Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 26 de octubre de 2002
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Cultura

Juan Arturo Brennan

De nuevo, Mozart y Haydn

La noche del miércoles concluyó, con un concierto muy concurrido y exitoso, el tercer Festival Mozart-Haydn dirigido íntegramente por Carlos Miguel Prieto. A lo largo de seis semanas volvió a ponerse de manifiesto que Haydn y Mozart son, deben ser, cimientos del quehacer de cualquier ámbito musical que se suponga civilizado. La prueba de que ello no ocurre aquí es, precisamente, la necesidad de realizar un festival especial para dar a estos dos grandes músicos el lugar que les corresponde en los repertorios sinfónicos, de cámara y vocales. Para muestra, un botón: basta revisar las programaciones de nuestras orquestas (sinfónicas y de cámara) para constatar que, sobre todo en el caso de Haydn, hace falta mucho por tocar, cantar, promover y conocer.

El primer programa del Festival Mozart-Haydn fue una buena muestra de programación inteligente y aventurera. Intercaladas con las tres sinfonías de Haydn referidas a los distintos momentos del día (las números 6, 7 y 8 de su catálogo), se interpretaron algunas de las canzonas y sonatas de Giovanni Gabrieli para ensamble de metales. Por más que esto pudiera parecer incongruente, es evidente que hay una liga estrecha entre el nacimiento del pensamiento puramente instrumental en manos de Gabrieli y el surgimiento de un enfoque sinfónico en manos de Haydn. En las sinfonías, Carlos Miguel Prieto supo dar realce a las aventuras armónicas y expresivas que, desde muy temprano, aparecen en el catálogo sinfónico de Haydn.

A su vez, el ensamble de metales interpretó a Gabrieli con un buen sentido de la espacialidad y de la correcta dinámica necesaria para destacar las riquezas de la escritura imitativa del compositor italiano. En sesiones subsecuentes del festival fue posible apreciar, como ya ha sido costumbre, la intención de dar voz a instrumentos distintos del violín y el piano, en particular con la presencia de Benjamin Kamins en la ejecución del bello Concierto para fagot de Mozart. Y en esta misma vena de flexibilidad experimental, uno de los programas estuvo dedicado a un recital de violín y piano en el que se trazó una importante rama de una genealogía bien conocida, con sendas obras de Mozart, Beethoven y Brahms.

En el concierto siguiente a este recital se presentó el formidable violinista Philip Quint, interpretando el Quinto concierto de Mozart (acompañado por sendas sinfonías de Haydn y el propio Mozart) con el alto nivel que acostumbra. Especialmente atractiva, al interior de una ejecución de primera, su pulcritud estilística en las cadenzas del concierto y en los toques ''exóticos" planteados por Mozart en el movimiento final de la obra.

Para el concierto de clausura del festival, dedicado por entero a Mozart, la asistencia del público aumentó de manera notable al conjuro de la música vocal. Más por calibrar qué es lo que atrae al público que por mera curiosidad anecdótica, me gustaría saber si la gente acudió numerosa a la ópera o a misa. La primera parte del programa quedó cubierta con la obertura de Las bodas de Fígaro y algunas arias y duetos de esta ópera, de Don Giovanni, de Così fan tutte y de La flauta mágica, bien cantadas (y por momentos con algunas discretas pero atractivas connotaciones teatrales) por Lourdes Ambriz, Hila Plitmann, Leonardo Villeda y Jesús Suaste. Este mismo cuarteto vocal se encargó de las partes solistas en una muy buena ejecución de la Misa K. 427, una de las partituras más ricas y complejas del catálogo mozartiano. Entre numerosos momentos atractivos de esta gran misa, destacó los que se dieron en el Credo.

Por un lado, un buen manejo por parte del director y del Coro Convivium Musicum de la interesante alternancia entre los pasajes homofónicos y la polifonía de raíz barroca y, más adelante, en el Incarnatus est, una sólida actuación del trío de alientos planteado por Mozart primero como introducción y más tarde como compañía de una pieza vocal que tiene todas las características (expresión, fraseo, ornamentación) de un aria de ópera, bien delineada por Hila Plitmann.

En suma, un muy buen cierre de esta breve pero sustanciosa temporada Mozart-Haydn. En ediciones subsecuentes del festival (ojalá que sean muchas) valdría le pena explorar, quizá, la música vocal de Haydn, que en general está muy abandonada por estas latitudes.

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