Opinión
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¿José Ángel somos todos?
“L

o macabro / No es más que todo suciedad / Muerte, esputos y porquerías. / Fétida, hedionda y corrompida / Ten cuidado con las obras naturales… / Verás que cada uno lleva / Hedionda materia producida / Fuera del cuerpocontinuamente” (Jean Allouch)

A falta de un rito con respecto a la muerte, su actual salvajismo –Torreón, Coahuila– tiene como contrapartida que la muerte empuje el duelo al acto.A muerte seca, pérdida a secas. No sólo semejante pérdida a secas, sólo un acto así, logra entregar el muerto, la muerta, a su muerte. Un gratuito sacrificio de duelo.

El desprecio por la muerte y la vida se vuelve algo que nos acompaña a los mexicanos en la actualidad. Conjunción de lo necesario y lo imposible, origen sin origen, constante diferir, presencia siempre reconstruida, silogismo freudiano (yo no lo tengo, yo no soy) irrepresentabilidad, simulacro, repetición o represión –originaria–, teatralidad sin referencia imposible sine qua non de un pensamiento trágico que inmortaliza, perpetúa, eterniza; figura que apela a leyes no escritas, es el más allá inaccesible del lenguaje, o su horizonte (Currás).

Encarnar de lo trágico sentenciado, silenciadamente, que hay en el lenguaje. Lo que viene a ser lo mismo; más allá de la muerte hay un deseo de muerte –el deseo de volver al origen del lenguaje–, al más allá del principio del placer, a la muerte de entre dos muertes. La muerte que, como dijo André Malraux: ‘‘Lo que hay de terrible en la muerte es que transforma la vida en destino y hay que evitar hablar”, mientras Durand, que vindica los entierros de los vikingos que enviaban a los muertos al mar en sus barcos a congraciarse con los dioses del océano, enuncia: ‘‘El desprecio por la muerte es el desprecio por la vida”.

Muerte que Bataille encuentra en la cueva de Lascaux abrazada de la ‘‘pequeña muerte” indisociable del erotismo; siendo él mismo quien denuncia la temida traición de la palabra, que está inscrita en la articulación original de la misma.

Así, la consecuencia temporal de los fenómenos no es entendible como un antes y un después, sino en forma análoga con la construcción que del aparato síquico hace Freud: estratificación de planos de inscripción de una huella mnémica que abre paso a la escritura síquica y de ahí a la posibilidad de ser en el mundo.