forma paulatina. El disco será presentado en octubre en el Lunario del Auditorio Nacional. Salud.