SABADO Ť 8 Ť DICIEMBRE Ť 2001

Ť Aquí las cosas se cotizan en dólares, pa' qué cambiarlos, dice un joven

Ya nadie se halla aquí, se queja un migrante de visita en su comunidad natal Otates, en Guanajuato

MARTIN DIEGO RODRIGUEZ CORRESPONSAL

Ciudad Manuel Doblado, Gto., 7 de diciembre. Apenas regresó de Chicago y Manuel Servín ya se quiere regresar. Dice que extraña los edificios y el trabajo, que aquí en su pueblo, donde se levanta una densa columna de polvo entre los cactos, no se puede hacer otra cosa más que "tristear".

El jueves por la tarde regresó a Otates la mayoría de los migrantes, quienes dejaron todo por un año: mujeres, niños, ancianos, animales -"hay veces que por la cabecera andan los animales que son del pueblo, pero luego regresan"- dice Socorro Lugo, quien a sus nueve años ya quiere irse para el norte.

Es el primer viernes de cada mes cuando la comunidad recobra vida, cuando las desdibujadas calles se llenan de camionetas que suenan a banda, a música texana y uno que otro a ska; es cuando se ve a los muchachos y a las casaderas buscar a su mejor partido, aunque la declaración quizá se haga el año próximo.

En la tienda Mary, que está donde llaman la calle del Mezquite -por el frondoso árbol que se levanta- hay un letrero que anuncia las ofertas: "servesas a medio dollar". Es concurrida la tienda de don Jacinto, muchos son los que llegan ahí a cambiar los dólares, pero "mejor dijimos que paƀqué los cambiamos y mejor pagamos en dólares".

Casi todo es de a dólar; el kilogramo de huevo, de maíz, de frijol, los refrescos de a tres por dólar y las cervezas, que ahora están en oferta, al dos por uno; es decir, dos por un dólar.

Otates se encuentra a unos 50 minutos de Manuel Doblado, rumbo a Jalisco, se cruza por un camino de terracería franqueado por sembradíos de sorgo y trigo, por uno que otro mezquite.

Manuel insiste en que se quiere regresar, que mejor se va.

"ƑQué hago aquí? Nomás regresamos para ver a los niños, para ver a la mujer y a los padres, pero ya nadie se halla aquí", habla por los demás.

Las maestras de la escuela primaria rural Pantaleón Martínez se vieron obligadas a aprender inglés y enseñar a los párvulos este idioma. "Ya sé decir que quiero trabajo", dice Chuy, quien mastica el idioma... apenas si se le entiende.

La fiesta de Otates reúne a los que se van, y es sólo para recordar el lugar donde nacieron porque casi nadie, o nadie, quiere trabajar nuevamente su tierra.