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Ver día anteriorDomingo 20 de enero de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Un tsunami editorial
L

os franceses están deprimidos. Tal vez sea necesario hallar en este sentimiento general la razón del éxito excepcional de ventas de la última novela de Michel Houellebecq, Sérotonine, la cual acaba de aparecer en librerías. Es el título del libro, pero es igualmente el nombre de una píldora en venta en las farmacias a quienes confían en sus supuestas virtudes de tratamiento contra la depresión. Cabe preguntarse cuál será la medicina más eficaz: la pastilla o la novela.

La historia desarrollada en el libro, por un narrador que nos cuenta su vida, es la de un hombre de una cuarentena de años, profundamente deprimido, al extremo de abandonar su oficio, renunciar a todo y retirarse a un cuarto de hotel donde, por excepción, no está prohibido fumar. Sin decidirse al suicidio, rememora todos sus fracasos y considera que ha fallado en todo, tanto en el amor como en su profesión de agricultor en Normandía. La mirada desesperada, que arroja sobre él mismo, sobre los otros, sobre toda la sociedad y sobre el mundo entero propaga una atmósfera siniestramente nauseabunda, bastante característica de la decidida sensibilidad mórbida del autor, ya revelada en sus novelas precedentes. A la vez misógino (las mujeres son putas o cabronas, si no las dos) y homofóbico (los hombres son pederastas o pedófilos), el narrador se burla y provoca algunas risas cubriendo de sarcasmos al vitriolo los partidarios conformistas de la política correcta.

Algunos lectores, sobre todo entre los más entusiastas, obtienen quizás una extraña satisfacción al descubrir un personaje aún más deprimido que o lo están ellos mismos, un héroe ejemplar o más bien un antihéroe, representativo del fracasado amargo, completo e insuperable. Tal personaje puede dar seguridad, puede consolar: hay, pues, peores que yo. Observar la desgracia o la nulidad de los otros permite hacerse una mejor imagen de la propia persona. O bien, se trata acaso de curar la depresión con el espectáculo de una depresión más grave. A la manera de la medicina homeopática, la cual pretende curar el mal por el mal, sería posible que este espectáculo produjese un efecto análogo. Una explicación factible, propuesta por algunos críticos que buscan la razón del éxito pasmoso obtenido por Sérotonine entre un gran público de lectores.

Otros comentadores explican que este sorprendente fenómeno se debe también a la manera como los medios de comunicación francesa prepararon y organizaron el lanzamiento de este libro, objeto de una disposición mediática llevada al extremo, como si se tratara de un acto de importancia histórica y mundial. En la actualidad, esto se llama un estudio de mercado, o más bien, para decirlo en un buen francés a la moda y contemporáneo, se denomina marketing. Es una verdadera estrategia y es el oficio de los agentes literarios, estos nuevos llegados al mundo de la edición, quienes lo han modificado en forma radical al imponer métodos inspirados directamente del sistema financiero capitalista estadunidense, donde sea cual sea el libro, éste es, antes que nada y en primer lugar, un producto fabricado para venderse en el mercado. Estos agentes literarios han tomado ahora tanta importancia como los autores que representan. Defienden los derechos de sus clientes, cierto, pero sin olvidar nunca su porcentaje. Si uno de ellos dice: yo hago oro con tinta, para definir el poder de su papel, no oculta que es el primer beneficiario de esta nueva alquimia.

El procedimiento más común, utilizado ahora para el lanzamiento mediático de un libro, es provocar una polémica. Un autor dice que detesta, sexualmente hablando, a las mujeres de más de 50 años, se hace odiar, y las ventas del libro que acaba de publicar se elevan como una flecha. Otro afirma que el islam es la religión más estúpida, declaración que le vale un proceso, es decir, una publicidad enorme y, por tanto, aún mayores ventas. Así va lo que se persiste en llamar literatura.