Opinión
Ver día anteriorJueves 5 de mayo de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Paseo por Buenos Aires
D

ecir que Buenos Aires es una de las ciudades más activas del mundo es una perogrullada, pero cierta. Estuve allí durante la Semana Santa antes de que beatificaran a Juan Pablo (¿beatificador o encubridor de Marcial Maciel?); mataran y echaran al mar a Osama Bin Laden, y muy poco antes del fallecimiento de Ernesto Sabato, el gran novelista que como dice Miguel Ángel Granados Chapa será recordado, más que como un notable escritor, merecedor de los premios mayores de la lengua española, por su condena a la dictadura militar que asoló a su patria de 1976 a 1983. Presidió la Comisión nacional de desaparecidos instituida cuando retornó la democracia, nombrado por el presidente Alfonsín, y él mismo escribió el resumen del estremecedor informe que fue la base para procesar a los altos jefes del Ejército y la Marina, enjuiciamiento ejemplar, porque no lo ha conseguido ningún país que sobrevive a sus dictadores...

Estuve invitada por el Fondo de Cultura Económica para presentar el tercer tomo de mis Obras Reunidas, conversar con Silvina Friera (periodista excelente) en el MALBA y con Tamara Kamenszáin, una de las poetas argentinas más importantes, exilada en México, junto con su esposo, el escritor Héctor Libertella, durante la dictadura y la guerra sucia. No asistí a la controvertida conferencia del Nobel Vargas Llosa quien despotrica contra las computadoras, las redes sociales y el teléfono celular –si no me equivoco– porque deterioran el idioma, como si con su palabra nobelesca pudiese conjurar su influjo. Mi presentación coincidió con la del laureado Ricardo Piglia, lo que me impidió irlo a escuchar.

En el Malba había varias exposiciones, además de la colección permanente. Una de fotomontajes de Grete Stern, Los sueños, quien en 1948 recibió una propuesta para ilustrar fotográficamente una página de la revista Idilio, intitulada El sicoanálisis te ayudará (sabemos bien que es la Argentina el lugar más propicio para los sicoanalistas), sección que estaba a cargo de un conocido sociólogo, Gino Germani, que firmaba con el seudónimo de Richard Rest; se propuso ilustrar los sueños de las lectoras de la revista. Grete produjo cerca de 150 trabajos.

Colaboración inédita y extraordinaria, utilizar una técnica muy novedosa entonces en ese país y, sobre todo, destacar en ellos la angustiosa situación de las mujeres de las clases populares y de las clases medias en ascenso durante los años del primer peronismo. Y son inéditas y extraordinarias no sólo por la técnica utilizada y la excepcional calidad e imaginación de los trabajos de Stern, sino por su violencia crítica, inusitada en las revistas femeninas, por lo general, complacientes y frívolas.

La mujer allí representada, se lee en el programa, es un ser angustiado y oprimido. Sus placeres son patéticos igual que sus frustraciones; y cuando se la ve activa y dominante, es tan cruel como el mundo que la agobia. Sus ambiciones reflejan las utopías de melodramas y radionovelas: éxito social, riqueza, guantes largo y lamé.

Encuentro un equivalente literario en Manuel Puig, quien con eficacia y maestría visitaría ese mismo mundo en su novela Boquitas pintadas.

Diseñadora gráfica y fotógrafa, Grete Stern estudió en Stuttgart y, luego, en Berlín estuvo asociada con el Bauhaus, donde conoció al fotógrafo Horacio Coppola –luego su marido– y con quien emigraría primero a Londres y luego a la Argentina a la llegada del nazismo.

En el mismo museo una colección imponente, Papeles modernos de Toulouse- Lautrec a Picasso, que, como vuelve a leerse en el programa, intenta explorar brevemente el rol del papel en manos de los artistas europeos de fines del siglo XIX a la primera mitad del siglo XX. Imponente porque está constituida por 86 obras de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes, obras antes pertenecientes a coleccionistas argentinos.

Impresiona su riqueza, da cuenta de una sociedad opulenta y culta en vías de desaparición.