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P O L I T I C A
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México D.F. Lunes 5 de enero de 2004

Arturo Balderas Rodríguez

La difícil objetividad

Hace algunas semanas en la cadena National Public Radio (NPR), cuyos recursos provienen de fondos federales que se complementan con aportaciones de organizaciones no lucrativas y de sus radioescuchas, Terry Gross, una de sus comentaristas más escuchadas, entrevistó en su programa a Bill O'Reilly, comentador de la cadena Fox, conocido por las violentas admoniciones en contra de todo lo que tenga ver con política liberal o social.

El motivo de la entrevista era comentar su libro de reciente aparición: Who's Looking Out for You? (ƑQuién vigila por ti?) en el cual reprueba la laxitud del servicio de inmigración estadunidense con los indocumentados, lo que, según él, ha causado gran daño al país. Critica asimismo la actitud de la minoría demócrata en el Congreso, cuyos intereses personales, desde su punto de vista, son causa del ambiente de odio que se vive en Estados Unidos.

Durante la entrevista Gross mencionó algunas de las críticas que se han hecho al libro, principalmente desde la perspectiva liberal e incluso dijo que The New York Times se había negado a reseñarlo. O'Reilly, con su característico estilo agresivo y mordaz, tachó a la señora Gross de exponente típica del pensamiento liberal que, según él, predomina en la cadena NPR. Antes que la comentarista pudiera responder, O'Reilly abandonó el estudio y la dejó literalmente con la palabra en la boca.

Días después el ombudsman de la NPR, Jeffrey A. Dvorkin, quien se esmera por aplicar el código de ética de la cadena, criticó públicamente a Gross por considerar que había faltado a ese código al hacerse eco de las críticas a la posición conservadora de su entrevistado. Y fue aún más allá, pues estimó inapropiado que los comentaristas de la cadena expusieran sus opiniones personales, incluso fuera de la cadena, porque les resta credibilidad frente a su auditorio.

En pocas palabras ésos fueron los hechos que describen una situación que se repite frecuentemente en NPR, de la que han sido críticos constantes los representantes más conspicuos del Partido Republicano.

La historia viene a cuento porque toca uno de los aspectos más controvertidos del sistema de estaciones de la radio, que en Estados Unidos se mantiene con fondos públicos, o sea, con los impuestos de todos los ciudadanos.

Desde el punto de vista estrictamente ético, la crítica del ombudsman es razonable. Sin embargo, en estos tiempos de guerras santas y de armas de destrucción masiva perdidas pareciera que el trabajo de los programas de comentarios en NPR se mide con un rasero diferente del área informativa.

El auditorio de NPR ha criticado duramente la forma en que la cadena ha cubierto, primero, la invasión, y ahora la ocupación de Irak. Sus emisiones noticiosas frecuentemente han dado la impresión de que actúa como vocera del gobierno estadunidense. En contraste, la información que ha brindado la cadena británica BBC, que también se sostiene con fondos públicos, ha sido la crítica más acerba del primer ministro Tony Blair por su apoyo a la guerra.

Lo que se puede advertir es que la objetividad tiene un sentido diferente para la radio pública y la comercial. En un caso representa una vía para narrar los excesos de una política diseñada para beneficio de unos cuantos; en el otro, un jugoso contrato de alguna de las compañías que reconstruyen la destrucción causada por esos excesos. Lo que seguramente no pasará inadvertido a los directivos de las estaciones que se mantienen con fondos públicos es que, de acuerdo con el sentir de su auditorio, todavía representan una opción para quienes discrepan de la forma y contenidos de las estaciones comerciales.

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