Opinión
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La crisis del tramo final
A

unque en el calendario oficial aún restan cinco semanas para que concluyan las campañas electorales, en los hechos sólo faltan tres. Porque una vez que el balón comience a rodar en las canchas de Rusia, el 14 de junio, el futbol ocupará sin duda la atención y el interés de la mayoría de los mexicanos.

En este contexto, las próximas tres semanas –previas al inicio de la Copa del Mundo de Futbol– representan la última llamada, la última oportunidad para candidatos y coaliciones. Significan la crisis del tramo final. De ahí lo relevante y al mismo tiempo lo delicado de los días por venir.

Es previsible que en ese periodo el puntero en las encuestas busque mantener su ventaja y resistir los embates de los adversarios, mientras que éstos insistirán en sus intentos por menguar al líder y llegar a la jornada electoral del primero de julio lo mejor posicionados posible.

Parece difícil imaginar que en los próximos 20 días pudieran darse cambios importantes en las preferencias electorales y mucho menos una remontada. Ya no hay tiempo para golpes de timón. Los ajustes en los equipos de campaña ya sucedieron y las propuestas y compromisos de candidatos fueron expresados en todas las formas y foros posibles –dentro y fuera de la legalidad– sin que, por cierto, hayan logrado despertar mayor interés en el electorado.

Incluso la renuncia de Margarita Zavala a su candidatura independiente la semana pasada y el segundo debate de los aspirantes presidenciales –hechos que pudieron haber tenido resultados significativos en las tendencias electorales–, resultaron inocuos.

Candidatos y coaliciones entienden perfectamente que el tiempo se agota… y las ideas también. Después de presenciar el fatuo espectáculo de los dos primeros, del tercer debate ya nadie espera nada.

Ante este escenario, la desesperación –que nunca es buena consejera– puede comenzar a generar ocurrencias en los rezagados y a maquinar provocaciones. Es ahí donde, en un descuido, la contienda electoral podría moverse en el delicado filo de lo permitido –y de lo no tan permitido– hacia lo abiertamente ilegal. Es el punto en el que el abuso de los contendientes y la permisividad de la autoridad electoral pudieran ahondar las diferencias y derivar en una confrontación que a nadie conviene.

Ciertamente la contienda electoral no ha sido aseada ni en la forma ni en el fondo. Las campañas han transcurrido entre descalificaciones y acusaciones recíprocas. El llamado discurso del odio, la guerra sucia entre los candidatos y las campañas del miedo sólo han logrado enconar el debate y endurecer el discurso de aspirantes y sociedad.

Tomar al odio o al miedo como instrumentos de campaña no es el camino más adecuado. Al menos no para el país. Es promover la irritación de la sociedad y hacerla sentir indefensa. Es meterla por un camino que alienta el desprecio por las instituciones, abre heridas que luego resulta difícil restañar y, sobre todo, atenta contra nuestra frágil democracia.

Como ya lo he dicho antes, el calor del debate sobre la contienda electoral en México ha desbordado la arena política y desafortunadamente se ha trasladado –como ocurrió en los comicios de 2006– a otros sitios, como los cafés, las comidas familiares o las reuniones de amigos, generando división y hasta rupturas.

Es deseable, pues, que en las próximas semanas –particularmente en las tres que vienen– la autoridad electoral actúe con firmeza y oportunidad, y que los actores políticos se manejen sin mezquindad, con responsabilidad y prudencia, dentro de la ley, a fin de que la desesperación del tramo final no arrastre al país y a la sociedad a un escenario indeseable.

El domingo primero de julio se llevará a cabo la jornada electoral. Se afirma que es la única encuesta válida y verdadera. Que las demás son especulaciones. Algo hay de cierto en eso. Esperemos que todo transcurra de manera ejemplar, con una copiosa participación ciudadana y dentro del marco de la ley. Porque lo verdaderamente importante, más allá de quién gane la contienda, es preservar la paz, la sana convivencia y el bienestar del país.

Los próximos 20 días serán clave. Estemos alertas. La nación no se agota, de ninguna manera, en un proceso electoral. Al día siguiente de las votaciones, el mundo y la vida continuarán su curso de manera inexorable. El lunes 2 de julio, pase lo que pase en lo electoral, todos los mexicanos retomaremos nuestras obligaciones cotidianas, nuestros espacios, nuestras prioridades, pero –por encima de todo– deberemos seguir alimentando nuestras relaciones personales, nuestras amistades y nuestros afectos.