Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 24 de diciembre de 2001
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Mundo
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James Petras

Un cuento de Navidad

El poblado estaba bajo ocupación, los comercios cerrados, las oficinas de asistencia pública habían sido bombardeadas, su casa estaba en ruinas y José estaba desempleado. Nadie tenía dinero para contratar un carpintero. Y aun cuando lo tuvieran, la ocupación no permitía que se construyeran nuevas viviendas, se hicieran reparaciones o se transportaran materiales de construcción.

Cuando María salió, en la madrugada, el aire frío le rozó la cara, por lo que se cubrió las mejillas y el cuello apretadamente con su pañuelo, fue al pozo y llenó su cubo de agua. Le costó trabajo agacharse, pues su abdomen crecido le estorbaba. Toda la noche sintió contracciones y sabía que ya casi había llegado el momento. Habían tratado de encontrar posada con parientes que vivían en el poblado vecino, un lugar llamado Belén. Los caminos estaban bloqueados por tanques, vehículos blinados y soldados que portaban rifles automáticos.

José se lavó la cara y ayudó a María a recostarse en una cobija sobre el piso de tierra de su improvisada tienda. Pasó su mano callosa por su cabello y la palmeó cariñosamente en el estómago. María sonrió a pesar de sus malestares. Era sólo una muchacha, en sus últimos años de adolescencia, y casi 20 años más joven que el barbado José.

"Hablé con Sami, el pastor. Aceptó llevarnos a Belén por los caminos rurales esta noche." José empacó sus escasas pertenencias. A medianoche, María montó un burro y José se echó a la espalda lo más esencial; Sami los guiaba. Cuando trepaban por sendas escarpadas, con cada tumbo un dolor agudo corría por los muslos y el abdomen de María. A medida que se acercaban a Belén, vieron unas brillantes luces que recorrían las afueras de la ciudad. Sami señaló una cercana al poblado. "Hay un espacio entre la barda y las rocas; pueden cruzar por ahí, pero deben dejar el burro".

José miró a Sami con sospecha. "ƑDejar el burro? šNunca!"

Sami se sintió ofendido por las sospechas de José. "šEntonces tendrán que cruzar por el puesto de control israelí! Yo los dejo. Que Dios los acompañe".

José se volvió. Su esposa dormitaba. Hizo descender de la colina al burro y llegó al camino principal. La brillante luz lo cegó. Una fuerte y áspera voz retumbó desde un altavoz.

"šDeténgase o le dispararemos de inmediato!"

"Desmonte y tire la bolsa al suelo junto a usted y levante las manos. šAhora, o disparamos!", ladró la voz oculta.

José colocó la bolsa en el suelo y ayudó a María a desmotar. Estaba torpe, somnolienta y muy asustada.

"Acérquense con las manos en alto. Primero usted, gordo árabe."

María, alzando los brazos, sintió de pronto la necesidad de orinar para aliviar la presión de su pesado abdomen.

Un soldado gesticuló llamando a José al tiempo que gritaba: "Ponga las manos atrás de la cabeza." María se sintió sola.

Luego se le ordenó a María acercarse lentamente. Los soldados pusieron los dedos sobre los gatillos de sus Uzis, que apuntaban a su cabeza y estómago. "Desabróchese el abrigo y levántese el vestido", le gritó una voz sin rostro. Hubo una pausa. María se sintió avergonzada. Sólo José la había visto desnuda. Se levantó el vestido.

Un soldado enfocó su binoculares en su abdomen. "Nada de bombas, sólo una panza gorda o retacada de bebé."

Le entregó los binoculares a su superior que atisbó y luego ladró: "šLevántese el fondo. No se haga la virgen con nosotros!"

María estaba confundida, ruborizada. Se levantó el fondo y un faro alumbró la enorme barriga que colgaba sobre su pantaleta.

"šLevántalo todo, puta árabe, puede que logres meterte algo entre las piernas además del pito de tu marido!"

María quiso estar muerta... y se bajó las pantaletas. La luz brilló sobre su pelo púbico oscuro.

"šDése vuelta!"

Se volvió.

"šAhora vístase! šY usted, el barbudo, póngase de pie!"

Dos soldados se acercaron a él e hicieron que María diera un paso adelante.

María y José fueron interrogados durante varias horas: de dónde venían, por qué se habían ido, por qué su casa había sido destruida, por qué viajaban de noche por caminos rurales, con quién se quedarían, por cuánto tiempo -y sobre todo-, sobre su relación con la autoridad palestina, Hamas, Jihad y el Frente Popular para la Liberación Palestina. Cada respuesta simple y directa era dada con una sonrisita de sospecha.

María sentía las contracciones cada vez más frecuentes. Sus pies estaban entumecidos y fríos. José, un carpintero casi sin educación, y María, quien nunca había expresado una opinión política, estaban totalmente confundidos.

Un oficial le picó el abdomen a María con el pulgar. "Otro subversivo. Ustedes los terroristas se reproducen como conejos."

María apretó los dientes. Un espasmo largo y doloroso la recorrió entera.

El oficial mayor les dijo que podían seguir su camino.

Aún estaba oscuro cuando entraron a Belén y María apenas podía montar con las contracciones. José estaba desorientado. No lograba encontrar la calle o la casa. Nadie estaba en las calles debido al toque de queda. El burro arrugó la nariz y los guio hacia un cobertizo, donde algunas cabras y ovejas estaban recostadas en la paja. El burro empezó a mordisquear el forraje.

María estaba en pleno trabajo de parto y un quejido se escapó de entre sus dientes cerrados. José la ayudó lo mejor que pudo.

Milagrosamente, el bebé nació y de inmediato se puso a llorar. Se encendió una luz en la casa y sus ocupantes salieron; era una pareja palestina. La esposa limpió al bebé y cubrió a María con mantas.

Su casa estaba atestada de familiares que habían huido de Nablus y Ramallah huyendo de los misiles israelíes.

La noche siguiente, una estrella brillante arrojó su luz en el cielo y tres reyes que vinieron de lugares que quedaban más allá del mar curzaron los puestos de control israelíes sin ser vistos, bajo la protección de Dios. O al menos eso creyeron. Llegaron al cobertizo que albergaba al recién nacido, llamado Jesús, a quien llevaban regalos, y se arrodillaron ante su salvador, quien dormía en una cuna que José había improvisado.

De pronto se escucharon gritos, el ruido de vidrios rotos y de culatas de rifles destrozando puertas. Un helicóptero llegó rugiendo; de pronto hubo una explosión y el cobertizo voló en pedazos. Brazos, piernas, cabezas de oveja, patas de cabra, torsos humanos y la cabeza de un bebé volaron hacia el terciopelo negro del cielo.

La radio israelí anunció que tres presuntos terroristas árabes que habían llegado huyendo de Afganistán fueron muertos en su escondite en Belén poco después de haber cruzado la frontera. El gobierno israelí lamentó la muerte de civiles. Los medios de comunicación estadunidenses repitieron la versión, al tiempo que Wa-shington felicitaba al gobierno israelí por su papel en la lucha internacional contra el terrorismo. Jesús vivió sólo un día.

Traducción: Gabriela Fonseca

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