Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 24 de diciembre de 2001
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Economía
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León Bendesky

El embudo

ƑCuántos muertos vale un programa de ajuste económico? Hoy la pregunta no es trivial en Argentina. Además, es mayor el absurdo por lo mal hecho e inútil que fue el ajuste aplicado por el ya ex presidente De la Rúa y su ministro de Economía, Domingo Cavallo, sobre todo en las últimas semanas. Ambos personajes parecían separarse día a día de lo que pasaba en la sociedad, que se hacía evidente en las calles, en los barrios, y no sólo en los más pobres, y entre las mismas fuerzas políticas que estaban a lado viendo cómo se deshacía cualquier capacidad de gestión del gobierno. El presidente estaba prácticamente fuera de contacto con lo ocurría y sus declaraciones estaban cada vez más lejos de lo que se apreciaba aun desde lejos. El ministro, por su parte, estaba actuando de modo desesperado y casi provocando el colapso no sólo de la economía, sino de la resistencia de las familias, sin trabajo y sin dinero. Cuando el gobierno recibió, finalmente, el último empujón del Fondo Monetario Internacional (FMI), que tanto había alabado y defendido el modelo argentino de gestión económica instaurado por el mismo Cavallo en 1990, ya fue incapaz de sostenerse por más tiempo.

Un poco más de tres años de recesión con una tasa de desempleo que había llegado a 18 por ciento de la fuerza de trabajo, hiceron estragos en un país que lleva cuando menos cuatro décadas de descomposición económica y que ha llegado ahora a un límite casi extremo. La gran ironía de la situación me parece que la expresa la declaración de un hombre joven que decía ante las cámaras de CNN que él estaba entero, que tenía dos manos y quería trabajar, que no quería limosna. La otra gran ironía es que mientras eso pasaba, a cada nueva acción desesperada de Cavallo subía el índice de la bolsa de valores movida por la especulación. No es que deban sorprendernos estas ironías como si fuéramos ingenuos, es que no deberíamos olvidarlas y actuar como si ni existieran.

Las medidas monetarias, por sí mismas, no generan el crecimiento productivo, y el caso argentino es bastante claro al respecto. No debe confundirse la posibilidad de estabilizar una economía, es decir, controlar una subida casi incontrolada de los precios, como ocurrió en ese país a fines de los ochenta con el ajuste del sistema productivo. Lo primero puede hacerse por decreto, que es lo que consiguió Cavallo imponiendo el programa de convertibilidad que fijó la paridad del tipo de cambio en uno a uno y con respaldo absoluto de cada nuevo peso en circulación con dólares en las reservas. Lo segundo no se consigue de modo automático y la economía argentina se estancó al poco tiempo que pasó el entusiasmo del fin de la inflación.

El tipo de cambio fijo basado en la convertibilidad le quitó toda capacidad competitiva a la economía y favoreció la fuga de capitales de los grupos de la sociedad que concentraron como nunca la mayor parte del ingreso en esa sociedad, que desde hace ya mucho tiempo es una especie de caso atípico en la región.

En las economías del tipo de las de América Latina la paridad de la moneda frente al dólar sigue siendo un instrumento esencial de la gestión económica, asociada con la competitividad en los mercados internacionales y con el mantenimiento del mercado interno. Brasil usa esos instrumentos de modo explícito y la rigidez del modelo argentino no pudo con la inercia provocada por el real y acabó destrozando al peso de uno por uno, que terminó sin valor, ni siquiera se podía sacar libremente de los bancos.

Los problemas argentinos están muy lejos de acabar con el fin de la pesadilla del dúo De la Rua-Cavallo, pero su salida seguramente debería posibilitar abrir otras puertas, aunque no lo garantiza. Un camino ahora es el de la devaluación junto con la moratoria de la deuda que alcanza casi 160 mil millones de dólares. Esto requerirá de mucha negociación con los acreedores y sin duda abre un escenario muy incierto. La devaluación va a dejar muy mal parados a muchos argentinos que se han endeudado en dólares. Así que las condiciones internas se van a agravar antes de que puedan empezar a mejorar, lo que, claro, es un pobre consuelo. El pago de la deuda es una cosa, pero el de las barbaridades técnicas y políticas asociadas con la etructura de poder existente es más onerosa para una sociedad que se ha empobrecido de modo salvaje en los últimos años.

La convertibilidad se transformó en un bumerán para Domingo Cavallo y lo golpeó en la cabeza dejándolo, todo hace suponer, sin posibilidades de lograr su aspiración de ser el presidente argentino. Pero el efecto político no se limita a la geografía y los personajes de ese país.

El FMI debería hacer, si puede y quiere, una profunda reflexión acerca del modelo económico que está impulsando en todo el mundo, para lo que cuenta con todos los medios de difusión que repiten las verdades a medias y las imágenes de un mundo inexistente y que se han vuelto convencionales. Lo de Argentina es un hecho, lo del FMI es poco menos que improbable que ocurra.

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