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México D.F. Miércoles 27 de agosto de 2003

Víctor M. Toledo*

El cambio climático no sabe sociología

A la complejidad de un mundo globalizado sólo procede aplicarle un "pensamiento complejo" capaz de entender que, por ejemplo, los fenómenos naturales y los fenómenos sociales ya no pueden analizarse separadamente, que en el planeta todo lo que existe (viviente y no viviente) se encuentra cada vez más interconectado o, en fin, que el "aleteo de una mariposa" puede tener un efecto a miles de kilómetros, de la misma manera que un microbio puede causar el colapso de una nación.

Es desde esta nueva dimensión del pensamiento que conviene preguntarnos si existe alguna relación entre la decisión del gobierno de George W. Bush de anular la Ley de Aire Limpio, promulgada en 1977, que obliga a las industrias estadunidenses a instalar dispositivos contra la contaminación, y la ola de calor extremo que ha hecho hervir buena parte de Europa este verano y que ha provocado más de una tragedia.

La respuesta es positiva y la explicación está relacionada con el llamado cambio climático global, fenómeno que surge de los daños que las actividades humanas han provocado en el ecosistema planetario, a consecuencia de la contaminación industrial y de la desaparición de los bosques. En este panorama Estados Unidos no sólo es el país más contaminante del orbe, además se dio el lujo de aumentar las emisiones en 17 por ciento entre 1990 y 2000 y, para colmo, es el único país que se niega a firmar el protocolo de Kyoto, acuerdo que busca por consenso la disminución paulatina en todos los países de los llamados "gases invernadero". Pero veamos en detalle la relación entre la política ambiental estadunidense y los países europeos, los que a diferencia de Estados Unidos han actuado responsablemente y disminuido sus emisiones contaminantes en 3.5 por ciento en la última década. Todo indica que las temperaturas promedio del mundo se están incrementando: la década de los 90 registró un aumento extraordinario y la World Meteorological Organization declaró 1998 como el año más caliente desde que se iniciaron los registros climáticos en 1860.

El otro efecto notable es la aparición de eventos climáticos extremos que en todo el mundo están dejando una nueva percepción en la ciudadanía. Hoy existe la certeza de que las oscilaciones térmicas o los ciclos de sequía y humedad se han ampliado y que ciertos eventos como el fenómeno de la corriente marina de El Niño o los huracanes han aumentado en número y en potencia.

La reconstrucción de estos eventos impredecibles, anormales y, dependiendo de las condiciones de cada territorio, catastróficos, que asolaron la última década revela que, salvo algunas excepciones (como los incendios forestales en Canadá), el cambio climático había afectado principalmente a los países y a los territorios de las regiones más pobres y menos industrializadas.

Para documentar lo anterior están los registros siguientes: los incendios forestales que, a causa de la sequía y otros factores, arrasaron durante 1997 y 1998 con 8.7 millones de hectáreas de selvas tropicales y otros tipos de vegetación en las porciones más húmedas de Indonesia, Brasil, México, Centroamérica y varios países de Africa. Las inundaciones provocadas por lluvias torrenciales (monzones, tifones y ciclones tropicales) en Bangladesh, India, Nepal, Filipinas, Pakistán y China que dejaron sin vida a miles y afectaron a una población estimada en 250 millones. La secuencia de huracanes que afectaron a los países centroamericanos y del Caribe y al sur de México, que culminaron con el huracán Mitch en 1998, fenómeno que provocó la muerte de 10 mil personas y afectó la vida de casi 7 millones. Y, en fin, el ciclo de lluvias torrenciales y sequía extrema que afectó a Somalia y a otros países del norte de Africa, colapsando la agricultura de subsistencia y provocando hambruna.

El cambio climático global, que ya no es un "fenómeno natural", sino reacciones hasta ahora todavía impredecibles de la naturaleza frente a los cambios generados por la sociedad humana, ha tocado Europa. Por segundo año consecutivo el continente europeo ha sido sorprendido por fenómenos climáticos inesperados. Durante el verano de 2002 una sucesión de lluvias torrenciales provocó que buena parte del territorio de la república Checa y Alemania y algunos territorios de otros países quedaran bajo las aguas. Este año han sido las tórridas temperaturas de agosto que en menos de dos semanas provocaron cientos de incendios forestales y dejaron sin vida a miles de personas, principalmente de la tercera edad.

El balance comienza a ofrecernos un panorama de las tragedias, conforme los reportes sueltan cifras: más de 400 mil hectáreas de bosques y otros tipos de vegetación afectadas por el fuego en Portugal (equivalentes a 5 por ciento de su territorio) y otras 25 mil hectáreas en España. La tragedia se torna incomprensible frente a las cifras del número de ciudadanos europeos que perdieron la vida durante la ola de calor extremo: más de 10 mil en Francia y probablemente 3 mil entre Portugal y España.

Para quienes aún dudan de la magnitud cualitativamente superior de estos fenómenos con eventos similares del pasado, y a reserva de esperar los análisis de los especialistas, ahí están los datos parpadeándonos como focos rojos: 70 de 180 estaciones meteorológicas de Francia rompieron récord de temperatura y lo mismo sucedió con la estación más antigua de Inglaterra y varias de España. El efecto catastrófico no sólo fue resultado de máximas extremas, sino de una sucesión de varios días y noches de bochorno insoportable y, por supuesto, de las condiciones sociales que explican por qué no sucedió en España lo que fue una tragedia en Francia

ƑQué lecciones podemos derivar? La dimensión de la catástrofe europea iguala y aun supera ligeramente en número a lo ocurrido en Centroamérica con Mitch, confirmando lo que ya se sospechaba: que el cambio climático global no sabe sociología, no distingue entre países ricos y enclaves pobres; para la naturaleza todos somos mamíferos de una especie molesta. ƑSeremos capaces de evitar que nos elimine para siempre?

* Investigador de la UNAM

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