Opinión
Ver día anteriorLunes 18 de junio de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desde el otro lado

La política Pinocho

¿A

lguien en su sano juicio puede creer a Donald Trump algo de lo que dice? Una larga cadena de mentiras y contradicciones son prueba más que suficiente para concluir que no es posible dar el mínimo crédito a sus afirmaciones y decisiones. Así, se deben sopesar sus más recientes declaraciones sobre la política migratoria de su administración. Por la mañana dice apoyar una reforma que el liderazgo republicano ha diseñado con el concurso de sus legisladores, conservadores y moderados. Entre otras medidas, la medida establece una vía para otorgar la ciudadanía a los dreamers, incrementar las medidas de seguridad en la frontera, terminar con la política basada en la reunificación familiar y aprobar un presupuesto de 25 billones de dólares para la construcción del muro, que son los pilares de la política migratoria de Trump. Por la tarde señala que no firmará la reforma, y con sólo unas palabras da al traste con el acuerdo entre los legisladores de su propio partido. Sin embargo, unas horas después dice a la cadena Fox de noticias que su declaración fue mal entendida porque su intención es apoyar dicha medida.

En otro escenario, por la mañana insinúa que es necesaria una política humanitaria para proteger a los casi 2 mil menores que han sido separados de sus padres al cruzar la frontera. Pero por la tarde también apoya las declaraciones de Jeff Sessions, titular del Departamento de Justicia, quien afirma que en Estados Unidos está vigente la política de cero tolerancia con los indocumentados, en clara refutación a lo señalado esa mañana por su jefe sobre la política humanitaria para los menores que han sido separado de sus padres.

Está por demás decir que es difícil entender, ya no digamos creer, las declaraciones del presidente de la nación más poderosa del mundo, cuestión que ya es en sí sumamente delicada. De lo que no hay duda es de que Trump sigue jugando al oportunismo más rampante. Es claro que su única habilidad negociadora tiene como base arrojar migajas a buena parte del lumpen racista que votó por él, a partir de sus desaforadas promesas. Satisfacer su ego e intereses más inmediatos es la única preocupación que cada hora se disuelve en un trasnochado y peligroso pragmatismo que ha puesto de cabeza a EU y por extensión al resto del orbe. No fue otra la finalidad del supuesto acuerdo al que llegó con el presidente de Corea del Norte. ¿En cuantos días dirá que fue mal entendido porque no hubo tal acuerdo?