Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 8 de diciembre de 2001
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Política
024a1pol

sabado Ť 8 Ť diciembre Ť 2001

Alberto J. Olvera

Alternancia sin imaginación

A un año de la alternancia, lejanas han quedado las esperanzas y expectativas originales de los ciudadanos. El presidente Fox y su equipo han demostrado escasa comprensión de las circunstancias, y tanto el partido en el gobierno como los de oposición no han sabido cómo conducirse en la inédita coyuntura. En la ciudad de México, el jefe de Gobierno no ha aportado proyectos innovadores. El resultado neto ha sido la parálisis política y una pobreza alarmante del debate público. Esto ha permitido al PRI mantener su hegemonía en vastas áreas de la política nacional. No ha habido destitución del viejo régimen ni construcción de uno nuevo.

El problema central de Fox y su grupo fue que tuvieron que apostar por una transición gradualista y la negociación con el viejo régimen. Se pospuso la reforma del Estado y el ataque a los nudos centrales de la corrupción y de la violación de derechos en la hipótesis de que sólo así se lograría la gobernabilidad a corto plazo, un periodo en el que se quería garantizar la viabilidad económica del nuevo gobierno. La reforma fiscal y de las leyes que limitan la inversión privada en electricidad y petróleo tenían preeminencia en este enfoque conservador, que presuponía que el PRI apoyaría estas políticas a cambio de no verse atacado en forma directa. Al mismo tiempo, la resolución del problema de Chiapas elevaría la popularidad de Fox y aumentaría su prestigio internacional.

Como se sabe, ninguna de estas apuestas funcionó, debido a increíbles errores de ejecución, ausencia de una política de alianzas y una nula capacidad negociadora. Fox no entendió que en ausencia de un pacto de transición y dada la minoría parlamentaria del partido gobernante, la única forma de garantizar la consolidación del nuevo régimen era construir un bloque político con el PRD, dividir al PRI y tomar la iniciativa de los cambios.

Ciertamente el PRD no ayudó al proceso, dada la necia y ciega negativa de sus dirigentes factuales a establecer un pacto político con Fox, aunque tenían la oportunidad de definir los contornos del nuevo régimen. El PAN también se negó a todo pacto, sin reconocer que el triunfo de Fox no fue de su partido, sino el reflejo de una voluntad ciudadana de cambio.

Así, la incapacidad de todos los actores políticos creó una virtual imposibilidad de pacto, frente a lo cual sólo quedaba una disyuntiva: o el Ejecutivo tomaba la iniciativa de los cambios, forzando a los partidos a definirse (como se hizo en el caso de la marcha zapatista), o se adoptaba una estrategia gradualista a la espera de cambios en las direcciones de los tres principales partidos. El fracaso de la negociación de los derechos indígenas demostró que el gobierno de Fox no estaba preparado para forzar definiciones, dada su nula capacidad de presión sobre el Legislativo y la abierta insurrección de su propio partido. El PAN cavó la zanja en que se hundió Fox en este primer año con su ignorante negativa a aprobar una ley de derechos indígenas aceptable al movimiento indígena nacional. Este decisivo proceso concluyó en el aislamiento político de Fox y su retraimiento al gradualismo conservador.

Por su parte, López Obrador tampoco logró aportar un viento de cambio a la política nacional. Decidió pasar por encima de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (dada la imposibilidad de controlarla) y dedicarse a construir una base de apoyo segura recurriendo a una política social asistencial y con ribetes clientelares. López Obrador no construyó un pacto con nadie, ni siquiera con las corrientes desplazadas de su propio partido, por lo cual su política ha sido personal y voluntarista. Dado que cuenta con mayor espacio de maniobra política y menos obstáculos institucionales, ha sido más exitoso que Fox en construirse una imagen de hombre de resultados. Sin embargo, no hay una nueva forma de hacer política ni una verdadera ampliación de los espacios de la democracia.

El año uno de la alternancia ha sido derrochado por los actores políticos. El viejo régimen vive en la mayoría de las instituciones, leyes y territorios. La crisis económica ayuda a esta reproducción conservadora. Si el PAN, el PRD y el grupo foxista no logran corregir el rumbo, el PRI apostará a la restauración en el 2003. Es un partido con suerte: sus enemigos se empeñan en abrirle el camino.

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