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Máximo galardón literario en español
El charm en su manera de vestir
 
Periódico La Jornada
Viernes 13 de noviembre de 2015, p. 6

¡Cómo no voy a ser suertudo si ya soy bisabuelo, si amo los colores!, exclamó con voz pausada el escritor Fernando del Paso en la celebración, en el Palacio de Bellas Artes, por sus 80 años, el pasado abril.

Elegante saco bermellón, con corbata en tiras como bastón de caramelo rojo y blanco, hizo gala de su peculiar vestimenta.

Nosotros, los escritores, nos encargamos de dar color y colores a todas las cosas, principiando por las palabras, afirmó en 2007 en una cita en el arcoíris, más acá del infrarrojo y más allá del ultravioleta, el Paraíso reservado para los pintores.

Del Paso jamás teme a los colores. Así lo demostró en septiembre pasado, cuando acudió a la Universidad de Guadalajara, con rombos rojos en los calcetines negros, sus bostonianos de un colorado intenso, los tirantes debajo de la chaqueta de rayas, cuadros policromáticos y su única formalidad: corbata ancha en gris con tono rata (La Jornada, 12/9/15).

Entonces, aceptó el autor de Noticias del Imperio: Nunca he sido valiente que digamos, pero es necesario, y ustedes lo harán, reconocer que se requiere un poco de valor, aunque sea un poquito, para usar el saco que me puse hoy, dijo en su discurso al recibir la presea Corazón de León.

La vocación por el color no sólo quedó plasmada en su obra pictórica y en sus primeros días de publicista, sino la dibujó en la poesía, impresa en breves versos en su libro Paleta de diez colores (CIDCLI), donde describe la mirada del pintor, en una colaboración ilustrada con Vicente Rojo.

Fue Elena Poniatowska, también ganadora del Premio Cervantes, quien en 2007 evocó al personaje diplomático que causaba sensación en Londres y París, porque los convidados se preguntaban cómo llegaría vestido el señor cónsul:

–Te apuesto que con un traje color borgoña.

–No, de pistache, el pistache le sienta muy bien.

–A mí me gustan sus trajes más severos –grises, azul marino–, porque los acompaña con unas corbatas maravillosas de brocado de la Place Vendôme, cuando no de Bernini y Van Laack.

Así lo dibuja de color Elena Poniatowska. En México, Fernando del Paso suele hacer apariciones incendiarias con sus camisas abiertas al sol, que estallan cual flamboyanes, aves del paraíso o frondosas buganvilias que recuerdan al rosa Tamayo. Acostumbra recurrir a los azules que se caen de morados, como los llamó Carlos Pellicer, los verdes que te quiero verde, los amarillos de copa de oro y el lila de las jacarandas que florean en marzo. Como una inmensa flor, Fernando del Paso levanta su corola hacia los primeros rayos de la mañana y se renueva en la noche.

Paulina, hija de Del Paso, escribió de éste: siempre con una montaña de libros al lado de su cama, muchos lápices y cajones llenos de mascadas de colores y mancuernillas sin su par.