396 ° DOMINGO 24 DE JULIO DE 2005
 

Historias del otro lado
Los ambulantes mexicanos, legales en Nueva York

Marco Vinicio González/ Nueva York

Una coalición multirracial ­en la que mujeres mexicanas llevan la voz cantante­ acaba de ganar una batalla que le permite ejercer legalmente el comercio ambulante en las calles de la Gran Manzana



Fotografía: Elizabeth Coll
Más que por el sol veraniego sobre sus rostros, la expresión de unos cien inmigrantes latinos ­la mayoría de ellos mexicanos humildes­ brillaba por la satisfacción del triunfo. Congregados en las escalinatas de la alcaldía de Nueva York, estos trabajadores esperaban al alcalde Michael Bloomberg para atestiguar la firma de una ley que les cambiará sustancialmente la vida.

En representación de la "legión de héroes anónimos" ­llamada así por Charles Barron, el concejal afroamericano quien más fuertemente impulsó la nueva ley 491-A en el cabildo neoyorkino­asiste Lidia Calleja, líder de un movimiento de nuevo cuño en "La Gran Manzana" o Manhatitlán.

Los "héroes" son el centro de atención de decenas de periodistas de medios en español e inglés. Y los "héroes" son vendedores de flores, comida, frutas con chile, helados, refrescos y una amplia variedad de productos que expenden sin permiso en las calles, razón por la cual han sido perseguidos por la policía de la ciudad.

Después de un rato, este lunes 11 de julio, el alcalde firma la ley 491-A que beneficia a unos seis mil vendedores, y pone fin a una práctica municipal de más de seis décadas: la exigencia de probar la residencia legal para obtener una licencia de comerciante ambulante.

Atrás quedan el sobresalto y el miedo que durante tantos años les inculcó la policía a estos trabajadores indocumentados. También quedan atrás el temor a perder la mercancía confiscada, el pago de multas de hasta dos mil dólares por vender en la calle sin licencia, y en ocasiones el riesgo a ser deportados.

Lidia Calleja comenta que incluso las vendedoras eran "manoseadas" por los agentes del Departamento de Policía de la Ciudad de Nueva York (NYPD, por sus siglas en inglés), quienes con el pretexto de buscar armas y drogas "la tocan a una donde no está permitido tocar".

Para esta madre soltera proveniente de Izúcar de Matamoros, Puebla, la satisfacción de la victoria ha sido mayor por los casi tres años de lucha formal que se convirtieron "en una escuela, donde no nada más nos reunimos a platicar largas horas por la noche después del trabajo, sino que hemos aprendido todos los días sobre nuestros derechos y nos dábamos tareas".

Ella, junto con otras vendedoras, ya habían logrado otro hecho histórico para esta ciudad. Hace dos años consiguieron sentar por primera vez a altos mandos del NYPD para "leerles la cartilla" durante tres horas, tiempo durante el cual escucharon atentos y con estoicismo. El resultado fue una ligera disminución del hostigamiento policial.

Vender en El Barrio

Lidia vino a Estados Unidos a seguir los pasos de su padre, bracero en California, pero desde que vivía en México se dedicaba a vender frutas y chicharrones afuera de las escuelas. Lo mismo hace ahora en las calles de Nueva York, donde su mayor temor era que la policía le quitara a su pequeño hijo, quien siempre la acompañaba en su trabajo callejero.


El festejo de los ambulantes. Al centro, el concejal Barron Fotografía: Marco Vinicio González

Este día de festejo Lidia es flanqueada por las abogadas Flor Bermúdez y Mayra Peters-Quintero. La primera es quien contrató a Lidia y a otras inmigrantes mexicanas para dirigir la oficina de Esperanza del Barrio, el cuartel de lucha de los vendedores ambulantes en el este de Harlem, o "El Barrio", como todo mundo le conoce. Esperanza del Barrio unifica a mujeres migrantes de Puebla, Morelos, Guerrero y el Distrito Federal, y fue el principal motor de esta batalla en la que también participaron grupos de inmigrantes africanos, asiáticos y latinos, además de afroamericanos, según dice Peters-Quintero, directora de las Clínicas de Inmigración de la Universidad de Nueva York.

La abogada explica que es la primera vez, desde los años treinta, que se revierte una política antiinmigrante de la ciudad de Nueva York. De este modo, se acaba con un requisito que sólo se exigía en este caso y no en los otros 50 permisos que emite el ayuntamiento.

Con los inmigrantes sí, con Fox no

Cuando el alcalde Michael Bloomberg firma la nueva ley, los trabajadores indocumentados transforman su grito de "sí se puede" en un "sí se pudo", y lo llevan hasta las escalinatas de la alcaldía.

Antes, según el protocolo de las rúbricas, el principal promotor de esta ley, el concejal Charles Barron dice: "Esto es lo que debe hacerse por los inmigrantes que hacen una tremenda aportación económica con sus impuestos, al capital intelectual y cultural de la ciudad de Nueva York". Y se preguntó: "Si ellos pueden morir en Irak por este país, ¿por qué no pueden vender legalmente en las calles, sin el acoso constante de la policía?"

"De aquí en adelante todo será mejor y mejor", dice el concejal, un convencido de que "con los trabajadores mexicanos de base, como puede apreciarse, vamos caminando juntos; pero no con las declaraciones insensibles del presidente (Vicente) Fox, o con actos racistas como el de la estampilla de correos (de Memín Pinguín), que nos denigran".

Nuevo reto en puerta

La batalla, para los vendedores ambulantes mexicanos en Nueva York, no ha terminado. El número de licencias es limitado (853 para un universo calculado en diez mil ambulantes) y para obtener una de venta de mercancía en general hay que esperar hasta 25 años.

Por eso el siguiente paso de la coalición multirracial de vendedores es impulsar el cambio en la ley 621, que establece el límite de permisos.

"Yo quisiera agrandar mi negocio, no sé, tal vez hasta poner una frutería para poder darle todo lo que yo no tuve a mis hijos... Pero no, estoy soñando, lo que tengo que hacer primero es volver a la lucha para reformar ahora la 621", concluye la poblana Lidia.