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El nuevo estadio de los Diablos Rojos será emblemático por su diseño

La construcción del infierno, sede del equipo de Alfredo Harp Helú, está por concluir

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Al estar dentro se siente que uno está en México, no encerrado en un contenedor.Foto Luis Castillo
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▲ Probando el campo de juego del nuevo estadio del equipo escarlata.Foto Luis Castillo
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▲ El arquitecto Francisco González Pulido. A su espalda, la estructura con forma de avión de papel.Foto Luis Castillo
 
Periódico La Jornada
Jueves 17 de enero de 2019, p. 3

El infierno regresa a la Ciudad de México. La construcción del nuevo estadio del equipo de beisbol Diablos Rojos del México está a punto de concluir.

Como primicia para La Jornada, el arquitecto Francisco González Pulido (Tamaulipas, 1970), diseñador del espectacular inmueble, en sociedad con Alonso de Garay (Ciudad de México, 1978), realizó un recorrido por el que será no sólo uno de los mejores estadios dedicados al rey de los deportes en el mundo, sino el gran sueño, hecho realidad, del filántropo Alfredo Harp Helú, dueño del equipo.

Se prevé que la casa de los Diablos, que empezó a construirse hace tres años, esté lista el último día de febrero y, si las agendas de todos los amantes del beisbol coinciden, que sea inaugurado por el presidente Andrés Manuel López Obrador (gran aficionado a ese deporte), antes de un juego entre el equipo local y uno de las Grandes Ligas estadunidense.

En la zona de la Magdalena Mi-xhuca, a poca distancia de la estación Puebla del Metro, se levanta el edificio de concreto y acero que, campo incluido, ocupa una extensión de 60 mil metros cuadrados y suma 80 mil con los alrededores (áreas verdes, zona de entrada y estacionamientos), todo el conjunto delimitado por una reja diseñada por el pintor juchiteco Francisco Toledo.

Una enorme estructura blanca, que semeja un avión de papel, cubre el inmueble principal del estadio, que tendrá una capacidad para alojar a 20 mil espectadores y, cuando esté iluminado, lanzará luz blanca al cielo, con silueta de alas.

Es un recinto deportivo inusual, no se parece a ningún otro estadio: es abierto, muy conectado con la ciudad, con grandes ventanas urbanas, como llamo a esos puntos de conexión con el paisaje. Al estar dentro se siente que uno está en México, no encerrado en un contenedor, explica el arquitecto González Pulido en entrevista con este diario.

Añade que a él y su socio, Alonso de Garay, les gusta la arquitectura “racional, lógica, intuitiva, funcional. Pero, además, un edificio como éste debe ser emblemático, y eso se verá en su geometría, así como en su interacción con los espacios públicos. La línea que divide lo público con el espacio privado aquí es casi invisible.

“Habrá momentos en que los visitantes no sabrán si están dentro o fuera del estadio. Como sello personal puedo decir que soy un arquitecto con mente de ingeniero, me gusta la estructura. Este edificio es muy hermoso porque estructuralmente funciona, pues a veces no necesariamente las cosas bellas son funcionales.

Es un edificio muy modular, una combinación de híbridos, es decir, componentes que llegaron de diferentes partes, se ensamblaron y se ven así, como una obra del futuro. La cubierta pudo haber sido un anillo, un domo, muchas formas ya probadas, pero decidimos algo distinto, se me ocurrió romper la geometría del campo, que tiende a ser circular y crear esta forma dinámica, como alas que se elevan, alas de demonio, o como tridente, puede ser. Esa fue la libertad creativa que nos dio don Alfredo Harp.

Francisco González Pulido radica en Chicago, donde dirige el FGP Atelier, despacho que en la actualidad se encuentra construyendo un par de torres monumentales en Shangai, China.

El arquitecto mexicano también participó en el diseño del nuevo aeropuerto internacional Suvarnabhumi, de Bangkok, Tailandia, y es autor del invernadero del Jardín Etnobotánico de Oaxaca, que acaba de recibir el primer lugar en arquitectura verde en Estados Unidos, galardón que concede The Architect’s Newspaper, una de las organizaciones más prestigiadas de arquitectos en ese país. En ese certamen compitieron más de 800 proyectos de Canadá, Estados Unidos y México.

La prueba de fuego del infierno, como por tradición llaman los aficionados al estadio sede de los Diablos Rojos del México, fueron los sismos de 2017. Se encontraban montando, precisamente, la emblemática estructura del techo.

La cimentación, la misma estructura, todo se portó muy bien, celebra el arquitecto, quien resalta que si bien en un principio colaboraron ingenieros, arquitectos y diseñadores extranjeros de su despacho, ahora podemos decir que la realización final es un producto 99 por ciento hecho por expertos mexicanos. Con el estadio de los Diablos Rojos estamos dando un ejemplo de cómo el país puede hacer arquitectura de alta tecnología.