Opinión
Ver día anteriorMartes 31 de agosto de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ciudad Perdida

Las ambiciones políticas de Barrales

Una decisión sin temor... y sin permiso

E

l acto se planeó con dos meses de antelación, pero la decisión de poner sobre la mesa de la discusión política su más caro deseo fue una medición que se hizo apenas la semana pasada, para lo cual aceptó la responsabilidad que eso significa. Lo hizo entonces sin temor, y dicen que sin pedir permiso.

Efectivamente, los reunidos en el teatro Metropólitan, todos los representantes de los poderes, casi todo el gabinete del gobierno de la ciudad, muchos delegados, representantes de los partidos políticos, y un generoso número de acarreados en nombre del ex delegado Julio César Moreno, sabían saben de las ambiciones de Alejandra Barrales, pero ninguno suponía que la lideresa de Asamblea Legislativa del Distrito Federal se atreviera a dar el paso.

El único que pareció no sorprenderse fue el jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, pero la panista Mariana Gómez del Campo, quien utilizó el informe de la presidenta de la Comisión de Gobierno de la Asamblea Legislativa para hablar casi de corrido con Ebrard, abrió tamaños ojotes cuando escuchó aquello de que "ustedes saben que tengo una aspiración y voy a trabajar incansablemente para alcanzarla".

De inmediato volvió a encarar a Ebrard –se había corrido un asiento para acercarse al jefe de Gobierno–, movió la cabeza en sentido negativo, y pareció decir: no se vale, que el jefe de Gobierno recibió con absoluta frialdad, y por ello, sin ningún aspaviento, simplemente la escuchó. Antes, sin poner antención a lo que decía Barrales, la panista le aplaudía, hasta que llegó eso que la dejó helada.

Aunque en el acto de rendición de cuentas de la perredista, como dijimos, se reunieron casi todos, hubo ausencias que se notaron, una de ellas fue la de Martí Batres, secretario de Desarrollo Social, con quien Barrales participó en la corriente que Batres encabeza, pero poco después, por diferencias que aún no se hacen explícitas, rompieron y cada uno jaló por su lado.

De cualquier forma, los asistentes escucharon de Barrales lo que quiso decir. Algunos incluso señalaron que la asambleísta fue más clara y honesta que el senador chucho Carlos Navarrete, quien también hizo en grande su informe como presidente del Senado, pero aunque nadie ignora sus intenciones, se mojó los pies, pero no se atrevió a cruzar el río.

Y tal vez sea eso lo que a Barrales le dé ventajas en lo que se propone: no tener miedo a los ataques de dentro y fuera, que seguramente desatará su deseo. De ahora en adelante la mujer estará vigilada por todos, y a todas horas, nada pasará gratis, todo se cobrará. No obstante, Barrales asegura que está dispuesta a enfrentar cada uno de los escollos que representa su propuesta, que parece que nadie oyó, o que nadie quiso oír: que la gente del DF sea feliz. Nada más.

De pasadita

Les contamos tres de café:

Una: en la mesa del desayuno quedan claras las cosas. El más joven de los que charlan sobre las cosas del país asegura que en el asunto de Mexicana lo que sucedió es que los inversionistas que pretenderían quedarse con la aerolínea nunca llegaron a un acuerdo con Javier Lozano. Por eso los bloqueó y ahora se quiere pintar como el defensor de los trabajadores y la ley. No le queda.

Dos: en el tema del pleito entre el Gobierno del DF y la jerarquía católica, otro de los que se reunieron temprano en el restaurante advierte que Hugo Valdemar, vocero de la arquidiócesis, es un diablillo. Pero su acompañante lo corrige: No. Es un diablo con toda la cola, es Hugo El Diablo Valdemar.

Y tres: para los hombres del café, Felipe Calderón padece el síndrome de Nerón: mientras el país arde, él sigue tocando la lira, es decir, anunciado logros que nadie cree. Ni modo.