Para conmemorar el 71 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo (Macam, por sus siglas en inglés) de la ciudad libanesa de Byblos y la Unión Europea (UE) organizaron la intervención de un mural por parte de 12 artistas urbanos internacionales, entre ellos el mexicano Raúl Sisniega.

El resultado fue una pieza de 60 metros de largo titulada El muro de la contemplación de los derechos humanos, la cual fue develada en la jornada conmemorativa por las autoridades del Macam; representantes de la UE, como Ralph Tarraf, embajador de la unión en el país asiático; así como algunos artistas visuales participantes, originarios de Estonia, Alemania, Irak, Italia, Jordania, Senegal, Suecia, Emiratos Árabes Unidos, Ucrania y Líbano.

Los creadores basaron sus trabajos en artículos de la declaración universal, fundada por representantes internacionales y proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948 en París, con motivo de los daños derivados de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

Sisniega explicó a La Jornada que su obra la basó en artículo 26, que aborda el derecho a la educación, por lo que plasmó “a un ser humano sin género, raza, ni nacionalidad que en la mano izquierda porta un libro –que representa el acceso al conocimiento– con un ojo sobre un fondo negro cósmico, el cual simboliza la capacidad de análisis introspectivo”.

En distintas partes del mundo se han desatado multitudinarias protestas antigubernamentales para exigir las garantías a los derechos fundamentales. Desde el 17 de octubre, Líbano ha sido uno de estos escenarios frente a la intención del Ejecutivo de querer aplicar impuestos a servicios de redes sociales.

▲ Los participantes en el mural se basaron en legislación de derechos humanos.Foto cortesía de Raúl Sisniega

Sobre este fenómeno social, el artista consideró: Como sociedad sí veo que cada vez retrocedemos más en el aspecto de los derechos humanos. Pareciera que los gobiernos están haciendo políticas internas para ir quitándonos todas esas luchas que se ganaron a favor de los derechos humanos en el siglo XX y que en el XXI ya casi no vemos.

Aseguró que este tipo de festivales es una oportunidad, porque da la apertura de convivir con otros artistas y grandes instituciones internacionales, además de proyectar nuestro trabajo en distintas partes del mundo. En México existen este tipo de ocasiones, pero son muy escasas y carecen de garantías, como la seguridad.

Criticó que estos programas culturales tienen “la intención de abordar las problemáticas sociales, pero no creo que tengan impacto considerable respecto a los avances de los derechos humanos en un país que recientemente entró en una situación de inestabilidad.

No estoy seguro de si el arte sea una trinchera, que ayude a avanzar a los derechos humanos. A veces siento que sí, que desde el arte se está peleando una batalla de trasmitir información para desarrollar la conciencia de los individuos, motivo por el cual no dejo de trabajar, pero me desanimo al ver la realidad, por lo difícil que es avanzar en materia de derechos humanos sólo haciendo arte, sostuvo.