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Irak: complicidades
D

eploro la complicidad británica en la guerra de agresión desatada por Estados Unidos contra Afganistán en 2001 y luego contra Irak en marzo 2003, por los todavía no aclarados ataques del 11/09 (patriotsquestion911.com): es el crimen mayor en el derecho internacional basado en los juicios de Nuremberg. La invasión/ocupación militar se hizo bajo la cubierta de la guerra anti-terrorista, pero con el petróleo iraquí en la mira. Abruman el terror y las cifras, semejantes a las peores hazañas nazis o a las de Nixon-Kissinger: un millón 455 mil 769 bajas iraquíes; 4 mil 769 soldados estadunidenses y 2 mil 437 de otras naciones, ingleses incluidos, sacrificados por la avaricia. El genocidio contra la población afgana e iraquí, ahogado en un mar de impunidad y corrupción, es una bofetada a la humanidad por mano de Bush/Cheney et.al, con endoso vil de Tony Blair.

La reseña ofrecida por Paul O’Neill, ex-secretario del Tesoro de Bush, sobre cómo desde enero de 2001 el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, y su segundo, Paul Wolfowitz, presentaron al Consejo de Seguridad Nacional los planes de guerra contra Irak mostrando los campos petroleros gigantes, las áreas de exploración y las empresas que podrían estar interesadas en participar en el reparto de tan precioso bien (R. Suskind, El precio de la lealtad, 2004) contrasta con los cínicos embustes de Rumsfeld. Cuando Steve Crof de 60 minutos le preguntó en diciembre 2002 sobre los que piensan que la invasión a Irak es por el petróleo replicó: tonterías. No es el caso... (son) mitos que flotan por ahí. Me agrada que lo pregunte... literalmente, nada que ver con el petróleo.

Repetida por la alta política y academia de Estados Unidos y Londres esa coartada recibió otro mentís: el 19 de abril, Paul Bignell (Independent.co.uk) informó que más de mil minutas secretas de reuniones entre ministros del gabinete de Blair con la cúpula de British Petroleum (BP), Shell y la entonces British Gas (BG), fueron obtenidas por el investigador Greg Muttitt. Se revela que desde 2002, antes de que Londres asumiera un papel clave en la invasión con el pretexto de las armas de destrucción masiva, miembros del gabinete de Blair ventilaron con esas empresas proyectos para explotar la magna reserva de Irak.

Mientras Blair, como Rumsfeld, aseguraba en público que la idea de que se invadió por el petróleo de Irak es absurda, es una de las teorías de conspiración más absurdas que uno pueda imaginar, y BP negaba tener interés estratégico alguno en Irak (su CEO insistía una semana antes de la agresión que ni él ni BP opinan que sea una guerra por el petróleo), la Foreign Office (FO) invitaba a BP a discutir “las oportunidades en el Irak post regime change”. BP quería evitar que Bush mantuviera los tratos de Saddam con la francesa TotalFinaElf y aseguraba, en privado, su disposición a tomar grandes riesgos con tal de obtener una tajada de las reservas de Irak, las segundas de mayor importancia en el mundo. A la sombra del peak oil y de la codicia, la FO abrazaba el casus belli de Estados Unidos y decía, en secreto, que Inglaterra tiene un interés absolutamente vital en el petróleo de Irak.

La ministra de Comercio de Blair dijo a BP que “el gobierno piensa que las petroleras británicas deben recibir su parte de las enormes reservas de petróleo y gas de Irak, a cambio del pacto militar de Tony Blair con los planes de EU por un regime change -en Irak”, y ofreció cabildear ante la Casa Blanca, ya que el gigante petrolero temía ser marginado de los negocios que Washington urdía en secreto con gobiernos y firmas de Estados Unidos, Francia y Rusia.

Coda: con el peak oil en curso y dada la vasta dotación de petróleo y gas de América Latina, estas revelaciones resaltan la grave e inminente amenaza para nuestros pueblos, del desborde del estado de excepción y de seguridad nacional de Estados Unidos, de norte a sur, en toda la región, bajo la militarización de la guerra al narco, el terrorismo o el crimen organizado.