Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 26 de diciembre de 2001
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Mundo
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Ť Los comercios cerraron temprano, por falta de ventas y temor de nuevos saqueos

Los argentinos más pobres se unen para celebrar Navidad

STELLA CALLONI CORRESPONSAL

Buenos Aires, 25 de diciembre. Los argentinos vivieron una de las navidades más dolorosas, sacudidos aún por la represión y el estallido social y sumergidos en la más grave crisis económica. Tanto los barrios suburbanos como las calles de esta capital lucieron vacías, y ni siquiera los negocios de la populosa zona del Once vieron compradores, lo que llevó a muchos comerciantes a cerrar sus cortinas en la tarde del lunes. Incluso, los supermercados cerraron intempestivamente a las 18 horas locales, quizá ante el temor de que resucitaran los saqueos.

La Coordinadora de Actividades reportó una caída de 50 por ciento en las ventas en relación con la misma fecha del año pasado. Pero también hubo desplome en la cifra de heridos en accidentes navideños, según reportaron los hospitales, lo que se atribuyó a que ni siquiera había dinero para los festejos.

Curiosamente, mientras el espíritu navideño brillaba por su ausencia, en varios barrios aledaños a la capital todavía perduraba la euforia, aunque dolorosa, del estallido y de la resistencia. Desde esos barrios salieron los grupos de desocupados, que han logrado una organización asombrosa, y que apoyaron a los jóvenes que resistieron hora tras hora la represión policial, en la jornada del 20 de diciembre en la Plaza de Mayo.

Todos quieren contar su historia, dueños de una fuerza nueva. "Y esta vez hasta la clase media entendió", dijo a La Jornada Pedro, un desempleado de la localidad bonaerense de Quilmes. En otro extremo de la provincia de Buenos Aires, Derqui es una ciudad pequeña que, como otras, sufrió el desmantelamiento de los pequeños negocios. Cerca de este lugar y en varias villas miserias ya ni siquiera había restos de la comida que se llevaron, y que sólo palió el hambre de tres días.

En muchas casas de las villas no había nada que comer. Pero entre estas casas de latas o maderas resquebrajadas, que se multiplican como los dos mil pobres que la crisis arroja cada día en el país, hubo solidaridad entre los habitantes: se juntaban todos los dulces o "lo que fuera" para repartir entre los niños, y se llegó a informar sobre vecinos que hicieron una colecta para un comerciante chino que había perdido todo en los saqueos. También se llegó al viejo sistema de trueque entre muchos vecinos.

Aunque no hubo ánimo para fiestas, en algunos lugares aún se escuchaban los mismos cánticos y consignas que surgieron en el argentinazo, como aquel de "salta, salta, pequeña langosta, Menem y De la Rúa son la misma bosta". Desde algunos callejones surgió otro coro que contestaba: "pero de que se van, se van, y nunca volverán". Los "Chau Cavallo" se repetían en las paredes, como también el "Chau FMI".

Bordeando la zona de Don Torcuato, muy cerca del lugar donde el ex presidente Carlos Menem estuvo preso en una lujosa residencia por el escándalo de la venta ilegal de armas de su gobierno, había caricaturas de este neoperonista y de Fernando de la Rúa. Al presidente renunciante, conocido popularmente como Chupete, le acompañaba la leyenda de "botón", que en argot local quiere decir policía o entregador.

Otro curioso cántico para esta época navideña fue "A ver, a ver, frente a este pueblo qué es lo que el FMI va a hacer", o "Los trajo el Fondo (FMI) y el pueblo los sacó".

Nadie se salva, ni siquiera los medios de comunicación, a los cuales se reprocha que hayan mostrado fotos de la represión, pero no de la enorme resistencia o de las marchas multitudinarias que surgieron en apenas horas, sin ser convocadas.

Por otro lado, para miles y miles de pobres y desocupados, la palabra piquetero (que proviene de los antiguos piquetes de obreros durante las huelgas) es ahora sinónimo de orgullo.

Rosa López, del movimiento piquetero, ya no se acuerda de "cuántas rutas cortamos". Ella siente que fue esa lucha larga que hicieron los desocupados y carenciados, cuando ya no tenían nada que perder, la que llevó a la explosión final. Esta joven madre de seis hijos se siente "protagonista, porque nosotros lo hicimos como las Madres (de Plaza de Mayo), primero solos, después éramos muchos y después escucharon nuestra palabra".

Otros compañeros de Rosa relatan atropelladamente todas las formas de lucha de estos últimos años, y de los días del estallido. Más allá de los provocadores que intervinieron en la revuelta, como se ha denunciado, los piqueteros (desocupados y despedidos organizados) se unieron para trazar sus rutas y organizar actos de "expropiación de comida" frente a hipermercados de cadenas extranjeras, no en los pequeños comercios.

Las historias de cómo se agruparon para llegar a Plaza de Mayo ese 20 de diciembre, alentados por el pueblazo, y especialmente después de ver cómo la policía cargó contra las Madres de Plaza de Mayo, remplazan los festejos y engrosan la crónica de una enorme acción popular que espera ser escuchada.

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