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Arquitectura polifacética
L

a arquitectura mexicana en las primeras décadas del siglo XX se caracterizó por un eclecticismo que en ocasiones llevó a la realización de obras extravagantes que mezclaban caprichosamente diversos estilos, no siempre con los mejores resultados.

Esa moda había surgido en Europa, en México la aplicaron los arquitectos que trajo Porfirio Díaz para realizar algunas de las construcciones con las que festejaría el centenario de la Independencia. Dos italianos: Silvio Contri y Adamo Boari diseñaron tres de las más importantes. El primero, el Palacio de Comunicaciones, hoy sede del Museo Nacional de Arte; el segundo, los palacios de Correos y Bellas Artes.

Los mexicanos añadieron a los estilos que traían los europeos ideas inspiradas en el nacionalismo revolucionario que buscaba encontrar una identidad nacional. Ello los llevó a crear el neocolonial, que copiaba el barroco, en ocasiones mezclado con funcionalismo y uno que otro estilo a placer.

Se volvió a utilizar el tezontle, esa piedra volcánica, color rojo vino, que conformaba templos y palacios de Tenochtitlan y después en el Virreinato cuando estuvo de moda el barroco.

Unos de los arquitectos más representativos de estas novedades estilísticas fue Federico Mariscal Piña. Nació en la ciudad de Querétaro en 1881, estudió la carrera en la academia de San Carlos, en la Ciudad de México, donde se recibió de arquitecto en 1903.

Tres años más tarde recibió el encargo de su primer proyecto importante: la Inspección General de Policía en la calle de Victoria, en el centro de la Ciudad de México. Después se convirtió en la sexta delegación y actualmente es un pobrísimo museo del policía. Aquí Mariscal se explayó con una construcción muy exótica, en la que mezcla los estilos inglés y gótico-normando; el resultado: una especie de castillito de piedra grisácea con buhardillas con tejas rojas y un torreón en la esquina.

En 1917 reconstruyó, junto con el arquitecto Ignacio Capetillo, el antiguo teatro Xicoténcatl –que habían realizado en 1912– para convertirlo en el Esperanza Iris, (hoy de la Ciudad) en un estilo romántico de inspiración afrancesada.

Entre sus obras más relevantes destaca el interior del Palacio de Bellas Artes, que por la Revolución no pudo concluir Adamo Boari. En 1934 lo terminó Mariscal con un proyecto en estilo art decó, totalmente distinto al proyectado por el italiano.

De 1942 a 1948 construyó el anexo del Gobierno del Distrito Federal, situado en el Zócalo, que se conoce como el nuevo. Buscó construir un edificio moderno y funcional, pero que conservara el aspecto colonial que tenían los demás inmuebles de la plaza.

Mariscal murió en 1971 a los 90 años de edad en su casa en la Ciudad de México. Entre las más de 130 obras que construyó había teatros, edificios públicos, iglesias y casas habitación. Una de estas últimas, que se encuentra en la colonia Santa María la Ribera, recientemente la restauró el joven arquitecto Arturo Álvarez Olivares para alojar un pequeño y exclusivo hotel. La Casa Mariscal, situada en Díaz Mirón 183, data de la década de los 20, el exterior es en estilo neocolonial, recubierta con tezontle y ornamentos en chiluca.

El interior nos depara varias sorpresas: columnas y yesería afrancesada, piso de mármol en el vestíbulo, una hermosa biblioteca de maderas finas y la ampliación contemporánea que realizó con gran talento el arquitecto Álvarez. Alrededor de un patio jardín con una original fuente se desprenden las edificaciones nuevas, luminosas y con un mobiliario innovador, también diseñado por él. Feliz encuentro de dos arquitectos de generaciones distantes y buen gusto atemporal.

A unos pasos del hotel en Dr. Atl 176, se encuentra el restaurante Comixcal, lindo lugar que ofrece excelente cocina oaxaqueña. Es la cocina clásica de la región, pero en presentaciones novedosas. Algunas exquiciteces: molotes de plátano rellenos de frijol, tlayudas, garnachas istmeñas, minillas de camarón y los moles.