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Fue trasladado a una casa en Monterrey

Denuncian que congregación La Salle protege a abusador

Ofreció terapia a voluntarias, durante la cual las indujo a desnudarse, acusan víctimas

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▲ La congregación La Salle anunció que Alejandro Gaxiola Parra fue separado de su cargo para iniciar una investigación, pero se niega a dar información sobre su paradero .Foto La Jornada
 
Periódico La Jornada
Domingo 9 de diciembre de 2018, p. 13

Cuando las seis alumnas denunciaron los abusos sexuales que habían sufrido por parte del hermano lasallista Alejandro Gaxiola Parra, la congregación, en lugar de ponerlo a disposición de las autoridades, prefirió esconderlo para protegerlo y lo trasladó a una casa en la colonia Contry, de Monterrey.

Así lo informa Sofía Vázquez, una de las víctimas que desde mayo pasado dio a conocer lo sucedido ante la congregación de La Salle. Y luego interpuso, en octubre pasado, una denuncia ante la vicefiscalía de Lerdo, Durango, por el delito de violación en grado de tentativa, con el número de carpeta 6746/18: Por su forma de actuar ya perdí la fe en los lasallistas. Nos dijeron que no se podía hacer nada contra él hasta que se presentara la denuncia. La presenté y lo trasladaron a Monterrey para esconderlo y seguirlo protegiendo.

En entrevista con La Jornada, afirma que mientras el agresor sexual lasallista vive tranquilo, sus víctimas padecen las secuelas de los abusos: En mi caso, sigo un tratamiento para la depresión con ansiolíticos, tengo trastorno del sueño y tomo medicamento todos los días.

A pesar de la denuncia penal, el llamado fuero eclesiástico lo protege, porque las autoridades judiciales tampoco han molestado al religioso lasallista, por el contrario, la carpeta de investigación no tiene avances: Queremos que dejen de protegerlo. Queremos justicia. Y es para que él no pueda dañar a nadie más. Estoy sufriendo todos los días por esto que me hizo y no quisiera que nadie más llegara a sufrir de esta forma, señala.

Las seudoterapias

La historia de abusos sexuales del hermano lasallista Alejandro Gaxiola Parra, de 46 años, inicia en El Salto, Durango, donde era el encargado del voluntariado de esta congregación católica. Ahí elegía a sus víctimas desde la vulnerabilidad, chicas de entre 17 y 18 años que sufrían miedos o baja autoestima.

Les ofrecía terapia, la cual consistía en pedirles por separado quitarse la ropa, caminar semidesnudas por los pasillos y después pedirles que permitieran los tocamientos, hasta llegar a distintos y variados niveles de abuso sexual.

Sofía cuenta que sus hermanas ya habían sido voluntarias y le llamó la atención continuar con esa tradición familiar de solidaridad en 2016: Tenía 18 años y él me asegura que me va a ayudar con mis miedos; me empieza a citar después de la oración, a las 11 de la noche, en el centro comunitario, y la primera noche de la terapia me pregunta que cuánta confianza le tengo y yo le digo que el 100 por ciento, porque era como mi papá. Y en esa primera noche me pide que me quite la blusa.

Como encargado del voluntariado lasallista, el hermano Gaxiola Parra ofrecía las terapias para atender, por ejemplo, el miedo a la oscuridad: “Mi miedo a la oscuridad era mucho y me dijo que tenía que caminar yo sola sin la blusa por un largo pasillo. Yo estaba paralizada, no podía moverme, hasta que pude y me pidió que caminara por encima de unos colchones donde dormíamos. Haz de cuenta que estás modelando, me dijo.

Añade: En las siguientes sesiones cada vez me fue pidiendo que me quitara más ropa. En una ocasión me encerró en un cuarto, yo estaba sólo con ropa interior y me dice que cuente hasta 60 y que él se iba a esconder; yo debía ir a buscarlo. Yo tenía mucho miedo y mi único alivio era encontrarlo a él. Así me fue trabajando. Durante el día, si estábamos solos, me daba una nalgada.

Cuenta que en una ocasión fue a la comunidad La Campana, en El Salto, Durango, y él la seguía a todas las comunidades donde ofrecían los servicios del voluntariado: Se quedó a dormir con nosotros y se durmió al lado de mí, y empezó a acariciarme la espalda y luego mis partes íntimas y mis pechos.

Sofía afirma que los abusos fueron constantes durante seis meses. En ese periodo sufrió depresión y ansiedad: Los abusos fueron subiendo de nivel. Cada vez era más y no lo podía hablar con nadie. Hasta que me animé a escribirle para mi mamá. Ahora me cuesta recordar, pero me siento más fuerte gracias a la ayuda sicológica y siquiátrica que estoy recibiendo.

El modus operandi

En un comunicado fechado el 6 de diciembre, la congregación La Salle distrito México Norte, anunció que el hermano lasallista Alejandro Gaxiola Parra fue separado de su cargo para iniciar una investigación, pero la misma orden católica se niega a dar información sobre su paradero.

Ana Lucía estudió en el Instituto Regiomontano Chepevera La Salle y también estuvo un año ofreciendo sus servicios en el voluntariado de El Salto, Durango.

En entrevista con La Jornada cuenta que el hermano lasallista utilizó el mismo modus operandi con todas sus víctimas. A todas les decía que se trataba de una terapia especial y única: “Nos pedía que nos entregáramos. Siempre nos decía que teníamos que salir de nuestra área de confort. Me dijo que yo tenía muchas inseguridades y que por eso no me podía dar a los pueblos, que mi trabajo era mediocre. Me sentía frustrada y recuerdo que una noche estábamos en la capilla y me dijo que necesitaba una terapia ‘privada’”.

El hermano Alejandro Gaxiola Parra le advirtió entonces que no contara a nadie el tipo de terapia que le estaba dando porque si hablaba iba a contar a los demás sus problemas: “‘Tú te tienes que desnudar’, me dijo. Él utilizaba esa frase, pero nunca pensé que se refiriera a quitarme la ropa. Una noche fuimos a la biblioteca y me dijo que dijera mis virtudes y defectos. Luego me pidió que subiéramos el nivel de la terapia”.

Explica que el método consistía que cada vez que dijera un defecto se tenía que quitar una prenda de la ropa: Yo no me sentía cómoda. Me sentí muy vulnerable y accedí. Me hizo que me subiera a una mesa y me pidió que caminara de un lado a otro como si estuviera modelando. Me iba pidiendo que me quitara todo, hasta que me quedé en ropa interior. Luego me pidió que me quitara el brasier. Al final me llevó a la casa de niñas y me dio un beso en la frente, algo que me dio mucho asco y me lavé la cara.

Añadió: Él me dijo: esto no lo hago por morbo, soy religioso e hice mis votos de castidad; a todas las considero mis hijas. Mira todo lo que te quiero que hago esto por ti.

Ana Lucía cuenta que al día siguiente la buscó preocupado y le preguntó si eran realmente amigos y le confesó que tuvo un sueño donde se veía tras las rejas: “Me dijo: ‘¿Verdad que yo no hice nada sin que tú quisieras?’ Le dije que no. Y me volvió a preguntar: ‘¿Yo me tengo que preocupar por este sueño?’ Y le contesté que no. Recuerdo que después me insistió para la segunda sesión, pero yo no quise”.

Cuenta que no pudo decirle a nadie, hasta que el último día de la misión se enteró de que otra de sus compañeras había sufrido lo mismo: Me quedé impactada porque me dí cuenta de que no fui la única. Y apenas hace tres meses hablé con mis papás.

El hermano lasallista Alejandro Gaxiola Parra ha atendido a cuatro generaciones de alumnas, por lo que creen debe haber decenas de víctimas. Ana Lucía interpondrá una denuncia penal mañana lunes: Lo primero que pedimos es que lo destituyan del cargo. La congregación no lo hizo, solamente lo quitó de El Salto, pero lo movieron a Monterrey donde él seguía conviviendo con jóvenes, incluso también en Tamaulipas. Lo que queremos es que lo detengan para que no siga haciendo daño, pero la congregación no dice dónde está.