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El filme de Jacques Audiard es de los favoritos para ganar la Palma de Oro en Cannes

Óxido y hueso, una aventura muy dolorosa, afirma Marion Cotillard

Me vi forzada a trabajar con la imaginación durante todo el rodaje; era como estar en un hueco oscuro y angustioso, dice

Ser secundaria no es degradante: por el contrario, estimulante

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La actriz francesa más aplaudida del momento durante su llegada al encuentro fílmicoFoto Ap
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 20 de mayo de 2012, p. 8

Cannes, 19 de mayo. Ya no es tiempo de metáforas. Si antes podíamos decir sin reparos que por obtener algo hasta me cortaría la pierna, ahora es mejor cuidar las palabras. De lo contrario podría sucedernos como a Marion Cotillard, actriz de magnético encanto y versatilidad, la Edith Piaf que obtuvo el Óscar por La vida en rosa, la misteriosa criatura de Medianoche en París, la diva de Francia más aplaudida del momento.

No satisfecha con ser disputada entre Woody Allen, Tim Burton, Michael Mann o Christopher Nolan (con él ha apenas rodado el nuevo Batman), con tal de trabajar con el francés Jacques Audiard (Palma de Oro en Cannes por Un profeta), aceptó amputarse sus hermosas piernas, devoradas por una enorme orca que la confundió con los bacalaos que su adiestradora Stephanie –su personaje en el filme– le arroja como premio a sus saltos y piruetas que sirven de atracción al público de Marineland, el parque marino de la Costa Azul.

Es que Jacques es a la vez cerebral e incandescente. Te hace sentir rápidamente la increíble pasión interior que lo anima; una energía arrolladora canalizada por una inteligencia admirable, asegura la actriz.

El agua se tiñe de rojo, la multitud grita estremecida. Ella se despierta en un hospital, horriblemente mutilada, pero a salvo. Este es el doloroso principio de De Rouille et d’os (Óxido y hueso), de impecable factura, acogido con grandes aplausos en la sección oficial de Cannes.

Filme duro, violento, penetrante, uno de los grandes favoritos al palmares. Alí (el fornido actor belga Matthias Schoenaerts), un vagabundo sin dinero que se gana la vida con luchas clandestinas, brutales y sanguinarias, padre de un pequeño de 5 anos, será su única salvación. Se trata de dos personas que hablan lo imprescindible e intentan estar blindadas contra los sentimientos.

–¿Cómo logró colarse en un personaje tan complejo, física y sicológicamente?

–Al principio no sabía si lograría comprender a fondo el personaje de Stephanie. Estaba fascinada con ella, pero no tenía ninguna conexión. Vi muchos documentales y converse con personas de vivencias similares. Me vi forzada a trabajar con la imaginación durante todo el rodaje. Era como estar en un hueco oscuro y angustioso. Y es que cada vez que acepto un filme, me sumerjo en él de principio a fin. Meto mi propia vida en un paréntesis; de lo contrario, sería imposible. Esta aventura fue dolorosa y sumamente difícil, pero al final resultó novedosa y apasionante. Es un proceso excitante, vertiginoso, pero exigente. En ese entonces estaba dando de lactar a mi hijo de apenas 4 meses y no podía dedicarle ni a Jacques ni a al personaje el tiempo necesario. Tampoco soy una gran nadadora. Así que tuve que entrenarme, sobre todo aprendiendo a nadar con los brazos y no con las piernas.

–Al final, las piernas amputadas y la silla de ruedas parecen ser el menor de los obstáculos en la vida de Stephanie…

–En realidad ella logra superar su desgracia física con la ayuda de Alí. Pero las almas de estos dos personajes parecen ausentes, cada una encerrada en su propia aislamiento. Se trata de dos personajes solitarios y heridos que buscan reconciliarse con la vi- da y con el amor, son dos destinos sencillos que adquieren otra magnitud por la tragedia.

Necesito vibrar y experimentar

–Su interpretación aquí es de una soberbia fascinante. Es una mujer que no se permite la compasión ni la ternura. Siempre contenida, sin verter ni una sola lágrima…

–¡Ese es Jacques! Él tiene una relación tan orgánica con sus historias y sus actores que todo se vuelve extremadamente vivo y auténtico en el plató. Además, yo necesito vibrar, experimentar, probarme a mí misma que puedo reinventarme en un nuevo personaje. Por eso elegí esta profesión.

–¿Cómo logró esa química entre Stephanie y Alí que los conduce a esta extraña, violenta y carnal relación, continuamente imprevisible?

–Cuando vi por primera vez a Matthias, tuve la sensación de haberlo conocido hace años. Tuvimos la suerte de que esta conexión inmediata se volviera cada vez más fuerte. Lo que se refleja en la pantalla es real.

–¿Qué nos puede revelar sobre su reciente participación en Batman: The Dark Knight Rises?

–Interpreto un pequeño papel, el de Miranda Tate, una mujer de la alta sociedad de ciudad Gótica. Es una ejecutiva con tendencias ecologistas que vive dedicada a las energías renovables y que queda prendada por el atractivo y acaudalado Bruce Wayne. Batman es mi superhéroe favorito.

–Desearía privilegiar su carrera en los Estados Unidos o en Europa.

–Se me han dado ambas oportunidades en buenos momentos. No las he calculado ni premeditado. Simplemente hay directores y propuestas que no puedes rechazar, como Enemigos públicos y Nine. Fueron justo antes de recibir el Óscar.

–No le ha importado que esos roles fueran secundarios.

–Así es como funciona en Estados Unidos. Hay que comenzar por allí para luego obtener un protagónico. Pero ser secundaria no es degradante: por el contrario, estimulante. Algunos segundos roles son más intensos y exigentes que el principal. Y siempre estoy lista para asumirlos.