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Elecciones 2018
Los candidatos y la Iberoamericana
L

a Ciudad de México, según la Constitución promulgada el 5 de febrero del año pasado, es una entidad integrante de la Federación, sede de los Poderes de la Unión y capital de los Estados Unidos Mexicanos; no es un estado más, su estatus jurídico es singular dentro de nuestro sistema, ya no es el viejo Distrito Federal, nombre burocrático, pero tampoco es un estado federal más.

De haber sido considerada nuestra capital como un estado, sería el más rico y con mayores privilegios entre los demás; entre sus beneficios está tener los centros de educación superior más importantes del país, lo mismo de carácter público que privado; aquí están la Universidad Nacional Autónoma de México, el Instituto Politécnico Nacional, el Colegio Militar, la Universidad Pedagógica Nacional y la Escuela Normal para Maestros para mencionar a los más importantes.

También es sede de reconocidas instituciones educativas de carácter particular, entre ellas destaca especialmente la Universidad Iberoamericana, tanto por su precedencia en el tiempo como por la importancia que ha tenido como institución académica. Tiene ya 75 años, fue fundada en 1943 y ha crecido de forma paralela a la Ciudad de México; pasó de ser un pequeño plantel cuando nació como Centro Cultural Universitario al gran conjunto de edificios conocidos como el ladrillo, por su color rojo, núcleo de la expansión de nuestra ciudad hacia Santa Fe, en las estribaciones de la sierra de Las Cruces.

En estos días de campañas políticas enconadas, llenas de ataques personales, guerra sucia, verdades a medias y mentiras completas, suena muy bien que una institución educativa del prestigio de la Ibero, invite por conducto de su rector, David Fernández Dávalos, a los candidatos a la Presidencia de la República a que visiten su campus; les ofrece piso parejo y respeto de la comunidad universitaria.

Ciertamente, para los candidatos ha sido muy importante encontrarse con los organismos empresariales más diversos, con las cámaras de comercio e industria y con los banqueros que administran las sucursales mexicanas de los bancos extranjeros. Reunirse con el mundo académico debe ser también una acción prioritaria, dado que el problema educativo es uno de los más graves que padece el país, y la falta de oportunidades para la enseñanza es fuente generadora de otros conflictos como la inseguridad, la violencia y el desempleo.

Es de esperarse que los candidatos acepten. Recuerdo algunos precedentes: en 1970, sin recursos y con un discurso fresco y valiente, el candidato panista de entonces, Efraín González Morfín, basó su campaña en reuniones con jóvenes primordialmente universitarios. La doctrina propuesta por él, hoy olvidada en el PAN entre sus archivos empolvados, fue El solidarismo. La Ibero se distinguió en el movimiento estudiantil de 1968 por haber sido una de las pocas, quizá la única, universidad privada presente con un contingente de alumnos en las históricas movilizaciones. En 2012 fue en la Ibero donde surgió el movimiento juvenil #YoSoy132.

La universidad pertenece a una orden religiosa, los jesuitas, hermanos de la compañía de Jesús, pero se asume, según su ideario, como una universidad de inspiración cristiana, pero laica, y en ella se respetan las libertades de opinión y de cátedra. Su lema es: La verdad nos hará libres.

Soy egresado de la Facultad de Derecho de la UNAM, pero fui maestro por muchos años en la Ibero; estoy cierto de que la presencia de los candidatos a la Presidencia y los aspirantes al Gobierno de la Ciudad de México, entablar un diálogo con universitarios de la Ibero, equivaldría a una bocanada de aire fresco en medio de lo turbio que se ha puesto el proceso. Los jóvenes tienen mucho que aportar a la democratización de este país y su opinión es tan valiosa o más que la de cualquier organización empresarial o grupo de interés.