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Romper una lanza
U

n debate es siempre positivo si hay respeto y buena fe; la verdad es una, pero no todos vemos lo mismo de cada hecho o cada cadena de hechos e interpretamos con el tamiz de nuestra formación, nuestra información y nuestras preferencias y pasiones. El ensayo de Rafael Barajas se funda en una investigación seria, está escrito con talento y defendido con habilidad; sin embargo, aventuro una hipótesis: el iniciador de la polémica, entusiasmado con el descubrimiento de varios números de la revista marginal y poco conocida La Reacción (?), con justa satisfacción y como un buen jugador de ajedrez que descubre un punto débil de su contrincante, pone al PAN en medio de la frente el sello del nazismo, a pesar de que, como reconoce, esa ideología que trajo al mundo de cabeza sería tan sólo una de las varias raíces del panismo, y agrego, no la más importante ni representativa.

Mi percepción, mis lecturas de los documentos fundacionales del partido, el trato con muchos panistas, me llevan a la conclusión de que esa posible raíz nazi, si así podemos llamar a expresiones particulares de algunos militantes de la primera hora, se agotó pronto, no dejó huella importante en el PAN y apenas resurge recientemente con la atropellada llegada de los empresarios y el Yunque.

Si existió, no prevaleció sobre las otras raíces recias y hondas que encontré cuando me acerqué al PAN alrededor de 1965. Entre éstas destaco una muy reconocida: el PAN tuvo en sus primeros tiempos una vocación democrática, su aspiración al poder exigía pasar por las urnas electorales y uno de sus fines fue educar a los ciudadanos en la participación cívica; al contrario del nazismo, nunca apostó por la violencia, ni por los aparatos publicitarios que tan eficaces le fueron a Hitler.

No hay que olvidar que el fundador Manuel Gómez Morín fue discípulo de José Vasconcelos y éste a su vez fue maderista, ambos inspirados en el lema de sufragio efectivo no relección. Al Vasconcelos que vale recordar es al impulsor de la cultura, los libros, la educación, el muralismo, la danza, el deporte, las brigadas de alfabetización; al rector de la universidad y al secretario de Educación Pública, honrado y comprometido con su cargo y al mismo tiempo pensador original y brillante escritor.

Volviendo al PAN, en sus raíces más vigorosas están, además de su vocación democrática, la veta social cristiana que dio cuerpo a su doctrina. Los pensadores que inspiraron al panismo inicial eran de esta línea de filosofía social; el más conspicuo fue Jacques Maritain, autor de la obra clave para entender el pensamiento de Acción Nacional, Humanismo integral, y de otra menos visible pero no menos importante, Filosofía de la historia, que es una respuesta a los determinismos de Hegel y Marx. Es importante la aportación de Maritain en la definición adoptada por el PAN, que atribuye a la persona humana tres datos esenciales, la razón, la libertad y la sociabilidad, de las que se desprende la responsabilidad personal frente a las diversas comunidades en las que nos desenvolvemos.

Otro autor que alentó al panismo, especialmente a los más jóvenes durante las primeras campañas políticas, fue Emmanuel Mounier (el amigo Gutiérrez Vega lo recuerda sin duda). Pensador y hombre de acción, influyó en los fundadores, especialmente en Efraín González Luna, primer candidato del partido a la Presidencia de la República. Mounier por cierto, severo crítico del capitalismo, fue autor del radical y contestatario Manifiesto a Favor del Personalismo, dirigió la combativa revista política Espirit y lo más destacado para esta caballerosa polémica: Mounier militó activamente en la Resistencia Francesa, precisamente contra la invasión nazi y del gobierno pelele de Vichy.

El PAN abrevó también en las encíclicas sociales de la Iglesia católica que marcaron al partido y le proveyeron de argumentos para matizar el liberalismo decimonónico de algunos de sus fundadores; se leían en el PAN de mis tiempos la Rerum Novarum, Cuadragésimo Anno, Populorum Progresio, ahí se inspiraron las propuestas de avanzada en materia de justicia social, como la participación de los obreros en la propiedad y la dirección de las empresas, el apoyo al cooperativismo y el respeto a las formas de tenencia de la tierra, incluidos el ejido y la propiedad comunal, que el partido abandonó cuando, con el gobierno salinista pactó la reforma al 27 constitucional.

El PAN tuvo en su época anterior al pragmatismo motivaciones espirituales, de las que derivó el reconocimiento a la dignidad de la persona y a los derechos humanos, la primacía del bien común sobre los bienes particulares o sectoriales, la responsabilidad social de la propiedad privada y la subsidiaridad; todo esto nada tenía que ver con el autoritarismo, el belicismo y el racismo. Si hubo una raíz nazi en el PAN, fue menor, desapreció pronto y no fue compatible con las otras aquí esbozadas que dieron carácter y bandera a ese partido histórico hoy en decadencia.

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