Opinión
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TLCAN: atínale a la fecha

México y Canadá en riesgo

Dólar hasta en 20.30 pesos

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na vez más fallaron los pronósticos y los buenos deseos, de tal suerte que la modernización del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) se ha convertido en un juego conocido como atínale a la fecha, en el que difícilmente habrá ganador porque los avances y retrocesos dependen de los caprichos y humores de una sola persona.

Desde el comienzo formal de la negociación del TLCAN –la primera ronda arrancó nueves meses atrás, el 17 de agosto del año pasado– el esquizoide de la Casa Blanca dejó en claro (como lo hizo en su campaña electoral) que sólo sus chicharrones tronarían, y si su país no lograba grandes cambios, abandonaremos el acuerdo, porque hasta ahora ha sido un desastre, el peor para nuestra nación, nuestras empresas y nuestros trabajadores.

Y como él decide qué sí y qué no, las representaciones mexicana y canadiense en la modernización del acuerdo, hasta ahora tripartito, ya no saben cómo ni para cuándo, porque no transcurre día en el que Trump no ponga un pero adicional o se desdiga del anterior para descuadrar las pláticas. Nueve largos meses transcurridos, y la estrategia del catenaccio le ha funcionado muy bien, en espera del mínimo pretexto para dar por concluida su participación en el TLCAN.

A lo largo del citado periodo, muchos han sido los alegres anuncios (ya casi firmamos, vamos muy avanzados, estamos muy cerca, etcétera) de las delegaciones mexicana y canadiense en torno a los progresos del acuerdo trilateral, e incluso en algunas ocasiones hasta fecha le han puesto. Una de ella fue el 17 de mayo –ayer, pues– para que la estrategia económica se fundiera con la política, con el fin de que los actuales integrantes de los Congresos aprobaran la modernización del acuerdo comercial, evitando así cualquier posibilidad –especialmente en el caso mexicano– de que las nuevas legislaturas le hicieran el fuchi.

Pero les falló, una vez más, y los negociadores simplemente recorren la fecha en el calendario. El pasado miércoles, el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, se vio en la penosa necesidad de reconocer que no sería el 17 de mayo, como lo había presumido, cuando eventualmente concluiría la negociación, aunque, siempre sonriente, dijo que en escenario muy, muy optimista, México, Estados Unidos y Canadá “pueden concluir la renegociación del TLCAN la próxima semana –26 o 27 de mayo–, pero aún así corresponderá a la nueva legislatura determinar si aprueba o no el acuerdo modernizado” (La Jornada, Susana González).

Por si fuera poco, el funcionario indicó que no descartaría en ningún momento que, si hay voluntad de las partes, podemos aterrizar esta negociación. En cualquier momento, a partir del cierre del mes de mayo o del mes de junio pueden darse las circunstancias y que nos brinquemos la elección, no descartaría ningún escenario de tiempo. Todavía no llegamos al momento de las flexibilidades necesarias para poder cerrar; no hay muchas posibilidades o casi ninguna de contar con un acuerdo en principio para la fecha originalmente planteada (17 de mayo). Eso no quiere decir que no estemos todavía en el proceso de tratar avanzar” (ídem).

Eso fue el pasado miércoles, pero ayer –24 horas después– el mismo Guajardo reconoció que el proceso de renegociación del TLCAN podría extenderse más allá de las elecciones internas de julio, con lo que se desmorona la posibilidad de que la eventual firma de un moderno tratado comercial entre las tres naciones sea aprobado por las legislaturas actuales.

Lo anterior contrasta con las declaraciones que, por allá de octubre de 2017, el propio Ildefonso Guajardo hiciera ante un grupo de empresarios mexicanos: No veo mayor problema en que al extenderse la renegociación del TLCAN hasta el primer trimestre de 2018, el proceso se acerque a los comicios presidenciales de México, a pesar de que en el calendario original se pretendió concluir las pláticas en este año para evitarlo. Si somos un país serio no deberíamos tener miedo a que los candidatos definan qué relación vamos a tener con Estados Unidos.

Pero, así como uno desespera, otro se alegra, y en este contexto el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, expresó ayer que se sentía optimista sobre las conversaciones para actualizar el TLCAN con México y Estados Unidos. Hay un buen acuerdo sobre la mesa; ya estamos en las últimas pláticas, aunque en otras ocasiones este personaje ha sido el alicaído y el mexicano el optimista, por mucho que lo cierto es que el ritmo de la modernización teleciana lo marca el caprichoso inquilino de la Casa Blanca.

Lo cierto es que, si el TLCAN finalmente revienta, los más afectados –juntos y separados– serán México y Canadá, porque en 24 años de tratado comercial lo único que hicieron sus gobiernos fue profundizar la de por sí creciente dependencia de la economía estadunidense.

Como tiempo atrás se comentó en este espacio, en 1993, un año antes de la entrada en vigor del TLCAN, Canadá enviaba poco más de 80 por ciento de sus exportaciones a Estados Unidos. Para México, esa cifra rondaba 90 por ciento, de tal suerte que el proceso de globalización y apertura comercial implementada por ambos países no sirvió para diversificar el destino de sus exportaciones.

Lo ha documentado el IDIC: el tratado tampoco incrementó significativamente el monto del intercambio comercial entre México y Canadá: en 1993, las importaciones de productos canadienses representaban cerca de 650 millones de dólares; en 2016 sumaron 5 mil 600 millones, una cifra lejana a los 200 mil millones que proceden de Estados Unidos.Si bien México aumentó su relevancia como comprador de bienes canadienses, para el año pasado sólo representó 1.5 por ciento del total.

En ese periodo, las exportaciones mexicanas a Canadá se incrementaron de 2 mil 900 millones de dólares en 1993 a 25 mil millones en 2016. Es evidente que esta cifra es significativamente inferior a los 294 mil millones que México exportó a Estados Unidos en el último año citado.

El TLCAN, subraya el IDIC, resultó ser un acuerdo entre naciones asimétricas que confiaron en que el libre comercio sería suficiente para enfrentar los retos globales. En teoría, México y Canadá apostaron por la globalización, pero en la práctica consolidaron su dependencia comercial con Estados Unidos, y hoy enfrentan las consecuencias de la monoglobalización de sus exportaciones.

Las rebanadas del pastel

El electrocardiograma del día: Scotiabank 20.07 pesos por dólar; Bancomer, 20.18 y CIBanco, 20.30.

Twitter: @cafevega