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Rusia 2018

El desempate por diferencia de goles en Chile 1962 dejó menos tantos y más lesionados

Desde el Mundial de Suiza 1954 no se ha superado el récord de 140 anotaciones

El milagro de Berna encumbró a los alemanes sobre los húngaros

Pelé debutó en Suecia

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La estrella húngara Ferenc Puskas (de playera negra y short blanco) observa a sus rivales de Alemania, que ganaron 3-2 la final de Suiza 1954, realizada el 4 de julio en Berna; los magiares –con jugadores como Sandor Kocsis y Zoltan Czibor– eran favoritos y llevaban cuatro años invictosFoto Afp
 
Periódico La Jornada
Miércoles 6 de junio de 2018, p. 3

Moscú.

Si Uruguay fue la sorpresa de 1950, Alemania dejó al mundo boquiabierto al imponerse contra todo pronóstico a los húngaros, claros favoritos, en la final del Mundial de Suiza en 1954.

Y es que los magiares las tenían, en principio, todas consigo. Una selección de ensueño con estrellas de la talla de Sandor Kocsis, Zoltan Czibor o Ferenc Puskas, que llevaban, nada menos, que cuatro años sin perder.

Suiza fue elegida por haber salido indemne, gracias a su neutralidad, de la Segunda Guerra Mundial. Por América, Uruguay y Brasil también estaban decididos a presentar batalla; el primero para defender su título y el segundo, con un equipo totalmente nuevo, para sacarse la espina de cuatro años antes.

Suiza 1954: se vio por televisión

Dieciséis países llegaron al torneo. Hubo dos grandes del futbol ausentes: Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y Argentina. Asia contó con un representante, Corea del Sur. Otra novedad, el torneo se retransmitió por televisión.

Hubo un festival de goles: 140 en total, una media de 5.38 por partido, récord no superado hasta la fecha. Hungría vapuleó a Corea 9-0 y a Alemania 8-3. La abultada derrota germana se explica en parte porque su seleccionador, Sepp Herberger, se reservó a sus hombres para el siguiente partido, decisivo. No se equivocó.

Ya en cuartos, los magiares se las vieron con Brasil. Los húngaros acabaron ganando 4-2. Por su lado, Alemania se deshacía sin ruido de Yugoslavia (2-0).

La suerte quiso enfrentar en semifinales a Hungría y Uruguay. Los magiares tuvieron que ganar en la prórroga (4-2) después de que los charrúas marcaron dos tantos en los últimos tres minutos. Los alemanes, por su parte, se desembarazaron de los austriacos sin problemas (6-1).

Llovía mucho el 4 de julio en Berna, día y lugar de la final. Puskas, quien decidió jugar a pesar de su esguince de tobillo, marcó el primer tanto. Czibor el segundo. Pero los alemanes no se amilanaron. Diez minutos después, Morlock y Rahn habían empatado el encuentro.

Y a cinco minutos del final, un pase perfecto del capitán Fritz Walter convirtió a Rahn en el gran verdugo de los magiares. Hungría perdió el único partido que no debía. Alemania festejaba el milagro de Berna.

Suecia 1958: de color auriverde

El Mundial de Suecia en 1958 significó la aparición de Pelé, quien por entonces contaba con sólo 17 años.

Argentina volvió tras 24 años de ausencia, aunque para decepcionar: cayó humillada 6-1 por Checoslovaquia en la primera fase, en una participación recordada como el desastre de Suecia por sus dolidos hinchas.

Además, fue el primer Mundial al que no asistió su fundador, Jules Rimet, fallecido en 1956, a los 83 años, y un compatriota suyo, Just Fontaine, anotó él solito la friolera de 13 goles, marca no superada hasta hoy en una Copa del Mundo.

Pero Suecia fue sobre todo el torneo auriverde. En semifinales Brasil vapuleó 5-2 a Francia. La final, al contrario que en las dos ediciones anteriores, no deparó ninguna sorpresa. Los sudamericanos se impusieron 5-2 al combinado anfitrión, con goles de Vavá (dos), Zagallo y Pelé (dos).

Chile 1962: defensas cerradas

Para ir a Chile, en 1962, hubo récord de inscripciones, con 56 países, de los que 16 llegaron. Este fue el primer torneo, además, en el que se aplicó la regla de la diferencia de goles en caso de empate en los partidos de primera ronda, lo que se tradujo en defensas cerradas, pocos tantos y muchos lesionados.

A los cuatro días ya sumaban 50 lastimados, entre ellos Pelé, quien sufrió un desgarro en un músculo de la pierna derecha en el segundo partido contra Checoslovaquia, y privó al equipo favorito de su mayor estrella.

Brasil sumó su segundo título, igualando a Italia y Uruguay, gracias a jugadores como Garrincha, gran estrella de este certamen; Amarildo, quien soportó la responsabilidad de sustituir a Pelé; Didí, genial centrocampista, o Vavá, artillero implacable. Aunque empezaron perdiendo la final ante Checoslovaquia, al marcar primero Masopust, acabaron ganando 3-1.

Inglaterra 1966: gol fantasma

Los Beatles y la minifalda arrasaban cuando los ingleses recibieron el Mundial del deporte que ellos inventaron 103 años antes. Setenta países, nuevo récord, se inscribieron para la cita, que las naciones africanas decidieron boicotear, porque al campeón de su zona se le obligaba a jugar con el de Asia para obtener una plaza.

A la justa inglesa acudieron 10 selecciones europeas, cuatro sudamericanas, una asiática (Corea del Norte) y una por Centro y Norteamérica (México, que contó con el portero Antonio Carbajal en su quinto y último Mundial).

En la primera ronda hubo dos sorpresas mayúsculas. La eliminación de Italia, que perdió 1-0 ante Corea del Norte, y de Brasil, que vio cómo su principal astro, Pelé, caía lesionado por durísimos marcajes, primero frente a Bulgaria y después contra Portugal, partido en el que quedó definitivamente fuera de juego tras dos patadas criminales del luso Joao Morais.

Los portugueses, primerizos en lides mundialistas, no se limitaron a dar leña, pues también asombraron por sus buenas prestaciones. Su secreto: Eusebio, un artillero formidable que con sus nueve goles –fue el máximo anotador de la cita– ayudó a su país a llegar hasta una increíble tercera posición.

En semifinales sólo quedaron equipos europeos. Alemania, en la que empezaba a despuntar un tal Franz Beckenbauer, venció a la URSS (2-1), e Inglaterra, arropada por su público, hizo lo propio con Portugal gracias a dos tantos de Bobby Charlton (2-1).

La definición por el trofeo, en el templo de Wembley, no estuvo exenta de polémica. Inglaterra ganó en la prolongación a Alemania (4-2) con un gol fantasma de Geoff Hurst, quien anotó tres tantos en la final y se convirtió en el único jugador en lograrlo hasta el presente.