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Un líder para los trabajadores
E

l 28 de mayo, un grupo de delegados entrará en una sala de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Ginebra para elegir nuevo director general. Nueve candidatos compiten por el puesto. El proceso de la OIT gira en torno a una estructura tripartita, en la que los empleados (la Organización Internacional de Empleados), los trabajadores (sobre todo la Confederación Internacional de Sindicatos, ITUC, por sus siglas en inglés) y los gobiernos comparten la tarea de seleccionar al nuevo directivo.

Los gobiernos tienen 28 de los votos, y los gremios de trabajadores y empleados, 14 votos cada uno. Uno de los candidatos, el ex líder de la ITUC Guy Rider, que ha sido integrante de la OIT desde hace mucho tiempo, ha tenido el respaldo de aquel gremio y está en buena posición para tomar control de la organización. Pero con la economía mundial en crisis y una OIT incapaz de salir de un éxtasis de tres décadas, está claro que el liderazgo de Ryder no es lo que la organización necesita. Envuelta en confusión ideológica y parálisis institucional, requiere romper con el pasado. En ausencia de un nuevo pensamiento sobre la transformación del trabajo y la decadencia del sindicalismo, la OIT continuará descendiendo por la pendiente de la irrelevancia.

Nacida en 1919, fruto de un siglo de organizaciones socialdemócratas y católicas de trabajadores, así como del temor a la revolución soviética, la OIT prometió asegurar el lugar de los trabajadores en la sociedad moderna. En sus primeros 50 años forjó alrededor de 200 convenciones legalmente vinculantes para dar forma a los mercados laborales nacionales y regularlos. El trabajador modular era un hombre con un trabajo sindicalizado de tiempo completo. En 1969, en su cenit, la OIT ganó el Premio Nobel de la Paz.

En vez emprender una investigación de los nuevos tipos de trabajo, la OIT ha producido un conjunto de conceptos blandos que no encaran la realidad: el trabajo decente ha sido el más manido de todos. Uno de los problemas que identificó Guy Standing es que el órgano de gobierno, el que elegirá al nuevo dirigente, está constituido por la economía de ayer. “Mientras su estructura de gobierno no sea más representativa del mundo actual del trabajo y de la política social –me dijo Standing–, la OIT seguirá precipitándose hacia la decadencia.” Por desgracia, el candidato con más probabilidades de encabezar la institución fue uno de los que idearon la configuración actual del cuerpo directivo, la cual es una maniobra destinada a prevenir cualquier cambio real en la OIT.

Algunas de las candidaturas son verdaderas farsas. Tarcisio Mora, de la Confederación Colombiana de Trabajadores, afirma que la candidatura del vicepresidente de su país, Angelino Garzón, es un escándalo en momentos en que aún se cometen asesinatos de sindicalistas en Colombia. El año pasado fue la primera vez en dos décadas que la OIT no puso en la lista negra a Colombia (no mucho después de la postulación de Garzón, paramilitares en Putumayo mataron al líder de trabajadores petroleros Mauricio Arredondo y su esposa, Janeth Ordóñez Carlosama, enfrente de sus hijos). El candidato francés Gilles de Robien es un noble de Bretaña, un conde nada menos, lo cual lo convierte, en palabras de un funcionario de la organización, ¡en un verdadero miembro de la aristocracia del trabajo! Mona Sahlin, de Suecia, llega a la elección luego de encabezar el Partido Socialdemócrata en el peor desempeño de su historia, en las elecciones parlamentarias suecas de 2010.

Aparte de Ryder, otros dos candidatos proceden del interior de la OIT: Charles Dan, de Benín, es el director regional para África, y Assane Diop, de Senegal, es director ejecutivo en el Sector de Protección Social. Otros dos son políticos que han trabajado de cerca en la promoción de las ideas neoliberales. Ad Melkert, de Holanda, ex funcionario gubernamental, fue director ejecutivo del Banco Mundial (donde se rumorea que, como jefe de ética, permitió al ex presidente del banco, Paul Wolfowitz, salir bien librado de su escándalo). Ibrahim Assane Mayaki, ex primer ministro de Níger, fue uno de los arquitectos de la Nueva Sociedad para el Desarrollo en África y de la Aagenda Africana. Ninguno de estos hombres tiene una visión orientada a revitalizar la OIT.

El único candidato asiático es el economista malayo Jomo Kwame Sundaram. Mientras la mayoría de los otros candidatos parecen tener la intención de tratar a la OIT como un puesto curricular y permitir que se deslice hacia la irrelevancia, el historial de KS Jomo en la ONU promete una ruta alternativa. Millones buscan trabajo y dignidad. No quieren prédicas: quieren respuestas.

*Autor, entre otros trabajos recientes, de Arab Spring, Libyan Winter (de próxima publicación en LeftWord) y de Darker Nations: A Biography of the Short-Lived Third World (Leftword).

Traducción: Jorge Anaya