Usted está aquí: martes 7 de febrero de 2006 Opinión APRENDER A MORIR

APRENDER A MORIR

Hernán González G.

Pensar la muerte

EXISTE UN PEQUEÑO y valioso libro editado por el Fondo de Cultura Económica de Argentina en 2004, publicado en París 10 años antes: Pensar la muerte, del filósofo francés de origen ruso y discípulo de Bergson, Vladimir Jankélévitch (1903-1985), cuyo padre fue el primer traductor de la obra de Freud al francés, ampliamente recomendable para quienes deseen reflexionar más allá de los aspectos prácticos en torno a la muerte o, si se prefiere, en las antípodas de su sistemática banalización.

A LO LARGO de sus 129 páginas, la obra reúne cuatro inteligentes entrevistas a Jankélévitch en torno al misterio del instante mortal, ese que en su libro La muerte, publicado en 1966, él denomina "el movimiento de nada hacia ninguna parte".

EN LA PRIMERA entrevista, realizada por Daniel Diné en 1967, el filósofo reflexiona sobre la experiencia de la muerte de alguien cercano, de la del otro en general y acerca de la incertidumbre metafísica que cada uno siente frente a lo irrevocable de la propia muerte. En la segunda, hecha por Georges Van Hout en 1970, analiza el sentido de la vida en el contexto de las prácticas religiosas, tanto en las sociedades primitivas como en las sociedades modernas, y el papel del incrédulo ante la muerte.

LA TERCERA CHARLA , sostenida con Pascal Dupont a mediados de 1974, es decir, hace más de tres décadas, se ocupa del tema de la eutanasia y del papel preponderante de la ciencia médica a través de la manipulación genética, el trasplante de órganos y los aspectos éticos que se desprenden de ello. El cuarto y último diálogo, sin firma pero publicada en Quel corps?, en 1975, ofrece valiosas consideraciones sobre la violencia, el fanatismo, las angustias y las ansiedades del hombre contemporáneo frente a lo efímero de la existencia.

PODRIA SUPONERSE QUE en 30 años el pensamiento occidental en materia tanatológica ha tenido tiempo de evolucionar y que, por tanto, las opiniones de Jankélévitch fueron rebasadas; sin embargo, para desgracia de los seres humanos, en ese lapso las sociedades no han hecho sino maquillar, evitar, frivolizar y comercializar el tema de la muerte, y los esfuerzos serios y sustentados para abordarla siguen siendo escasos, incluso en el llamado primer mundo.

AFANOSO MUSICOLOGO TAMBIEN , Jankélévitch sostiene desconcertado en Pensar la muerte: "Los tabúes no siempre están del lado que uno cree... Por ejemplo, el gran músico Manuel de Falla (1876-1946) era místico. Murió porque era muy cristiano y se negó a curarse. Tenía algo en la próstata y no quería hacérselo sacar, no quiso hacer nada porque Dios le había enviado la enfermedad. Y luego murió".

SIN EMBARGO, 70 años de vida parecen una cifra razonable para quien ha sabido vivir una existencia fructífera y creativa, como Falla precisamente. En cualquier caso, hace seis, 60, 600 o 6 mil años, el ser humano ha tenido siempre la opción de escoger su muerte, sea por acción, omisión o sumisión a designios ignotos. Más que someterse, don Manuel tomó su decisión.

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