Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 24 de diciembre de 2001
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Mundo
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Robert Fisk

Segundo acto de la guerra

Fue necesario que mi viejo amigo irlandés y colega periodista me señalara lo obvio. Con un dolor de cabeza tan grande como el mismo Afganistán, leyendo mil reportes periodísticos sobre el supuesto ''periodo subsecuente'' a la guerra afgana, me había drogado de mentiras. Las mujeres afganas eran libres al fin, "nuestras" fuerzas de mantenimiento de paz estaban en camino y los talibanes habían sido aplastados. Las manifestaciones antiestadunidenses en Pakistán se habían colapsado -dejemos de lado el pequeño rozón que viví ahí hace dos semanas con afganos de verdad.

Al Qaeda estaba siendo "obligada a salir" de su cueva. Osama Bin Laden no había sido capturado y ni siquiera estaba muerto, pero Estados Unidos tenía un video -incomprensible, según todos los árabes que conozco- que "prueba" que nuestro más nuevo monstruo planeó los crímenes contra la humanidad en Nueva York y Washington.

Por lo tanto necesitaba que Vincent, resoplando como ferrocarril como hace siempre que está enojado, me señalara los periódicos en Gemmaƀs, mi distribuidor favorito de prensa internacional en Irlanda. "Por Dios, Ƒqué es lo que está pasando, Bob?", me preguntó. "ƑYa viste los encabezados de estas mierdas?", y agarró un Newsweek de un estante. El encabezado: "Después del mal".

"ƑQué son todas estas pendejadas bíblicas?", me preguntó Vincent. La cara videograbada y granulosa de Osama Bin Laden miraba desde la portada de la revista; una oscura y diabólica imagen de los círculos del infierno de Dante. Cuando tomó Berlín, Stalin anunció que sus tropas habían penetrado "la guarida de la bestia fascista", pero la Segunda Guerra Mundial no es nada comparada con esto.

Hagamos un "recuento de la historia" hasta ahora. Después de que asesinos múltiples árabes estrellaron cuatro aviones secuestrados en el World Trade Center, el Pentágono y Pennsilvania, un crimen contra la humanidad que cobró más de 4 mil vidas inocentes, el presidente Bush anunció una cruzada por la "justicia" infinita -aunque después la volvió "libertad infinita"- y bombardeó Afganistán. Usando pistoleros y asesinos de la desacreditada Alianza del Norte para destruir a pistoleros y asesinos del desacreditado régimen talibán, los estadunidenses bombardearon las fortalezas subterráneas de Osama Bin Laden y mataron a cientos de combatientes afganos y árabes, sin contar a los prisioneros que fueron ejecutados después de la represión de un motín carcelario por parte de la alianza anglo-estadunidense-Alianza del Norte en Mazar-e-Sharif.

La aparición del video de Bin Laden - considerado una indudable evidencia de culpabilidad por la prensa mundial, y que fue amplia y voluntariamente ignorado por el mundo musulmán- ayudó a distraer la atención de que, al parecer, el Señor Maligno ha desaparecido. También ayudó a retocar otros hechos. Podemos olvidarnos de los ataques aéreos estadunidenses, según estadísticas recogidas por un profesor de la Universidad de Chicago, ya que han matado a más afganos inocentes que el número de víctimas de los secuestradores aéreos en el World Trade Center. Podemos olvidar también el que el mullah Omar, el misterioso líder talibán, también huyó.

Podemos ignorar el hecho de que, con la salvedad de unas cuantas valientes almas femeninas, casi todas las mujeres afganas en Kabul siguieron usando la burka. También, desde luego, podemos cerrar los ojos a la preponderancia masiva que tendrán los asesinos de la Alianza del Norte en su representación en el nuevo gobierno pro occidental y apoyado por la ONU de Kabul. Podemos aplaudir cuando sólo 50 miembros de la Marina Real lleguen este fin de semana a Afganistán para formar parte de la "fuerza de paz" ordenada por la ONU y encabezada por Gran Bretaña, y que sólo consistirá en unos cuantos miles de hombres que necesitarán el permiso del gobierno en Kabul para operar en la capital. El número de estas tropas equivaldrá a cerca de un tercio del contingente del ejército británico que fue destruido en el desfiladero de Kabul en 1842.

La fuerza de "paz" cree que va a tener que defender los convoyes humanitarios de ladrones y disidentes talibanes. De hecho, va a tener que repeler a la mafia de la Alianza del Norte, a los cultivadores de droga y a los caudillos, al igual que las violentas guerrillas que serán enviadas a atacarlos por los seguidores de Bin Laden que han sobrevivido.

Así haya sido lo único que hicieron, los talibanes lograron que los caminos y poblados de Afganistán fueran seguros para los afganos y los extranjeros. Ahora, uno difícilmente puede llegar de Kabul a Jalalabad.

Presumiblemente, la CIA nos dejará pagarle a los jefes mafiosos de la alianza por su guerra en Afganistán. Una de las historias no contadas en este conflicto es la inmensa cantidad de dinero que se entregó a los líderes de la milicia para convencerlos de pelear para Estados Unidos. Cuando miembros del talibán se cambiaron de bando por un pago de 250 mil dólares y luego atacaron a sus benefactores, todos nos instalamos en su traición. Nunca nos preguntamos cómo fue que la Alianza -que unas semanas antes no tenía dinero ni para balas- de pronto podía aventarle un cuarto de millón de dólares a los talibanes en medio de un campo de batalla. Tampoco nos preguntamos por qué ahora los líderes tribales pashtunes de la provincia de Kandahar circulan en automóviles nuevos y tienen miles de dólares para repartirlos entre sus pistoleros. No me sorprendió leer que un caudillo somalí está ofreciendo ahora a Estados Unidos sus servicios a cambio de pagos en efectivo en el próximo round de la guerra por la civilización.

Afortunadamente para nosotros, las víctimas civiles de los aviones B-52 estadunidenses seguirán sin ser identificadas en sus tumbas recién cavadas. Aún antes de que la guerra terminara, 3 mil 700 de ellas -sin contar a los hombres del mullah Omar y de Bin Laden- habían sido hechas pedazos en nuestra guerra por la civilización. Algunos pocos signos desperdigados de descontento -como la turba que me asaltó hace dos semanas, por ejemplo, enardecidos por el asesinato de sus familias- pueden rápidamente borrarse de todos los historiales.

Es obviamente perverso el hacer notar que no he conocido a un sólo musulmán, o en efecto, tampoco a muchos occidentales -ya sean paquistaníes, afganos, árabes, británicos, franceses, estadunidenses- que crean estas tonterías. Recordemos tan sólo que el nuevo gobierno de Kabul está tan comprometido a apoyar "Islam, democracia, pluralismo (sic) y justicia social" como el señor Bush lo está con el bien (sic) y la destrucción del mal. Pasemos al año siguiente y no se preocupen por Bin Laden. Podría volver justo a tiempo para participar en la segunda parte de la guerra por la civilización.

 

Copyright: The Independent.

Traducción: Gabriela Fonseca.

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