Opinión
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Jazz

Dos generaciones

S

i las más ligeras e inofensivas aproximaciones al jazz se convierten en todo un desafío para la proyección o la subsistencia de un músico, los terrenos de la improvisación libre resultan un tabú para la mayoría de los instrumentistas. Pero cuando un buen músico se anima a navegar por estas aguas, una nueva e inagotable forma de la belleza aparece ante nuestros asombrados ojos de niño.

Así debió entenderlo Israel Flores, percusionista queretano que después de batallar para organizar un festival de free jazz en su ciudad natal, decidió irse a radicar a Wuppertal, Alemania. “Conocí a mi esposa hace un año, durante el intermedio de uno de mis conciertos en Querétaro –nos platica Israel. Ella es Milena Sawczuk, maestra alemana de yoga, y decidimos mudarnos acá para formar familia; mi hija acaba de nacer. Ignoraba que esta ciudad es la cuna del free jazz europeo”.

¿La cuna del free jazz europeo? “Sí. Es la capital del free jazz porque vio nacer este género a cargo de dos nativos: Peter Brötzmann y Peter Kowald, en los años 60. Los dos vivían muy cerca de nuestra casa; por eso, una semana después de que nos mudamos me encontré a Brötzmann en la calle, pero sólo intercambiamos miradas y cada quien siguió su camino.

Una semana después me llegó un correo electrónico de la acordeonista Ute Völker, ofreciéndome un contrato para un concierto el 14 de junio, en la fundación ORT / Peter Kowald, con uno de los mejores saxofonistas de la ciudad, Hans Peter Hiby, quien recibió del mismo Brötzmann su primer saxofón.

Apenas el año pasado, Israel Flores editó su primer disco en formato físico: Los jaguares sueñan flamingos, pero su discografía digital es bastante amplia y se puede localizar en israelfloresbravo.bandcamp.com. Cuando le preguntamos qué pasaría con el festival de free jazz de Querétaro, nos respondió: Sé que no volveré a mi tierra en un largo tiempo, salvo para llevar a cabo el festival el próximo año. De ahí en fuera, ya me siento en casa.

Arturo Piña no era músico ni periodista, pero era un excelente y agudo crítico musical que compartía conceptos y observaciones con sus amigos cercanos, ya fuera en persona o vía Internet. El maestro y yo nos saludamos de mano y nos vimos a los ojos en dos ocasiones; una de ellas, cuando vino a Ciudad de México para un chequeo médico; la otra fue en 2016, cuando asistió a la presentación del Atlas del Jazz en México en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach).

En aquella ocasión, Arturo sorprendió al profesorado de la Facultad de Música –todos ellos admiradores confesos del maestro–, pues una añeja enfermedad lo mantenía prácticamente retirado, dedicado a leer y a escuchar jazz, y a asesorar de vez en vez a los productores de radio y algunos jazzistas locales.

Arturo Piña, químico farmacéutico, nació el 3 de agosto de 1936 en la ciudad de Mérida; decidió ir a vivir a Tuxtla Gutiérrez y ahí dio clases en la universidad, fundó uno de los más importantes laboratorios del estado y destacó ampliamente entre la comunidad científica (el auditorio del Issste estatal lleva su nombre).

Pero la pasión más grande de su vida fue la música, esencialmente el jazz. “Soy melómano, audiófilo y discófilo desde los nueve años –me decía–, pero mi pasión es el jazz”. Sus conocimientos jazzísticos eran realmente impresionantes, pero lo que más me sorprendió siempre fue la pasión, el bendito delirio con el que escuchaba y compartía la música. Arturo tenía miles de discos de jazz y tenía apuntes a mano de todos los solos de todos y cada uno de sus discos. Ojalá que la Unicach tuviera la iniciativa de publicar esos apuntes.

Arturo Piña leía esta columna todo el tiempo; si por alguna razón se retrasaba su publicación, me hablaba por teléfono para saber qué pasaba. Si alguna nota le gustaba particularmente, igual me hablaba y platicábamos 20 o 30 minutos.

Él murió el pasado 9 de abril. Todo Chiapas y yo sabemos que su paso por este planeta ha sido trascendental, fundamental para la música, para entender que gente como él no sólo dignifica nuestra especie humana… atempera también el fuerte hedor de estos días.Descanse en jazz.