Usted está aquí: domingo 12 de marzo de 2006 Opinión La izquierda en América Latina y los miedos de Salinas

Editorial

La izquierda en América Latina y los miedos de Salinas

Ayer sábado, el ex presidente Carlos Salinas de Gortari expresó que las democracias de América Latina se verán seriamente amenazadas en caso de que la izquierda llegue al poder en México, si como él lo teme y como lo establecen las encuestas de intención de voto, Andrés Manuel López Obrador, candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD), gana las elecciones presidenciales de julio próximo.

En una conferencia en el Instituto Tecnológico de Massachussetts, Salinas de Gortari aseguró no ver "mucha izquierda en América Latina, al menos en el gobierno. La retórica se inclina más hacia el lado demagógico", lo cual puede ser "riesgoso, pues el desafío más grande al proceso democrático es el aspecto institucional o el imperio de la ley".

Salinas no es capaz de ver y escuchar el llamado de millones de personas que exigen acabar con el modelo económico que ayudó a imponer, lo cual revela una búsqueda de opciones distintas, que garanticen mayor justicia social. El proyecto de gobierno de Salinas fue diseñado para enriquecer a unos cuantos, dejando al resto del país en la miseria. Al final de su mandato, las medidas impulsadas por él para cumplir con las condiciones económicas exigidas por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte ­que se firmó a pesar de la oposición de amplios sectores de la sociedad civil­ dañaron seriamente la economía nacional, preparando una crisis de graves consecuencias, aún presentes.

Las declaraciones del ex presidente revelan, además, su temor de que la llegada de López Obrador a Los Pinos deje atrás el modelo económico impuesto durante los últimos 20 años, periodo en que han prevalecido altos niveles de corrupción. Los resultados del salinismo están a la vista. Paulatinamente el poder adquisitivo de la gran mayoría de la gente cayó en picada y los sectores productivos sufrieron fuertes mermas, se perdieron miles de empleos y se dejaron condiciones que favorecieron una gran desigualdad social.

El primero de enero de 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional se levantó en armas, denunciando la miseria que afectaba a gran parte de los mexicanos. Los rebeldes advirtieron, además, que el tratado comercial firmado con Estados Unidos y Canadá iba a agudizar los problemas económicas de las mayorías, como ha sucedido desde entonces.

Esta historia no es exclusiva de nuestro país. En realidad el paso de los gobiernos neoliberales, desde finales de los 90 hasta la fecha, ha dejado herencias similares en todo el continente. Un modelo que ha propiciado mayor pobreza e injusticia. Y es que prácticamente todos los países de América Latina sufren de los mismos flagelos.

Por ello, no es no es coincidencia que la gente, no sólo en México sino en toda América Latina, busque otras opciones. En Sudamérica: Brasil, Uruguay, Argentina, Venezuela, Bolivia y ahora Chile, la ciudadanía ha llevado al poder a partidos o coaliciones de izquierda. Sin duda existen expectativas de que los gobiernos de esa ideología se ocupen más de la gente, y no casi exclusivamente de los capitales. El mismo sábado, por ejemplo, Michelle Bachelet se convirtió en la primera mujer en la historia de Chile que jura como presidenta de la República. Su perfil ­militante socialista de toda la vida, víctima de la dictadura de Augusto Pinochet­, y su seria preocupación por las causas populares, la convierten en la esperanza de millones de personas. Después de todo, en una democracia verdadera, no la que defiende el ex presidente, es la gente la que decide quién la gobierna, llevada por las necesidades que padece. Entonces, el temor no parece significarse por la izquierda sino por los cambios de régimen que están a la vista y que podrían solucionar los problemas que Carlos Salinas engendró, como los altos índices de pobreza y la criminal desigualdad existentes en el país.

 
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