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La muy indicativa abstención //Puebla y BC: malos candidatos // Tamaulipas, ayudar al gobernador // Rojas: las pérdidas de Morena

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▲ INFORME 2018 DEL OMBUDSMAN. Luis Raúl González Pérez, titular de la CNDH, lamentó que el Presidente no haya escuchado su informe anual sobre los derechos humanos.Foto Cuartoscuro
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pesar de los esfuerzos morenistas por destacar las presuntas virtudes habidas en los recientes comicios estatales, la realidad es que, salvo en lo referido a la forma pacífica en que se desarrollaron (obviamente, con sus excepciones), el saldo merecería una lectura autocrítica desde el poder dominante de la política en todo el país, el asentado en Palacio Nacional.

Una de las características que debería preocupar a los estrategas que están en busca de una Cuarta Transformación nacional es el abstencionismo en varios de los seis estados en los que hubo elecciones, especialmente en los dos en que se ofreció un platillo tan atractivo como fue la designación de gobernadores. Ni en Puebla ni en Baja California hubo masas que conmocionaran las urnas. Elecciones desangeladas, pasivamente rechazadas. Es probable que al desánimo votante contribuyeran los turbios historiales de los candidatos oficiales, Luis Miguel Barbosa Huerta y Jaime Bonilla Valdez, capaces de ahuyentar hasta a bases morenistas, y no se diga a segmentos sociales no afiliados al morenismo, pero que tal vez hubieran votado por el nuevo partido dominante si los candidatos hubieran sido menos inaceptables.

Ganó el presidente Andrés Manuel López Obrador las dos candidaturas gubernamentales en juego, pero con abanderados que contradicen los postulados programáticos de Morena. Y, si ha de concederse un sentido indicativo a ese abstencionismo (tres de cada 10 ciudadanos con derecho al voto lo ejercieron en esas entidades), las coordenadas podrían llevar a ubicar una especie de reticencia a convalidar decisiones cupulares generadoras de triunfos electorales a partir de padrones asistenciales y tretas dignas del viejo régimen, cuando menos en Puebla y Baja California.

Una lectura especial merece Tamaulipas, dominado férreamente por el priísmo durante décadas y ahora gobernado formalmente (en esa entidad, como en otras, el verdadero poder no es el político o institucional) por un muy pragmático panista: Francisco García Cabeza de Vaca. A contrapelo de las tendencias nacionales, en la tierra regida por los cacicazgos y el crimen organizado, el Partido Acción Nacional ganó de manera apabullante la elección del congreso estatal. Morena, el fenómeno electoral tan extendido en otras latitudes, aplastado en Tamaulipas.

El monrealismo, la aún invertebrada corriente disidente al interior de Morena, ya había denunciado que en aquella entidad norteña se estaban realizando pactos políticos entre Morena y el gobernador García Cabeza de Vaca para presentar candidatos morenistas inviables y dejar el camino libre al panismo. Alejandro Rojas Díaz-Durán, integrante de esa corriente disidente (ha sido castigado por la Comisión de Honor y Justicia de Morena, pero ha impugnado tal decisión ante las instancias judiciales correspondientes), ha afirmado que el caso de Tamaulipas será emblemático de cómo perder una elección, cuando hace 3 meses el ánimo social y las encuestas favorecían a Morena 3 a 1. Lo advertimos a tiempo y ahí están los famélicos resultados.

Aun cuando ha de considerarse que las elecciones generales, que incluyen la presidencial, cuentan siempre con mayor concurrencia electoral que las intermedias o extraordinarias, es de atenderse el diagnóstico presentado por Rojas Díaz-Durán: Morena fue el partido que perdió más base electoral en los procesos que se llevaron a cabo el pasado domingo 2 de junio. En 2018 sacó 4 millones 511 mil 536 votos en estos estados de la República y ayer sólo sacamos en total un millón 567 mil 28 votos. Es decir, perdimos 2 millones 944 mil 508 electores. Casi 3 millones de votos menos que la elección anterior, o sea 65 por ciento menos votación.

Del lado de los opositores a Morena, ha de decirse, tampoco hay nada que realmente justifique posicionamientos alegres. Claudia Ruiz Massieu y Marko Cortés, dirigentes formales del PRI y el PAN, respectivamente, tratan de hacer piruetas analíticas y declarativas que de alguna manera les permitan decir que algo avanzaron. Nada hay de eso.

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