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Crónica

Nocaut técnico en tres segundos

Ante el golpe, Anaya se enredó en su propio léxico

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▲ Ricardo Anaya Cortés y Andrés Manuel López Obrador, en el inicio del último debate.Foto cuartoscuro.com
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Periódico La Jornada
Miércoles 13 de junio de 2018, p. 4

Mérida, Yuc.

Fueron tres segundos y una mirada socarrona. Los aprovecho, dijo José Antonio Meade, y le espetó a Ricardo Anaya: El único indiciado en esta mesa eres tú, Ricardo.

El candidato del Frente habría abierto fuego con la reiteración de su promesa: llevar a la cárcel a Enrique Peña Nieto. Esta vez agregó a José Antonio Meade a su lista. Y a Andrés Manuel López Obrador.

Atrapado en su propia estrategia –desbancar al tabasqueño como el invicto de la honradez–, Anaya se enredó en explicaciones legaloides, se mostró nervioso a ratos e incluso, en un momento de sinceridad, admitió, dirigiéndose a Meade, que puede quedar fuera de la jugada: “Pero si no logran convencer y yo soy presidente…”

Meade se ocupó de cerrar el círculo que sus estrategas pensaron lo llevaría al segundo lugar, para desde ahí enfrentar al puntero: darle con todo al segundo lugar, sin deslinde alguno, ni siquiera tímido, respecto del desacreditado gobierno de Peña Nieto.

Los tres debates estuvieron lejos de cubrir las expectativas de quienes les asignan propiedades mágicas. En el tercero, Meade y Anaya se quedaron cada uno con sus golpes.

¿Cómo resolver la guerra del segundo lugar cuando, la víspera del debate, la confederación patronal decide hacer pública una encuesta que le otorga cómoda ventaja a López Obrador?

El puntero, por su lado, no se movió de lo suyo: las frases sencillas y sus eternas cantaletas (que le han resultado, vistas las encuestas, muy eficaces): El problema de fondo es la corrupción; no habrá gasolinazos; voy a reducir los sueldos de los funcionarios.

Entregado al publicista Carlos Alazraki –de capacidades menores que su odio a López Obrador–, Meade actuó sus recomendaciones: las películas que ya vimos en otras latitudes pero que nunca veremos aquí, el apocalipsis si triunfa López Obrador.

En esa ruta, Meade insistió en la tardía evaluación del gobierno de López Obrador en la ciudad de México (una gestión que terminó hace 13 años), ya una obsesión de sus adversarios. Tanto Meade como Anaya le cargaron culpas: ni un metro de Metro, bajísima creación de empleos, corrupción y un largo etcétera.

El ex jefe de Gobierno, que concluyó su gestión con una aprobación de 85 por ciento, respondió con la mano en la cintura: “¿Entonces por qué estamos cuatro a uno en Ciudad de México?

Anaya dibujó un gran golpe contra López Obrador, que se diluyó en su comportamiento de muchacho berrinchudo que quiere arrinconar al adversario y exige: Si te presento los contratos, ¿renuncias a tu candidatura?

El silencio, primera respuesta de López Obrador, dio paso a la burla: ¿Yo que culpa tengo? Piensan que aquí en el debate van a remontar 30 puntos que les llevo.

La maestra Elba Esther Gordillo llegó al debate de la mano de Ricardo Anaya. El panista, que aprobó entusiastamente la reforma educativa, atribuye sus malos resultados sólo a su implementación. El asunto salpicó a Aurelio Nuño, coordinador de la campaña de Meade, por su millonario gasto en promoción personal, e incluso al actual titular de la SEP, Otto Granados, quien como gobernador de Aguascalientes vendió la plaza de toros.

El morenista aseguró que cancelará la esencia de la reforma educativa aunque, a fuerza de preguntas de los moderadores, terminó por decir: Políticamente, la decisión que hemos tomado es que se cancela.

Inspirado en su coordinador, Meade acusó: (Eso) implica cancelar el futuro de sus hijos. Encarrerado, se lanzó contra los violentos de la coordinadora, omitió mencionar los miles de activistas que le ofreció Juan Díaz de la Torre, a quien Elba Esther Gordillo y nadie más, puso al frente del SNTE.

Fue en ese bloque en el que la lengua le jugó una mala pasada a Meade. Una y otra vez, en las reuniones con Nueva Alianza –partido fundado por la maestra Gordillo– ha ofrecido corregir deficiencias de la reforma y prometido aumentos salariales. Pero en el debate dijo, muy a lo Nuño: Les voy a pegar mejor.

Eso le ocurre al candidato ciudadano del PRI cuando aborda temas que no le son naturales, porque lo propiamente suyo son los números. Cuando habla de presupuestos, su discurso fluye como el de un profesor que revela el mundo a sus estudiantes.

Anaya, por su lado, insistió en conectar con los jóvenes y mostrarse como el candidato moderno. ¿El camino? Prometer celulares para todos.

En su cierre, López Obrador volvió a señalar, un tanto despectivamente, a los candidatos que lo flanqueaban: ellos, la mafia del poder. Insistió en que él encabezará la cuarta transformación del país y cerró con un ¡Viva México! que quiso sonar presidenciable.

Meade cerró con el mismo grito, no sin antes hacerse eco de la campaña empresarial y pedir: Hay que reflexionar nuestro voto.

Anaya prefirió dar la razón a los que piensan que esta elección ya no es el cielo del voto de castigo sino un referéndum sobre López Obrador.

El Bronco, ese mal chiste de la atribulada democracia mexicana, había cerrado ya cuando reconoció implícitamente que López Obrador será presidente. Al rechazar una refinería en Nuevo León, advirtió al tabasqueño: Para que lo vayas considerando.

Antes del segundo debate, los voceros de la campaña de Meade decían que sería apenas el verdadero comienzo de la contienda. En Mérida, René Juárez Cisneros, presidente del PRI, habló brevemente con los medios de comunicación para repetir la sobada fórmula de que caballo que alcanza gana. Sólo que su caballo tendría que alcanzar primero al segundo lugar en las encuestas.