Opinión
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¡Queremos agua! ¡Aguas!
E

l agua que salta de risco en risco es única y posee el secreto de su maravillosa fecundidad, es motivo de nuevos enfrentamientos entre empresarios beneficiados y habitantes de municipios. El agua enmudece y suena como agua entre peñas. El agua es una de las fuerzas irracionales de la naturaleza. Temacapulín, Acasico y Palmarejo en lucha ante la construcción de la presa El Zapotillo en defensa de sus derechos de existencia, desarrollo y vida digna de los afectados. Conflicto que ocasiona disputas entre el Ejecutivo Federal y los de Jalisco y Guanajuato (Francisco López Bárcenas, La Jornada, 26/09/12.)

Todo el tema me recuerda una mesa redonda celebrada hace dos semanas en la Facultad de Medicina sobre el agua, organizada por la dirección de atención a la comunidad universitaria de la UNAM y la poesía alusiva a ese líquido necesario de Gustavo Adolfo Bécquer y Octavio Paz.

“El viento vagaba entre los árboles y el agua saltaba… ¡Mujer!... ¡Mujer!... ¡Óyeme… óyeme y acércate para oírme, que yo besaré tus pies mientras tiemblo al copiar tu imagen en el fondo sombrío de mis olas! ¡Mujer! Óyeme que mis murmullos son palabras…” Bécquer.

Qué auténticamente femenina es la palabra agua que hiere la mente y en su conmoción levanta otras palabras y aquellas palabras despiertan a otras que riman con ella en el fondo de la memoria y toman formas perceptibles y son origen sin origen del diálogo que eterniza la ilusión de un instante prolongado en la sed que se fija e incluye a nuestra pareja imposible que busca y busca el agua para no perderse en el laberinto de las aguas y adormecerse en el arrullo suave del pecho que no se adquiere de una vez para siempre.

Agua pura que regresa al vientre materno y en él a la omnipotencia desde la que somos expulsados al exilio. Extranjero primero, siempre extranjero dice Fernando Pessoa. Agua que se vuelve más bella en el vaso de cristal. Que en sombrío y silencioso bosque cae blanda y monótona a ritmo con el mar de verdes márgenes. Luego hecha arroyo o apacible río, corre murmurando entre los álamos y los juncos en rocas cubiertas de musgos, menudas cascadas y se trenza o destrenza sobre blancas guijas.

Agua que al bajar se torna manso río ahogada o jugueteando a pesar de reciclar caudalosos afluentes. Se precipita en los mares y descansa en paz en melancólica entrada en el océano, o en el lago que refleja los árboles de sus riberas y el azul del cielo, rizado por el viento donde recoge y amansa impetuosos ríos.

Tranquila se torna máscara de la mar salada y extiende y recoge en sus olas, rayos del sol que se sumergen en sus profundidades, como la gota de vermouth se sumerge lentamente en la ginebra y nace el mar-tini. Amores a la orilla de los pozos, en identificación soñada. Agua de ojos color pecado sublime al nacer que al conjuro de blancas nieves oscurece rayos de sol y entolda el cielo. El mismo que se pierde en lo infinito y uno no puede distinguir dónde empieza uno u otro y la tierra baja por ramblas y barrancas se hincha, hunde puentes y desborda pasiones, cataratas, o saltos en inmensas moles de más agua que desde ya van desempeñándose, sin nunca agotarse.

Reina de reinas origen sin origen que al perderse, necesita buscarse, en el crepúsculo de la tarde, en el horizonte, o en abrirse y alumbrar la luz de los relámpagos de sol que la penetran y luchan por extinguir el incendio solar y labran imágenes fantásticas, hirvientes y lanzan al aire chorros curvos en proyectil y en la cúspide reflejan todos los colores en la llanura de las camas.

Reina torres altas eres la vida, sin ti todo sería un desierto muerto. Contigo se fecundan solecitos y más agua, pero a su vez guerras y abortos, ciudades inundadas y terror. Origen de dos gases: el hidrógeno y el oxígeno los esparces en la naturaleza. Ambos parecen a otros dos reinos, Reina del mundo; te mimetizas con el vaso y corres tan honda por el cuerpo humano que sales hirviendo. Recibes con amor otros líquidos y fluidos, en ellos te mezclas y confundes, tomas el color que tienen y de ese color das todos los matices y purificas los cuerpos, al bajar por los muslos vuelta agua quemada. (Paz)

¡Óyeme como quien oye llover, ni atenta, ni distraída, pasos leves, llovizna!, ¡agua que lleva el viento, viento que lleva el agua! (Paz).