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Entre jaloneos se presenta la última parte: el juicio de las Pussy Riot

Autoridades interrumpen estreno de la obra teatral Los procesos de Moscú
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 4 de marzo de 2013, p. 25

Moscú, 3 de marzo.

Como era previsible, aunque no con un pretexto tan burdo como revisar el visado del director, las autoridades interrumpieron este domingo el estreno de la tercera parte de la obra teatral Los procesos de Moscú, dedicada en esta ocasión al juicio contra las integrantes del grupo punk Pussy Riot, condenadas por cantar hace un año la oración Virgen María, madre de Dios, líbranos de Putin en la principal catedral de la Iglesia ortodoxa rusa.

Durante la representación en el Centro Sájarov de esta capital, agentes del Servicio Federal de Migración (SFM) irrumpieron en la sala para verificar si el director de la pieza, el ciudadano suizo Milo Rau, tenía permiso para trabajar en Rusia.

En medio de las protestas del público –intelectuales y artistas rusos y cerca de 40 extranjeros, la mayoría corresponsales de prensa–, los agentes amenazaron con comprobar la validez de la documentación de todos los foráneos, mientras Rau se dirigió con ellos a la oficina del director del Centro, Serguei Lukashevsky, para mostrar su pasaporte con visa de negocios para tres meses.

Los representantes del SFM alegaron que ese tipo de visado no le daba derecho a trabajar en Rusia, por lo cual debería suspenderse la función, pero después de una hora de discusión lo dejaron ir sin cargos y aceptaron que continuara la representación.

Poco más tarde, otra sorpresa poco agradable esperaba a los asistentes al estreno: un numeroso destacamento de cosacos, con fama bien o mal ganada de grupo paramilitar, rodearon el edificio del Centro Sájarov, avisados por una misteriosa voz que seguramente los convocó a combatir el pecado, teniendo la obvia pretensión de entrar a la sala.

Una decena de cosacos lo consguió y la obra se volvió a detener. No hubo enfrentamiento violento, salvo los habituales insultos y un griterío ensordecedor. Se les invitó a quedarse, pero después de un tiempo optaron por retirarse.

Cuando se corrió el rumor de que al terminar la pieza los cosacos no dejarían salir a nadie, alguien llamó a la policía para desalojar las salidas y, después de unos minutos, comenzó la tercera parte de este espectáculo (paralelo al que estaba a punto de concluir en la escena) al presentarse dos autubuses con efectivos del OMON, como se conoce aquí por sus siglas en ruso a las unidades antidisturbios del Ministerio del Interior.

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Milo Rau, director suizo de una trilogía teatral basada en juicios recientes en RusiaFoto Reuters

Tras el desconcierto y el jaloneo de rigor, no hubo incidentes que lamentar y hasta puede decirse que las autoridades, en opinión de Rau, le hicieron publicidad a la obra con sus intentos de obstrucción.

La pieza que se representó hoy forma parte de una trilogía basada en juicios recientes en Rusia que tuvieron amplia repercusión internacional: Cuidado con la religión, Arte proscrito y Pussy Riot, que el Centro Sájarov, una sala realmente pequeña, acogió del viernes anterior a hoy, con una parte diaria.

La de hoy, según su director, es una obra interactiva, que no tiene guión, sólo las sentencias de los jueces, que se desarrolla en un escenario decorado como sala de una corte con abogados, fiscales, inculpados, jueces y miembros del jurado que exponen sus argumentos en juicios aquí de sobra conocidos.

Por tanto, en lugar de actores profesionales, coincidieron en esta suerte de performance enemigos y partidarios de la Iglesia ortodoxa, opositores y seguidores del Kremlin, desde la propia Ekaterina Samutsevich, una de las chicas condenadas y luego puesta en libertad condicional, hasta defensores a muerte de la religión ortodoxa como Maksim Shevchenko.

Todos los improvisados actores, desde extremos ideológicos contrapuestos, coincidieron en calificar de vergüenza los intentos de suspender el estreno.

Los Procesos de Moscú son un proyecto conjunto del Centro Sájarov, la escuela de arte dramático del International Institute of Political Murder, con sede en Berlín y Zürich, y el Teatro Nacional de Weimar, uno de los más prestigiados de Alemania.