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Aniversario luctuoso de Javier Valdez

Uno de los grandes temas del escritor fue la normalización de la violencia extrema

Su asesinato fue una tragedia nacional, lamenta el Alto Comisionado Jan Jarab

No lo conocí en persona, pero por sus textos sé que tenía gran generosidad

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Velada músico-cultural en demanda de justicia para el corresponsal de La Jornada, Javier Valdez, a un año de su asesinato, en la explanada frente a palacio de gobierno, en Culiacán, SinaloaFoto Carlos Ramos Mamahua
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Jan Jarab, en entrevista con La Jornada por el primer aniversario de la muerte de Javier ValdezFoto Yazmín Ortega Cortés
 
Periódico La Jornada
Martes 15 de mayo de 2018, p. 5

Es inevitable sentir que uno muere, aunque sea un poco, cuando hay este tipo de asesinatos. Si muere Miroslava morimos nosotros también. La sociedad entera sufre de amputaciones de oídos, ojos y manos que critican, denuncian, investigan y publican en los medios de comunicación. No es un periodista más, es una sociedad herida en la muerte de cada periodista.

Esas fueron las palabras que el corresponsal de La Jornada en Sinaloa, Javier Valdez Cárdenas, escribió tras el asesinato de su compañera Miroslava Breach Velducea, corresponsal de este diario en Chihuahua, en marzo del año pasado. Y son esas palabras las que el representante en México de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU-DH), Jan Jarab, enmarca para destacar el sentido humanista del periodista.

Semanas después, Javier corrió la misma suerte. Tres hombres lo obligaron a bajar de su camioneta cuando circulaba por el centro de Culiacán y abrieron fuego: 12 balazos le arrebataron la vida al cofundador del semanario Ríodoce. Jarab califica este asesinato como una tragedia nacional.

Era un hombre empático y generoso: así lo reflejan sus textos. Escribió sobre decenas de crímenes y víctimas y se convirtió en una más. Todos los periodistas asesinados representan una tragedia, pero en el caso de Javier Valdez es además la muerte (violenta) de alguien que ofreció un diagnóstico de lo que está pasando en el país.

Sus trabajos periodísticos transmitían distintivos de su propia personalidad: empatía, solidaridad y un elevado sentido humanista. Gracias a sus textos, sus lectores podían recrear un México en crisis, un país en el que día a día hay miles de víctimas de una sangrienta guerra, una nación con miles de huérfanos, viudas, ejecutados y desaparecidos.

Jarab fue uno de esos tantos lectores del trabajo de nuestro corresponsal. Nunca lo vio ni habló con él, pero gracias a sus obras siente conocerlo. Lo define no sólo como un gran periodista, sino como un reportero que con su narración periodística hacía literatura.

No lo conocí personalmente, pero con base en sus textos puedo decir que fue una persona con gran generosidad y humanismo, por la preocupación que tiene por la condición humana en tiempos en los que el humanismo está desapareciendo.

En entrevista con este diario con motivo del primer aniversario del asesinato de Valdez, el funcionario de la ONU insiste en que sus trabajos eran a la vez periodismo de investigación y literatura. Era un reportero valiente que iba más allá de la información y se preocupaba por narrar la tragedia que vive el país, en particular Sinaloa, y sus efectos en los seres humanos.

La normalización (entre la ciudadanía) de la violencia extrema es uno de los grandes temas de Javier Valdez. Uno de sus textos más terribles es sobre la joven que está contratada para matar y ya no le preocupa, no tiene cuestionamientos éticos al respecto.

Agrega que en sus trabajos había insistencia por la verdad y la justicia, y lo mismo nos presentaba (sin estigmatizaciones) la versión de las víctimas como la de aquellos que optaron por las acciones fuera de la legalidad.

Habla con personas que también cometen delitos sin justificarlos, intentando entender toda la lógica terrible que los ha afectado, en particular a los jóvenes. Su perspectiva es multidimensional, no es acusatoria. Pero también señala a las autoridades de los estados (sobre los que escribió) y su preocupación por la política de seguridad que perpetúa este círculo vicioso.

Su trayectoria era reconocida a escalas nacional y global. En 2011 fue galardonado con el Premio Internacional a la Libertad de Prensa del Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés).

Para Jarab, el que se haya asesinado a un reportero tan destacado, igual que a Miroslava Breach, representa un mensaje claro de quienes ordenaron el crimen: ya nadie está a salvo, cualquier persona puede ser víctima de la violencia extrema en México. Hay cientos de casos de comunicadores y miles de muertes violentas en el país que no se han investigado y cuyas denuncias se han archivado, generando impunidad. Si esto no cambia, la violencia continuará.

Tiene claro que la aprehensión de uno de los presuntos autores materiales del asesinato es un primer paso, pero confía en que no sea la única captura, sino que se vaya a fondo hasta que todos los responsables de este y otros crímenes sean sancionados con base en la legalidad. Valdez sería el primero en exigir que (el juicio) se apegue al debido proceso.

La ONU-DH ha estado muy cerca de la familia del corresponsal. Los ha acompañado y lamenta que hayan tenido que dejar Culiacán por temor. Agradece su apoyo para que varias agencias de Naciones Unidas y otras instancias instauraran este año el Premio de Periodismo y Derechos Humanos Breach/Valdez, que incentiva el periodismo de investigación que, como decía Javier, es totalmente necesario para la sociedad.