Ť Con telón pintado por Carmen Parra se ofreció una sola función en El Aire

Ese oscuro objeto del flamenco, espectáculo realizado con ''las tripas en la mano''

Ť Aborda el tema de la frágil línea entre Eros y Tánatos, entre la palabra y el silencio

ANGEL VARGAS

Suena el primer compás de la guitarra, un quejido ronco y oscuro eriza la noche, la luz se descubre tímida entre las flamas mortecinas de unas velas y ella, de negro y entallado vestido, comienza su baile con la delicadeza de una hoja cayendo hasta convertirse paulatinamente en un remolino de poderosos movimientos.

Ese oscuro objeto del flamenco es un espectáculo poético-musical-dancístico hecho con ''las tripas en la mano", como dicen algunos gitanos cuando quieren enfatizar que algo es más emotivo que racional.

Sin más recursos escénicos que un telón pintado por Carmen Parra, la guitarra de Antonio Muñiz, la voz de Luis Concheso, el baile de Rosa Blanes y la recitación de José Antonio Morales, aborda el tema de esa frágil línea entre Eros y Tánatos, la vida y la muerte, la palabra y el silencio.

Son 75 minutos en los que se recurre a textos poéticos de Georges Bataille, Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Xavier Villaurrutia, José Gorostiza y Jaime Sabines para construir un cuadro de imágenes oníricas de gran belleza y sensualidad, no desprovistas de dramatismo o de momentos de tensión e incluso agresividad.

Encuentro con el flamenco nato

Quienes asisten esta noche -la del jueves- a El Aire Centro Cultural de Arte, ubicado en el sur capitalino, se encuentran con el flamenco nato, al más puro estilo de las cuevas andaluzas; el flamenco ortodoxo alejado de esa detonación comercial que ha adquirido el género en años recientes y que lo mismo ha asumido influencias indiscriminadas del jazz, la rumba o el pop. Es la música melancólica de las cuerdas, el dolor del cante jondo y el embeleso de un baile arrebatadoramente erótico, de sexualidad animal en cada taconeo y cada movimiento de las manos.

''El erotismo deja un gesto de placer y de dolor", espeta el declamador. ''Me has herido en la flor de mi silencio". Y la profundidad de la voz es provocadora: ''La belleza es la trampa del diablo".

La bailaora, con la fragilidad de las líneas de su cuerpo y la claridad azul de su mirada, pone las vísceras a flor de piel, de la misma forma que lo hace con sus soleás, alegrías y bulerías. Su rostro perlado de sudor queda fijo en un punto indeterminado y, como lo hiciera momentos antes cuando llevó sus manos a su sexo, se deja desfallecer y el silencio impera en el pequeño foro.

La luz está en todo su esplendor y los aplausos se desgranan, eternizándose. El espectáculo ha terminado, en su única presentación en El Aire Centro Cultural de Arte, ubicado en San Jerónimo.