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Ver día anteriorDomingo 6 de octubre de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Fortalecer sin clausurar
U

n suspicaz lector, supongo que asiduo, me sugería haber encontrado una crítica al actuar del órgano electoral en mi artículo La trampa del regodeo ( El Financiero, 26/9/19). En realidad, busqué llamar la atención sobre la frivolidad y fragilidad que han acompañado la evolución de nuestra democracia y, en particular, la del pluralismo realmente existente. De ello no se puede culpar al IFE-INE.

Me preocupó el comentario porque soy una voz más de las que defienden la existencia de este órgano autónomo, que es savia en y para la construcción de la democracia en nuestra nación.

La democracia reclama participación, pluralidad, diálogo y, por supuesto, autonomía. Dicho sea de paso, la autonomía es un vocablo que significa atributos que deben ejercerse con responsabilidad. No se apoya en coros afinados ni en derechos otorgados como si de cheques en blanco se tratara; estamos ante derechos que obligan y comprometen.

Dicho lo anterior, me parece necesario reiterar la necesidad de asumir y entender que la democracia es un sistema en construcción, una asignatura compleja que nos obliga a (re)pensarla permanentemente. Asimismo, que una manera de impedir que se acerque a mayores peligros, es evitar verla como un sistema susceptible de ser remplazado por novedades u ocurrencias, como ha alertado con tino certero José Woldenberg en su Defensa de la democracia (editorial Cal y Arena, 2019).

Se trata, evidentemente, de un desafío importante no menor que el del desarrollo sostenible, cuyo talón de Aquiles sigue siendo la falta de crecimiento y, por consiguiente, de empleos disponibles y bien pagados. Sin crecimiento económico no hay excedentes que puedan convertirse en recursos públicos que, a su vez, sean destinados a incrementar el ya raquítico gasto público, tanto en inversión como en el gasto corriente que es esencial para el bienestar y la seguridad.

La nuestra es una crisis que arrastramos desde hace años; es económica a la vez que ideológica, cuya seña de identidad es la pérdida general de rumbo. Es a este tipo de encrucijadas que deberíamos encaminar nuestro interés y preocupación; ver como necesidad el fortalecimiento de nuestra economía y de nuestro sistema democrático es, debería ser, lo central, el pegamento que nos una.

El campo para tener debates sobre la economía y la política económica, reflexiones rigurosas y sin concesiones sobre nuestro Estado sigue a la espera de ser cultivado. Hay que seguir insistiendo en que se trata de fortalecer nuestras estructuras nacionales, no de clausurar las voces diversas; no se trata de aspirar a tener un modelo sin fisuras, cerrado a renovación alguna, sino de respetar nuestros principios constitucionales sin dejar en la cuneta a muchos ciudadanos, cuya voz, así sea minoritaria, refleja ni más ni menos que la integralidad de la sociedad que resulta indispensable para avanzar como nación. El país necesita deliberar y hablar. De aquí la necesidad urgente de reconstruir nuestro pluralismo político.