Opinión
Ver día anteriorMartes 22 de mayo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Ciudad Perdida

Encuestas contra la voluntad popular

Resultados a modo

El fin, acallar protestas juveniles

¡C

uidado!

La contraofensiva a la libre voluntad política de los jóvenes universitarios, y de buena parte de la juventud del país se arma vía encuestas.

Contra los miles de muchachos que el sábado y el domingo últimos repudiaron al PRI, al modelo de gobierno y apoyaron la posibilidad de un cambio de horizontes con Andrés Manuel López Obrador a la cabeza, vienen vía encuestas.

Los mitos y las demás mediciones seguirán la estrategia que hasta ahora les ha dado resultado: beneficiar a quienes se las ordenan, con sumas y restas cuyo anonimato –de quienes responden a los cuestionarios– permite implantar resultados a modo que la gente debe creer porque el supuesto es que es la voz de ellos mismos.

Contra la voluntad de los jóvenes, el blindaje de las televisoras, que como en el caso del debate entre los candidatos a la Presidencia, y el repudio espontáneo de los estudiantes de la Universidad Iberoamericana al candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, habrán de argumentar que no pasa nada, que las preferencias no sufrieron ninguna modificación y que Peña Nieto sigue muy arriba en las encuestas.

Parece cosa de locos. Las muestras que exhiben las televisoras y algunos diarios son opiniones que supuestamente se toman de poco más de un millar de entrevistados, en algunos casos, y de otro poco más, en otros, y con márgenes de error de entre 2 y 3 por ciento. Esta vez, en las calles de la ciudad de México –para no citar lo que pasó en otros puntos del país y fuera de él– salieron miles, en la gran mayoría jóvenes, y sin margen de error hicieron pública su postura política, pero seguramente no impactarán, o apenas, las encuestas diarias, las semanales o las mensuales, con las que las televisoras construyen el voto para su favorito.

Así de verídicas son las encuestas; así nos las venden. Las muchachas y los muchachos y las familias que marcharon al Zócalo, y desde éste al Ángel de la Independencia, no existen, su voluntad no cuenta en las mediciones. No importan ni para las televisoras, es decir, para las encuestas, ni para el poder, porque para ellos no gobiernan, y por tanto no deben impactar los proyectos que se tienen para el futuro de México.

No obstante, y pese a los argumentos que se empleen para descalificar el accionar de los jóvenes, entre ellos que fueron manipulados desde algún interés partidista, está la verdad de Santa Fe, la verdad del Zócalo, donde en ningún momento se percibió el nauseabundo tufo de los chuchos ni el chantaje podrido de los, como tampoco olía a la estafa y el fraude panistas. Allá, en aquellos lugares, el aire sólo transmitía la frescura de los que, hartos de las malas artes de los que les niegan el futuro porque rechazan el cambio, salieron a exponer la neta.

No serán el PRI ni Peña Nieto los que ataquen a los muchachos; la ofensiva la habrán de ejecutar las casas encuestadoras, los dueños de los micrófonos que afinarán los argumentos para tratar de explicar que aunque llenen el Zócalo, aunque marchen por las calles de las diferentes ciudades del país, aunque griten y se desgañiten exigiendo el cambio, para ellos seguirán sin existir, aunque les concedan la gloria de un minuto más en la pantalla.

De pasadita

La tarde de ayer, en la muy simbólica Plaza de las Tres Culturas, se dieron cita los jóvenes de esta ciudad y una vez más la llenaron. Fueron a exhibir, hoy sin miedo, su preferencia electoral, fueron en apoyo al candidato Andrés Manuel López Obrador, y muchos perredistas se frotaron las manos.

Lo que no quieren entender esos militantes de las cúpulas es que no todo será igual, y que el voto por López Obrador no significa que algunos tengan asegurado el triunfo. Un ejemplo de esto es lo que sucede en Coyoacán. Allá el candidato del PRD significa para los seguidores de Morena el peor de los políticos. Mauricio Toledo es, según nos dicen, una desgracia para Coyoacán. ¡Aguas!