16 de junio de 2018     Número 129

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Sexualidad, radio y comunidad:
lo que se debe considerar


Lucano Romero, periodismo radial con visión social.

Lucano Romero Cárcamo Teziutlán, Puebla

I

Cuando niña, a Laura Santiago, de piel morena y en aquel entonces con cabello trenzado, rematado con listón blanco, la maestra de sexto grado de primaria le sentenció: “Te toca ir atrás de las demás niñas, ellas abrirán el bailable”. Sin más explicaciones de su maestra, Laura Santiago no comprendía por qué en los festivales de la escuela se le asignaba el último lugar pese a que siempre obtenía calificaciones altas y era una de las mejores atletas en la clase de educación física; “como todos los días tenía que ayudar a mi mamá a ir por la masa para hacer las tortillas y después llevar la comida a mi papá, de tanto que caminaba de un lugar a otro eso me ayudó a tener más resistencia que mis compañeros para correr o cargar cosas”. Laura Santiago relata este capítulo de su infancia fuera de su casa en la Junta Auxiliar de Atoluca, perteneciente al municipio de Teziutlán, Puebla, donde ha radicado toda su vida. Actualmente dedica los fines de semana al cultivo de maíz y la cría de gallinas, mientras que de lunes a viernes labora en un taller de costura. “Fui una niña muy callada, yo no me sentía tan bien como era. Mírame: tengo los labios anchos, los ojos grandes, ya me puse más morena, mis manos están maltratadas, desde chica he trabajado”. Pero pasó de ser una niña callada a una enérgica, a veces violenta. “Había niños que me jalaban de las trenzas. Las niñas no me dejaban jugar con ellas porque decían que yo parecía niño porque no me gustaban las muñecas. No me dejé, a veces les pegaba, si no a la que le pegaban era a mí, porque llegaba a la casa llorando y mis papás me regañaban porque no sabía defenderme”. Laura Santiago tuvo que asumir lo que, desde su nacimiento, ya estaba escrito para ella: obedecer y comportarse como mujer. “A mí me gustaba subirme a los árboles, correr. Los vestidos y las faldas casi no me gustan porque tienes que andarte cuidando de que no te vean los calzones, pero no me quedó de otra más que atenerme a lo que mis papás me decían y en la escuela también”. Laura Santiago creció en un ambiente social incuestionable: las mujeres han estado esquematizadas a las labores domésticas, casarse o juntarse con su pareja, así como parir y cuidar de los hijos, no decidir por sí mismas. Actividades como servir al padre y los hermanos eran –y son- normas establecidas que las niñas, adolescentes y jóvenes solteras debían cumplir y estar preparadas para el matrimonio, situación que llega antes de rebasar los 18 años. “Ya no seguí estudiando, terminé la secundaria y con mis demás hermanos nos pusimos a ayudar a mis papás con la siembra, las gallinas. Ya cuando conocí a mi marido, habló con mis papás, o sea, fuimos novios y pues ya (Ríe). Luego me embaracé y aquí andamos, viendo a los chamacos a ver qué quieren hacer de su vida”.     

Los roles de género socialmente establecidos, la violencia machista e intrafamiliar, la discriminación al interior de comunidades rurales y originarias, son situaciones en las que se han desarrollado personas como Laura Santiago, lo cual limita y en ocasiones impide, la adquisición de conocimientos y la percepción de sus necesidades reales en materia de salud y sexualidad. “A mí no me dijeron nada de esas cosas. Una nomás va así a ciegas, y se va dando una cuenta cuando ya está embarazada. Aquí, por ejemplo, que va a estar yendo uno a cada rato a la clínica. Ya cuando uno siente los dolores se va con la partera o si no al hospital, allá en Teziutlán”.

Laura Santiago creció muy de cerca con la violencia de género, pues no había mujer familiar suyo, amiga o vecina que no hubiera vivido maltrato físico, patrimonial o sexual por parte de sus parejas. “Por aquí se tiene la idea de que el marido es quien decide y se tiene que hacer lo que ellos ordenan. A veces, una tiene que ver cómo le hace para comer o conseguir dinero, porque luego ellos no dan para el gasto o se lo gastan en ir a tomar”.

Las personas que habitan las periferias rurales muchas veces se encuentran en un exilio socioeconómico, en el que se perpetúan los prejuicios contra ellas por el solo hecho de ser pobres. Esta desigualdad repercute en diferentes ámbitos de su vida y se pierde la cohesión social.

Las experiencias de vida adquieren un valor documental significativo sobre las valoraciones que se hacen del ejercicio de la sexualidad, la atención y cuidado a la salud sexual y reproductiva, y de cómo ha cambiado o permanecido la dinámica social en las comunidades.

II

Ana María Casiano, hace cinco años, tenía la misma edad que su mamá cuando se casó; pero a sus 17 años, la joven habitante de la comunidad rural de San Sebastián, Teziutlán, Puebla, miraba su realidad de manera muy diferente; ella rechazó convertirse en madre adolescente. “Casi todas mis compañeras de la escuela se embarazaron luego, unas no terminaron la secundaria, se juntaron con sus novios y otras se fueron a trabajar a la maquila. Yo no quise eso”. Rompiendo aquellos esquemas tradicionales, la joven, quien cursa sus estudios de contaduría en la universidad, se reconoció decidida para hacer valer sus derechos. “Una vez hubo un foro de sexualidad en el teatro, aquí en Teziutlán y los profes de la escuela nos llevaron. Los ponentes nos explicaron cuáles son nuestros derechos y eso me sirvió mucho porque así fui perdiendo el miedo a hablar de esos temas. Casi no nos hablan de sexualidad en la escuela, en mi casa tampoco. Les dije a mis papás que, aunque me pusiera yo a trabajar, quería seguir estudiando y ser alguien para ayudarles a ellos, pero casarme y embarazarme, no”. Vivir en zonas rurales y originarias establece más barreras que en las zonas urbanas sobre este tema, sin embargo, los cambios –aunque pocos–  comienzan a notarse en algunos adolescentes y jóvenes.


Educación para tomar decisiones sobre el cuerpo propio

“En cuestión de derechos sexuales y reproductivos hay poca información porque es un tema casi prohibido en las comunidades, eso hace que las jóvenes caigan en un embarazo temprano y abandonen por completo la escuela”, refiere Ana María, sentada en una de las bancas del parque de su localidad. Las miradas de la gente que pasa alrededor no se hacen esperar sobre ella y quien le escucha atento con el micrófono en mano. Ana María no se detiene al hablar, mucho menos cuando de sexualidad se trata, pues éste es uno de los temas fundamentales desde donde las mujeres pueden ir creando conciencia y abandonando la falsa idea de un destino dedicado únicamente a la maternidad. “Hablar de estos temas no se da en muchas familias, lo importante es que nos atrevamos a hacerlo por nosotras mismas”, añade.

En la experiencia de Ana María Casiano encontramos una visión integradora del concepto de salud sexual y reproductiva, entendiéndose como la capacidad de disfrutar de una vida sexual sin riesgo de procrear y la libertad para decidir hacerlo o no, cuándo, con quién y con qué frecuencia, lo que deja implícito el derecho de las personas de obtener información al respecto. Sin embargo, son historias de vida que quedan en la opacidad, invisibles.

La necesidad de reconocer a los otros y las otras

En las redacciones de los medios, la cobertura de temas relacionados con estas prácticas sociales se mira con reserva, considerándose información secundaria frente a “importantes” o de “agenda”. Pareciera un criterio editorial exclusivo de las grandes empresas de medios, pero en provincia, donde la oferta es reducida, no es la excepción. 

En Teziutlán, Puebla, la investigación sobre el ejercicio de la sexualidad en comunidades rurales en la sierra nororiental es limitada. No existe un conocimiento acabado respecto a cómo las personas interactúan y cómo enfrentan los riesgos asociados a sus conductas sexuales. “Es preocupante cómo muchas personas no sabemos del todo qué pasa o cómo es esto de la sexualidad, además, no existe algún lugar que las atienda y menos que les dé educación de enfermedades y embarazos. Aquí los jóvenes por sí mismos no van al centro de salud, por eso a veces se complican”. Dice una de las profesoras de nivel secundaria en la junta auxiliar de Atoluca, Teziutlán, quien prefirió el anonimato.

El asunto de fondo es cómo vemos a las personas y qué actitud tomamos frente a ellas. Historias como las de Laura y Ana María son producto de la herencia de discriminación y vulnerabilidad en que se han desarrollado hombres y mujeres de diferentes edades. Situaciones que limitan, y en ocasiones impiden, los conocimientos y la percepción de sus necesidades reales en materia de salud sexual y reproductiva.

La radio en Teziutlán, Puebla, es un instrumento crucial para el acceso a la información sobre el acontecer cotidiano, es un medio muy utilizado por la gente para acompañar sus actividades dentro y fuera de casa. Es, por su naturaleza y años de existencia en Teziutlán, un medio que se ha visto favorecido con la preferencia del público y ello resulta un nicho de oportunidad para que se genere una visión más integradora de los conceptos de salud sexual y reproductiva.  Es por esto que, desde la radio, nos ha parecido importante indagar sobre el comportamiento de las personas al interior de estas comunidades. Aun más si se toman en consideración indicadores sobre embarazos a temprana edad, violencia de género, infecciones de transmisión sexual y la mortalidad materna en adolescentes. 

En el estado de Puebla, de acuerdo con el censo poblacional más reciente, al 2010, un promedio de 38% de las mujeres adolescentes se embarazan antes de cumplir los 20 años. Casi el 20% de los nacimientos vivos son de madres adolescentes. Datos que se refuerzan si consideramos que aproximadamente 50% de los adolescentes de ambos sexos menores de 17 años, según la UNICEF, son sexualmente activos. Uno de cada 25 casos de VIH ocurre en este grupo, especialmente de hombres, lo cual es un signo de relaciones sexuales desprotegidas. También, la evidencia empírica destaca que uno de cada cinco adolescentes se une en pareja a edades tempranas, de los 15 a los 17 años.

En el año 2005 surgió Referencia, espacio radiofónico dedicado a la cobertura y difusión de los temas de sexualidad, único en su género en este punto de la entidad poblana. Referencia fue impulsado por Lucano Romero Cárcamo, y trasmitido en XHFJ Radio Teziutlán, tuvo como objetivo promover entre la población actitudes más responsables e informadas sobre sexualidad. Y las comunidades rurales, originarias y campesinas, fueron punto de especial interés.

A lo largo de poco más de 6 años, con la cobertura informativa sobre las condiciones en las que las personas de las comunidades rurales y campesinas ejercen y/o asumen el cuidado de su salud sexual y reproductiva, se logró documentar y constatar que, si en los contenidos informativos se enfoca la educación sanitaria desde un modelo participativo y adaptado a las necesidades de cada grupo, la población se muestra más dispuesta a responsabilizarse de su salud y de sus decisiones, centrándose no sólo en saber, sino en el saber hacer; prevenir, atenderse, tratarse, protegerse. Por eso, en la actualidad, la educación para la salud debe insertarse cada vez más en los mensajes mediáticos, a través de contenidos que reconozcan la dignidad de las personas, sus derechos y promuevan un estilo de vida saludable, con códigos y lenguajes comprensibles para todos, con un enfoque diverso que favorezca la inclusión de los grupos sociales menos atendidos, como es el caso de las comunidades originarias. Esos han sido los tenores que han guiado la experiencia profesional en el abordaje de los temas de sexualidad en la provincia de Puebla.

III

“Bien recuerdo que fue, sí de diez años, yo todavía iba a la primaria, fue con una persona mucho mayor que yo, ya tenía 25 años. Quise experimentar qué se sentía, sinceramente lo disfruté, desde la primera vez probé, me gustó y le seguí.” Desde la primaria y hasta la preparatoria, Isidro, siguió relacionándose con diferentes parejas, todas mayores que él, sin la más mínima información sobre el cuidado de su sexualidad, sobre todo, con el consumo de bebidas alcohólicas. “La primera vez yo ni sabía cómo se transmitía alguna enfermedad, vaya nada. Cuando entré a la preparatoria ya obviamente empecé a relacionarme con gente de fuera, mucho mayor, a salir a bares, fue cuando me empecé relacionar más y primero fue el sexo, después empecé a irme ya por el camino del alcohol. Y es que es lo que pasa en el momento lo único que importa es el placer, pues que más que hacerlo y más si es con la persona que te gusta”. Antes de cumplir los 18 años de edad uno de cada cinco adolescentes mexicanos está iniciando su vida sexual, según los datos más recientes del Consejo Nacional de Población. Además, casi cuatro millones de mexicanos de entre 13 y 18 años se enfrentan en la actualidad a enfermedades sexualmente transmisibles como el VIH/Sida.


Educación para tomar decisiones sobre el cuerpo propio

Isidro radica en una pequeña comunidad rural de la sierra norte de Puebla. Tiene 19 años, entre los 15 y 17 su vida sexual activa fue aún más, el condón nunca estuvo de por medio. “Mi vida sexual así muy activa la tuve entre los 15 y 17, y pues llega el momento en el que si uno es así, de que no se aguanta las ganas, pues nos vamos. Al menos eso a mí me pasaba, a pesar de que me gustaba después de eso siempre para mi venía la preocupación. ¡Chin! Lo hice sin protección”. Algo sigue pasando con el uso del condón, hay una reincidencia en prácticas sexuales desprotegidas en algunos sectores. 

“Hay tal apresuramiento por tener una relación sexual que de repente cuando se va a consumar no quieren pensar en nada y se olvidan del uso de una medida preventiva”. Asegura el sociólogo Alfredo Landa Becerra, quien desde los inicios del programa Referencia ha sido, además de colaborador, promotor del derecho de acceso a la información que tienen las personas en comunidades vulnerables, como en la que vive Isidro.

Cierto día del mes de marzo, Isidro se citó con su pareja, estaba ansioso, tendrían relaciones sexuales, el condón no fue invitado. Hizo sus propios cálculos sobre las probabilidades de infectarse basado en meras suposiciones. Y así fue.

“Él estaba sudando terrible, o sea empapadísimo al grado de que casi, casi dejó mojada la sábana y le descubrí una mancha en la pierna, muy rara, media negrita; yo me enteré de cuáles eran los primeros síntomas cuando uno es portador del VIH, entonces fue como me vino a la mente, dije, pues esta persona posiblemente esté infectada. ¿Y si me infecto? Me entró el pánico.” Las siglas VIH habían quedado tatuadas en su conciencia.

Acompañado de su pareja, pero también del fantasma del miedo, Isidro buscó en uno y otro laboratorio de análisis clínicos de la ciudad más cercana, confirmar sus sospechas. “Yo le hablé y le dije: ¿sabes qué? Yo no puedo seguir con este pánico de que si estoy infectado o no. ¿Vamos? La persona no quería ir. -No, yo no, yo estoy sano-. Nos fuimos a un laboratorio, nos hicimos los análisis, dejamos de pasar otro tiempo y volvimos a ir los dos, o sea, yo era el que insistía, porque tenía la información”.

Dos, tres y hasta cuatros veces solicitó una prueba de detección de anticuerpos de VIH conocida como ELISA. Este estudio sanguíneo se puede realizar en cualquier laboratorio clínico particular y aunque la Norma Oficial Mexicana en materia de VIH/sida señala como un derecho del paciente la consejería en toda prueba de detección, dado el impacto que un resultado positivo puede generar debido al estigma y la discriminación que rodean a la epidemia, desafortunadamente no siempre es así. “Nada más eso, nos hicieron los análisis, no entregaron los resultados y nada más”.

Para un joven -de 17 años en aquel momento- de piel morena, con ojos grandes que reflejan su profunda timidez, salido de una familia de escasos recursos; esta prueba de vida que representó estar expuesto al contagio del virus del VIH, no la hubiera superado.

- ¿Si el resultado hubiera sido positivo? – Le pregunto.

- Seguiría con la misma idea, de matarme. Es que yo soy así muy desesperado y de momento me hubiera venido a la mente, ¿qué hacer? Ser portador de un virus, saber que en cualquier momento como mi cuerpo queda inmune, no es el virus quien acaba con el humano, siempre son otras enfermedades y hay personas que si me sorprende que lucha, pero sinceramente yo no lucharía ¡Yo no!”.

La experiencia de Isidro pudo haberse sumado la de los poco más de 83 mil 425 casos de VIH registrados entre 2010 y el primer trimestre de 2017 en todo México, de acuerdo con registros del área de Epidemiología de la Secretaría de Salud y por el Centro Nacional para la Prevención y el Control del VIH/Sida. Esta situación que Isidro decidió compartir a través del micrófono de Radio Teziutlán refleja un cambio de actitud con respecto a su vida y al ejercicio de su sexualidad. “Ya han pasado casi dos años y hasta la fecha ya hace como 20 días aproximadamente me volví hacer los últimos análisis y volvieron a salir negativos. Es una experiencia que a mí me sirvió, no para decir ya nunca lo voy hacer, simplemente hacerlo con responsabilidad”.

Que Isidro, por convicción y decisión propias, se haya acercado a dicho medio de comunicación, muestra la utilidad que tiene la vinculación con miembros de comunidades rurales y originarias en la cobertura periodística local, sobre todo porque son ellos mismos quienes le imprimen a la información un tinte más auténtico, legítimo y de reconocimiento de las audiencias al identificarse con ellos.

Una radio sexualizada

En contextos como Teziutlán, dedicarse al periodismo en salud ha resultado un reto, sobre todo porque nos hemos planteado como objetivo fortalecer las habilidades y capacidades de las audiencias, modificar sus conductas de riesgo relativas a la salud sexual. Testimonios como los aquí recabados hacen posible entender que la salud sexual también se observa en las expresiones libres y responsables de las personas, que propician un bienestar armonioso individual y social. Sin embargo, para que un estado de salud sexual equilibrado se logre es necesario que los derechos sexuales de las personas se reconozcan y garanticen. Sobre todo, que se divulguen, que se expresen en relación a los usos, las formas, las costumbres y los imaginarios de dichas comunidades. Considerando sus códigos culturales; su lengua, sus creencias, su ritos y mitos. Y si bien algunos de éstos últimos resultan cuestionables ante la mirada ajena, no pueden excluirse porque hacen parte de su identidad.

En estos grupos existen fuertes tradiciones culturales y tabúes que frenan la educación sexual. Además del bajo nivel de escolaridad, la sexualidad se ejerce sin mayor información sobre los riesgos sobre infecciones de trasmisión sexual, embarazos no planificados, el acoso, la violencia machista, la discriminación. Esto cambiaría si se establecieran intervenciones oportunas de acuerdo a cada contexto social y cultural.

Por eso es muy importante que los medios de comunicación participen en la promoción de la igualdad y la lucha hacia todas las formas de discriminación, que a menudo se asumen como circunstancias que inevitablemente vivimos en México. Los medios pueden ser un motor de cambios culturales, no sólo difundiendo o visibilizando los efectos de la desinformación y discriminación, sino también teniendo la responsabilidad de informar con criterios científicos, laicos, incluyentes. Hablar de sexualidad, en la radio es y debe formar parte de las acciones de prevención, cuidado y atención a la salud. Bajo este enfoque es que desde Radio Teziutlán se ha continuado dando cobertura a los temas de sexualidad.

El periodismo en salud que se ha venido emprendiendo es sensible a tales cuestiones, al entender a la salud en un sentido amplio no sólo vinculado a padecimientos. Se han incluido informaciones sobre estilos de vida, entornos saludables, alimentación, cuidados y atención, desarrollo de las sociedades, etc. Se han considerado variables de estudio tales como género, orientación sexual, identidad étnica, diversidad familiar, entre otras, pues todas influyen en las representaciones y prácticas sexo-genéricas, socioculturales y de convivencia de estas poblaciones. Esto requiere pensar en distintas formas de comunicación o periodismo y cómo estas profesiones contribuyen a una mejor comprensión y difusión de temas de salud.

En ese sentido desde Referencia y como comunicadores en zonas rurales, campesinas y originarias es preciso actuar acorde a sus costumbres y culturas para transformar los prejuicios sobre la sexualidad, a fin de favorecer la confianza, credibilidad y participación de las personas en el abordaje informativo y la producción de contenidos útiles y necesarios. No basta con abrir el micrófono a sus voces, ni con difundir un reportaje o una entrevista, la experiencia del trabajo periodístico, desde Radio Teziutlán, permite constatar que mediante actividades grupales y dinámicas de interacción con expertos se genera un alto grado de motivación, situación que facilita el acceso a las comunidades y la formación de éstas para la adecuada toma de decisiones. Las y los periodistas deben disponerse a la adaptación para encontrar formas diversas de participar activamente en estas comunidades en el proceso de cobertura, producción y aprendizaje. 

La difusión, a través de la radio, de este tipo de historias sirve como catalizador que potencia la seria necesidad de trabajar en pro de una educación formal en aspectos de la sexualidad integral que considere la participación conjunta de diferentes sectores: familias, escuelas, centros de salud, profesionales médicos, líderes religiosos y periodistas especializados que sepan abordar los temas relacionados. Empero, también muestra que la educación informal continuará ejerciendo influencia sobre la vida sexual de las personas, aspecto que hay que saber manejar de forma positiva, sin mostrar rechazo sobre ella.

“Es necesario brindar a los jóvenes orientación sobre los riesgos que se corren al tener relaciones sexuales a temprana edad. Al frente de la iglesia observo constantemente que los jóvenes se reúnen con su pareja, también he observado que cuando he bautizado bebes, las mujeres tienen entre 14, 15 y 16 años. Creo que es importante dar educación sexual a este grupo ya que como párroco solo abordo el tema desde la moral, de vez en cuando”, reflexiona el sacerdote de la comunidad de Mexcalcuautla, Teziutlán. 

Una madre de familia del mismo lugar señaló; “es importante educarlos en esas cosas del sexo porque los adolescentes desde antes de los 12 a 15 años ya tienen relaciones de noviazgo, y se buscan lugares peligrosos y solitarios para tener sexo: los padres no los pueden controlar, yo misma, trabajo, no me doy cuenta de lo que mis hijas hacen, sería muy bueno que en la escuela les enseñen de eso, porque a uno de papá no siempre le hacen caso.”
Radicado en San Sebastián, un padre de familia expresó; “sería importante que a los padres nos enseñaran sobre el sexo, porque hay muchas cosas que uno de hombre no sabe y que sería importante aprender para enseñarles bien a los chamacos y cuidarse uno. Usted sabe que uno de hombre es diferente la situación y la mayoría hemos aprendido solos”.

En este punto se hace evidente la importancia y necesidad de la satisfacción de los llamados derechos a la información, a la salud, sexuales y reproductivos. Todos éstos, entendidos de forma integral, deben garantizarse en las comunidades más vulnerables con el fin de que las personas alcancen el pleno ejercicio de la autodeterminación y un nivel de vida adecuado.

La cobertura periodística, vía la radio en Teziutlán, ha permitido verificar que las valoraciones que tienen las y los adolescentes sobre la sexualidad son producto de la interacción social y los patrones culturales de su etnia, donde existen tabúes, discriminación y diferencias muy marcadas sobre el género. Ellas y ellos, hasta ahora, han seleccionado, reproducido y transformado los significados que en sus comunidades les han brindado sobre sexualidad. Si se logra una motivación adecuada y se diseña una estrategia educativa en la que sientan reflejadas sus necesidades y cultura podrían lograrse propósitos satisfactorios respecto a su salud sexual.

A poco más de 10 años de haber iniciado en la radio la cobertura y tratamiento informativo de los temas de sexualidad en este punto de la sierra nororiental del estado de Puebla, se sigue notando la ausencia en los demás medios de comunicación locales de los asuntos que se relacionan con la prevención, atención y cuidado de la salud sexual y reproductiva, sus manifestaciones y consecuencias, dado que no son considerados relevantes o prioritarios para dedicarle espacios. Lo cual profundiza las diferencias sociales que ya de por sí existen. Lo ideal es que esta información forme parte cotidiana de la radio, en todos los medios, y que sea abordada con una perspectiva de derechos humanos.

El ejercicio de la sexualidad tiene diferentes rostros y manifestaciones a partir del lugar en el que nos encontremos. Pero si la salud sexual y cuidado de la misma también es un hecho social, puede ser posible una deconstrucción de esas prácticas e ideologías. Las y los periodistas que procuramos tener claridad sobre qué es la educación sexual y todo lo que se relaciona con ella, poseemos más elementos que aportar para explicarla, cuestionarla o combatirla. A su vez, tenemos la oportunidad de elegir hablar mejor de lo mismo. En las salas de redacción, o en el caso de la radio, las cabinas de locución se disputan las informaciones que se consideran relevantes en función de la actualidad y la agenda política y económica de los medios. La cantidad de acontecimientos es amplia, pero las posibilidades de que una historia sobre sexualidad en comunidades rurales o indígenas llegue a un espacio noticioso son menos en un sistema mediático que homogeniza y simplifica contenidos. Ese es el reto para los periodistas que nos involucramos en asuntos poco rentables para la lógica mercantil de los medios de comunicación.

Debemos renovar la mirada y las estrategias que nos sigan permitiendo desarrollar informativamente la amplia agenda del ejercicio de la sexualidad, el cuidado, prevención y atención a la salud.

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