Opinión
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¿Descentralización, desconcentración o qué?
S

e ha estado hablando de descentralización de la administración pública federal, pero el concepto no ha sido del todo claro. En principio, y así se entiende en todos lados, la descentralización es lo contrario a la centralización, pero no siempre se aclara que cuando se hace referencia a la primera se está hablando en términos administrativos y no necesariamente geográficos. De otra manera dicho, da igual donde se ubique una secretaría de gobierno, si en la capital de la República o en otra entidad federativa, pues cambiarla de domicilio no altera el hecho de que la centralización administrativa implica una relación jerárquica donde los titulares de cada órgano están sujetos a las autoridades superiores, para el caso al titular del Poder Ejecutivo de la nación.

La descentralización administrativa, que no parece ser la intención de López Obrador, es ceder –para decirlo con Gabino Fraga– la realización de algunas actividades administrativas a órganos que guardan con la Administración central una relación que no es la de jerarquía. Fraga, para quien lo recuerde, es el Maestro (así, con mayúscula) del derecho administrativo mexicano, por lo que es obligada referencia para quien quiera hablar del tema y encontrar sus bases jurídicas.

Quizá lo que debería decirse es desconcentración (administrativa). Ésta consiste, señala Fraga, en atribuir facultades de decisión a algunos órganos de gobierno de la Administración que, a pesar de recibir tales facultades, siguen sometidos a los poderes jerárquicos de los superiores. Otra cosa, por cierto, sería la descentralización política que, siguiendo a nuestro autor, se opera en el régimen federal, porque mientras que la [descentralización administrativa] se realiza exclusivamente en el ámbito del Poder Ejecutivo, la segunda implica una independencia de los Poderes estatales frente a los Poderes federales.

No me quedan claras las intenciones del futuro presidente de México al mudar ciertas secretarías de su gobierno a diversas entidades de la Federación, y menos que se le llame a este proceso descentralización.

Hace muchos años tuve la experiencia de la mudanza de Pemex de la avenida Juárez a Marina Nacional en el mismo Distrito Federal. Participamos varios expertos en Investigación de Operaciones, y fue una tarea inmensa que costó una gran cantidad de recursos tanto humanos (técnicos) como económicos y, desde luego, llevó varios meses prepararla y llevarla a cabo. Esto, supongo, se puede hacer ahora y sin duda con técnicas más avanzadas que las de hace más de 40 años. Pero no es tarea fácil, a pesar de que sólo se trataba de las oficinas administrativas de la paraestatal. Por lo demás, si sólo estamos hablando de oficinas administrativas, ¿cuál es la ventaja de mudarlas de ciudad? La Secretaría de Marina, para poner el ejemplo aparentemente más obvio, ¿tendría que estar a la orilla del mar? Ahí están los barcos y los marinos, pero no es evidente por qué tendrían que estar también el secretario, los subsecretarios, los jefes de departamento y los trabajadores de base que no tienen ninguna razón para estar cerca del mar; y menos en estos tiempos de teléfonos celulares, Internet y muchas otras tecnologías que facilitan la comunicación instantánea. Es como si un articulista de un diario tuviera que estar en la misma ciudad donde están las oficinas centrales del periódico en lugar de usar correo electrónico para enviar sus escritos. Lo mismo se puede decir de todas las secretarías del gobierno federal. ¿Se ha pensado (supongo que sí) el costo de las reuniones de gabinete con los secretarios de gobierno que están repartidos en casi todos los estados de la Federación? Y si éstos no se van, sino sólo los trabajadores de base, ¿para qué enviarlos lejos de donde viven actualmente, de las escuelas donde estudian sus hijos, de su entorno vecinal, de familiares y de amigos? ¿Para que los vean feo porque son chilangos? ¿Para que tengan que vender o alquilar sus casas o departamentos y llegar a alquilar otro lugar, buscar escuelas, el supermercado, el marchante que le dé buena carne, hacer nuevos amigos, etcétera? ¿Y la abuelita o el familiar enfermo, los dejan o se los llevan consigo y todo lo que esto implica? ¿Y el hospital donde atendían al pariente con cáncer, existirá en la ciudad donde los reubiquen? ¿Y el que es alérgico al frío o al calor extremo? Y, lo más importante, ¿para qué? ¿Para aumentar los niveles de consumo en algunos estados del país? ¿Y los riesgos tipo los petroleros en Tabasco que encarecieron (y mucho) el nivel de vida de los tabasqueños e hicieron proliferar los bares y prostíbulos? ¿O ya no se acuerdan?

Confieso que no entiendo. Pero no me parece, a primera vista, una medida necesaria y tal vez ni siquiera racional. Alguien debería explicarla en detalle.

rodriguezaraujo.unam.mx