Sociedad y Justicia
Ver día anteriorLunes 1º de julio de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Grupos porriles, pandillas y asaltantes son parte de una realidad tolerada

Inseguridad y violencia afectan los planteles de Conalep y Cetis

Hay compañeros que vienen a robarte la mochila, los tenis o a quitarte tu dinero, afirman

“Durante tres años tuvimos que aguantar el taloneo de los porros para evitar ser golpeados”

 
Periódico La Jornada
Lunes 1º de julio de 2013, p. 39

No caminar solo en las inmediaciones de la escuela ni confrontar a quienes formar parte de pandillas y grupos porriles en el interior de los planteles, procurar no estar en pasillos o salones vacíos, y mantener la calma al presenciar peleas o asaltos, son algunas recomendaciones que ponen en práctica estudiantes de bachillerato para enfrentar las condiciones de violencia que viven dentro de sus escuelas.

En su mayoría son jóvenes menores de 20 años, para quienes el uso de armas blancas y petardos en los planteles del Colegio de Bachilleres (Colbach), de los Centros de Estudios Tecnológicos Industrial y de Servicios (Cetis) y del Colegio Nacional de Estudios Técnicos Profesionales (Conalep) es una realidad cotidiana, porque desde el primer semestre te das cuenta de que hay compañeros que no vienen a estudiar, sino a buscar a quién robarle su mochila, sus tenis o quitarle su dinero.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Deserción en la Educación Media Superior, elaborada por la Secretaría de Educación Pública (SEP), entre las principales causas para abandonar la escuela se incluyó, con 8.7 por ciento de las menciones, que había compañeros que molestaban a los alumnos, otro 3.5 por ciento dijo sentirse inseguro en los planteles escolares. Al menos 7.6 por ciento de las razones más mencionadas se refieren a que los centros escolares quedan muy lejos del domicilio; 3.4 por ciento es porque no les gusta el plantel y 3.6 porque consideraba que estudiar no era de utilidad.

Cabe señalar que el subsistema de bachillerato tecnológico atiende a 629 mil estudiantes en el país, mientras los planteles del Conalep de la capital tienen una matrícula de 40 mil jóvenes.

Diana y Rodrigo, alumnos de Cetis, señalaron que es difícil concentrarte en clase, cuando sabes que algunos de tus compañeros podrían asaltarte al salir. Una de las primeras recomendaciones que te dan es nunca caminar solo para llegar o salir de la escuela, pero aunque tomes tus precauciones es mejor salir en grupo y permanecer así, aunque a varias compañeras les han robado el celular afuera de la puerta del plantel y nadie hace nada.

Muchos de los jóvenes inscritos en los subsistemas de bachillerato general o tecnológico afirmaron que son invitados a formar parte de las pandillas de porros. En mi caso, narró, Rodrigo, desde primer semestre me invitaron a una fiesta y ahí te hacen la invitación a unirte, con el argumento de que son grupos de defensa de las escuelas, pero no es así. La mayoría se dedica a asaltar a los propios estudiantes o agredirlos dentro del plantel.

De estos riesgos, dice Diana, cuya escuela se ubica en una de las zonas más pobres de Tlahuac, no nos salvamos las mujeres. Al contrario, algunas chicas que forman parte de las pandillas suelen golpear a otro grupo de chavas sólo porque les caen mal.

Adriana, egresada del Colbach-Iztapalapa, recuerda que era muy difícil prestar atención en clase, porque si la chava o el chico que formaban parte de una pandilla te pedían algo, no entrar a clase para que todo el grupo se la volara, o quedarse en tu lugar, es mejor no contradecirlos, porque te arriesgas a que a la salida del turno te golpen entre varios.

Antonio, quien cursa su último año en Conalep, aseguró que lo más difícil para no desertar “no fue el plan de estudios, sino aguantar al grupo de compañeros que formaban parte de los porros del plantel y que los tres años nos talonearon para no golpearnos. No te sientes seguro ni dentro ni fuera de la escuela”.

Docentes de los subsistemas, que pidieron el anonimato, señalaron: es duro enfrentar un grupo en el que de antemano sabes que la mitad es una pandilla dedicada al robo.

La marginación y abandono en que viven los jóvenes involucrados en pandillas o grupos porriles no les dan ningún aliciente para dejar la actividad delictiva, pese a que muchos podrían tener mejores resultados educativos, pero no hay apoyos que los retengan en la escuela.