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Ciudad perdida

Se estrena fiscal // Confianza en duda

¡C

uidado con el prestidigitador, suele engañarnos! El llamado de alerta es para toda la población, y nos referimos, desde luego, al nuevo fiscal, Alejandro Gertz, experto en esconder la bolita.

Y es que lo único que falta, y es capaz de hacer, es culpar a los pobladores de Tlahuelilpan, y sólo a ellos, de lo ocurrido el pasado viernes. Aunque es imposible negar que el robo de combustible es una práctica constante en aquel pueblo donde por siempre se ha enseñoreado la pobreza, tampoco se puede negar que alguien, y no precisamente los habitantes del lugar, ducho en esos quehaceres, fue quien perforó el ducto que explotó.

Pero además, ese alguien fue quien convocó a los huachicoleros, y aunque la casualidad llevó hasta el sembradío de la tragedia a soldados y policías, debe quedar claro que había la intención no sólo de abrir un hoyo al ducto, sino de hacer público el hecho. Los que grababan las escenas del gentío que buscaba adueñarse de chorro de gasolina no estaban ahí para abastecerse del combustible, eso es obvio.

Las investigaciones de lo que sucedió no deben quedar sólo en la culpa de la pobreza y el descontrol de la fuente de la explosión, sino en todas las partes que forman la incógnita del huachicolazo: los soldados y los policías que no hicieron nada, se diga lo que se diga; la gente de Pemex que dice que cerró las llaves de abastecimiento, pero que por alguna razón, aún sin explicar, el combustible brotó a borbotones durante cuatro horas, más o menos, y lo que provocó la explosión.

Y más: la posibilidad de un sabotaje a manos de los huachicoleros mayores no puede ni debe descartarse. Por los rumbos de Tula todo mundo habla de que existen, dentro de los pueblos, bodegas donde se han acumulado cientos de litros de gasolina extraída ilegalmente, y el peligro de que una de esas bodegas explote con consecuencias aún mayores que las del viernes pasado, está latente.

El fiscal deberá enterarse del nombre de los dueños de las bodegas y lo que guardan, e impedir, desde ya, que suceda otra tragedia. Es muy seguro que Gertz sepa de la existencia de las bodegas, su trabajo será localizarlas, y se dice entre los pobladores del rumbo que el almacenaje se realiza desde hace muchos años y que hoy que parece que el negocio se viene abajo hay rabia de los huachicoleros mayores. Por eso aquello del sabotaje es más que probable.

Gertz se enfrentará a un reto difícil de alcanzar, el de crear confianza entre la gente. Se estrena como fiscal con la idea clara, eso suponemos, de que la justicia en este país es de quien la paga, de que los instrumentos de la ley sólo sirven para pervertir las normas y que las leyes cada día estan más alejadas de los requerimientos de la población, aunque no sabemos hasta dónde eso le importe.

Decimos lo anterior porque fue muy desilusionante que mientras en el Senado aún se daba la comparecencia de los aspirantes, Ricardo Monreal, siempre listo a mostrar que la política es un vergel de trampas, ya anunciaba a Gertz como fiscal. Si así se va a ejercer la justicia no hay ninguna esperanza de que las cosas cambien, aunque eso sí, siempre tendremos que estar listos para adivinar dónde quedó la bolita. Qué mal.

De pasadita

En el Congreso de la Ciudad de México las cosas empeoran. La manifiesta inoperancia de Ricardo Ruiz se ha conjugado con las ambiciones de otros miembros del pleno que no tienen llenadera. Y no sólo eso, como don Ricardo no está dispuesto a combatir esas ambiciones, en los pasillos del recinto legislativo se asegura que hoy por hoy hay una disputa silenciosa, pero dañina, entre Valentina Batres y José Luis Rodríguez.

Lo que más se temía: la formación de tribus dentro del Congreso, ya se dio. Por lo pronto hay dos, pero se espera que en breve surjan nuevas expresiones, porque las ambiciones son gigantes y el descontrol absoluto.

Los dos suponen que tienen los suficientes méritos para ocupar el vacío que ha creado la inoperancia –hay que decirlo de algún modo– de Ricardo Ruiz y se pelea puesto por puesto, curul por curul cualquier decisión operativa y administrativa dentro del Congreso, lo que nos hace pensar que esta legislatura podría ser peor aún que la última Asamblea Legislativa, que es decir mucho, pero mucho. ¡Aguas!