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Respuesta de Guillermo Almeyra
a la carta de Renato Huarte Cuéllar

-leer carta de Renato Huarte

-leer artículo original

 

Estimado señor Huarte:


Permítame, primero, explicar lo de "estimado". Aunque no lo conozco, aprecio - aunque no coincido con sus argumentos- el tono razonado de su carta que se diferencia éticamente de los rabiosos insultos que me han propinado algunos de sus correligionarios. Si en una discusión civilizada es importante tratar de razonar sobre los argumentos ajenos, eso es aún más fundamental en lo que se refiere al problema de Medio Oriente.
Su actitud me permite pues responderle, aunque sea brevemente.
En primer lugar, me parece un eufemismo decir que la política de Sharon " no es la más propicia para la región". Es una política de guerra y represión, calificada de fascista por no pocos israelíes y que las mujeres de negro de Israel-a las que Ud. no hace referencia-combaten precisamente por eso. También me parece eufemístico decir que Israel "no extermina a los palestinos de forma sistemática y premeditada" (lo cual es cierto, pero oculta una agresión continua y desproporcionada que equivale a desangrarlos y desintegrarlos lentamente). Además Ud. confunde los textos legales for export con la actitud del gobierno Sharon (la URSS tenía una Constitución muy democrática, pero recuerde lo que era el stalinismo) y confunde gobierno, Estado, pueblo judío. Yo sostengo que el gobierno es el que utiliza métodos fascistas y que el apoyo mayoritario a su política y a su belicismo da el consenso necesario para ese fascismo. Eso no hace a los israelíes -y menos aún a los judíos, muchos de los cuales rechazan ese gobierno dentro o fuera de Israel- fascistas tal como el apoyo mayoritario a Mussolini o a Hitler no hizo de los italianos o alemanes nazis o fascistas. Pero el hecho de las políticas y métodos fascistas con apoyo de masas subsiste y debe ser encarado insoslayablemente por toda persona preocupada por la democracia, sea ella judía o no. Además, se es demócrata no cuando se defiende la democracia en otro continente sino cuando se lucha por ella en el propio país, natal o de adopción. En cuanto al apartheid ¿qué otra cosa es ocupar el 40% de la zona de Gaza, que es palestina, con 6 000 colonos judíos y concentrar en el 60% restante a un millón de palestinos? Quienes, como las mujeres de negro, israelíes o no, se oponen a eso salvan el honor del género humano y quienes apoyan y justifican la constitución de bantustanes, sean ellos israelíes, judíos o gentiles, lo enfangan. En cuanto al terrorismo de los fundamentalistas, que condeno y lamento hay que aclarar lo siguiente: en primer lugar, Hamas o la Jihad crean serios problemas a la OLP, la ANP y a Arafat mismo, que repudia y combate -y no estimula, como dice Sharon- ese terrorismo que provoca terribles represalias y destrucciones por parte del gobierno de Sharon, el cual castiga a todo un pueblo y no a los responsables de un acto criminal. En segundo lugar, los terroristas fundamentalistas están infiltrados por los servicios israelíes y son funcionales para la política de Sharon. En tercer lugar, el fundamentalismo, alentado por Estados Unidos y Arabia Saudita en Afganistán, Kosovo, Palestina, Argelia, da la base religiosa para la locura criminal que lleva al atentado suicida, pero el terrorismo siempre tiene su base sicológica y política en la desesperación del débil frente al ocupante: Uri Avnery fue terrorista del Irgun antes de ser, ahora, pacifista, e Itzhaak Shamir, el fascista fue, como Beguin- otro ex primer ministro de Israel- un terrorista antibritánico. En cuanto a la destrucción del ghetto de Varsovia: insisto en mi argumento: tanto en ese caso como en el de los asesinatos de argelinos por el ejército ocupante francés o en los bombardeos de Sharon, la barbarie de los métodos se apoya en que se niega al adversario la calidad de ser humano, de igual. En eso no hay diferencia entre la actitud de los nazis ante los judíos polacos y la de los fascistas iraelíes ante los palestinos. Eso es lo dramático, lo preocupante. No es posible garantizar para el futuro que no habrá un loco sanguinario y racista que se suicide en un acto terrorista cuando se siembra racismo con el terrorismo de Estado y se quiere someter un pueblo a la esclavitud. Es posible, en cambio, reducir la posibilidad del terrorismo retirando las tropas ocupantes de las tierras árabes (para que nadie las apedree ni les dispare), permitiendo volver a sus hogares a los expulsados por el terror, indemnizándolos, estableciendo un plan económico de reconstrucción de los territorios explotados o destruidos por Israel, destinando fondos para el desarrollo global de la zona, para árabes y judíos, de modo complementario y pacífico, y ayudando a que entre los palestinos no cunda el odio nacional antiisraelí y ganen los laicos, los pacifistas. La seguridad del Estado de Israel -dejemos de lado cómo fue creado en tierras árabes, porque ahora es un hecho- depende de que sus ciudadanos árabes y sus vecinos árabes crean realmente que es viable convivir con los judíos. Para lograr la paz Israel no sólo debe entregar los territorios usurpados, en los que guerrea diariamente contra la población civil, sino que, además, debe desarmar las mentes, entre sus ciudadanos y entre los palestinos, demostrando arrepentimiento y generosidad. Si construye un ghetto o un bantustán en el mundo árabe, Israel se convierte a su vez en un ghetto rodeado de enemigos, expuesto siempre a un pogrom potencial; si destruye al sector más laico, plurirreligioso y avanzado del mundo árabe, fomenta el fundamentalismo racista; si es la punta de lanza del belicismo estadounidense, será inevitablemente un blanco bélico.
No quiero hablar del origen del Estado de Israel ni del carácter confesional del mismo, reuniendo judíos que nada tenían en común entre sí salvo su religión (falashas etíopes y polacos ashkenazis de origen mongol, por ejemplo, judíos -o gente que decía ser judío- que huía de la URSS en desastre y antisemita, etc): el hecho es que una ínfima minoría judía se fue convirtiendo, por la fuerza, en la mayoría en una tierra ajenas y ocupada, con la complicidad de las grandes potencias (y de los gobiernos árabes reaccionarios, temerosos de los palestinos y de sus propios pueblos). Hoy ahí está el gobierno de Israel impidiendo que en tierras palestinas exista un Estado palestino, aunque declare aceptar lo que se le impone como un hecho. Y una minoría en Israel, como las mujeres de negro, luchan contra ese estado de cosas, no porque quieren destruir a Israel sino porque quieren hacerlo viable y humanizarlo, como querían tantos socialistas o progresistas que allí emigraron hace decenios. Sobre eso no es posible dejar de pronunciarse.
Por último, algo sin mayor importancia: gueto significa ghetto castellanizado en el lenguaje de los medios, bastante bárbaro y hebreo, según el diccionario, es sinónimo de judío (Casares, 1982, segunda edición, Barcelona: "aplícase al pueblo semítico que también se llama israelita o judío"). Le saluda atentamente:


Guillermo Almeyra.