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México, D.F. lunes 18 de septiembre de 2000
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Editorial

EL CERCANO ADIOS DE FUJIMORI

SOL La sorpresiva decisión anunciada el sábado por Alberto Fujimori en el sentido de convocar a nuevas elecciones y de abstenerse de participar en ellas ha suscitado ya muchos suspiros de alivio en el hemisferio. La impúdica perpetuación de Fujimori en el poder mediante golpes de Estado técnicos, alardes de autoritarismo, procesos electorales fraudulentos y una red de corrupción y de cooptación de opositores y de medios de información, constituye un agravio a los principios democráticos, y el fin cercano de su régimen pone a Perú en la perspectiva de reconstrucción de su institucionalidad política. Sin embargo, sería ingenuo suponer que la inopinada descomposición del gobierno de El Chino conllevará, de manera automática, una recomposición de la democracia peruana.

Por principio de cuentas, nadie sabe a ciencia cierta a qué intereses responde la difusión, hace unos días, del video en el que puede verse a Vladimiro Montesinos, el hasta entonces todopoderoso asesor presidencial y jefe del Servicio Nacional de Inteligencia (SIN), sobornando a un congresista opositor para que se pase a las filas del oficialismo, grabación que constituye la razón inmediata para esa especie de dimisión posfechada que Fujimori presentó la noche del sábado. Algunos medios han señalado que tras la elaboración o tras la filtración del video podría estar la mano de las fuerzas armadas -y más específicamente, del Servicio de Inteligencia de la Marina-, entre las cuales impera un conocido descontento por el poder que acumuló Montesinos durante los sucesivos gobiernos de Fujimori. Otra hipótesis viable es que la difusión del documento está relacionada con intentos castrenses por acallar el escándalo del tráfico de armas procedentes de Jordania -y con destino final a las FARC- en el que está involucrado el ejército peruano y acaso también el presidente y su siniestro asesor.

Tal vez en un contexto internacional distinto, el vergonzoso episodio de soborno habría podido ser superado por el gobernante peruano. Pero el dato salió a la luz en momentos en que una misión de la OEA auspiciaba encuentros entre representantes oficiales y de la oposición para procurar la democratización del país sudamericano.

Diversas personalidades opositoras -entre ellas, los sucesivos rivales electorales de Fujimori Mario Vargas Llosa, Javier Pérez de Cuéllar y Alejandro Toledo- han externado su preocupación por la incertidumbre en torno a la fecha de los nuevos comicios y por la dudosa imparcialidad de los organismos electorales. Con todo, lo más inquietante del escenario peruano es el atraso político y la desarticulación del régimen de partidos, factores que Fujimori agravó pero que resultan anteriores a él; de hecho, la llegada de El Chino al poder, en 1990, fue, en buena medida, consecuencia del desgaste y descrédito de los institutos políticos y de las instituciones y procesos cívicos.

Con todo, pese a las incertidumbres que genera la coyuntura política peruana, el súbito colapso del fujimorato es un suceso alentador para los principios democráticos.


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