Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 26 de diciembre de 2001
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Cultura
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ENTREVISTA

Leonardo Padura

Los recursos artísticos resuelven los desafíos del escritor cubano

El autor nacido en La Habana afirma que con La novela de mi vida, acerca del poeta y político José María Heredia, hurga en el siglo XIX para entender la realidad del XX
en la isla

GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL

La Habana. Leonardo Padura, uno de los autores cubanos más difundidos en el exterior, acaba de publicar la que considera su obra más "ambiciosa y compleja", La novela de mi vida, basada en la vida del poeta romántico del siglo XIX José María Heredia, que vivió y murió exiliado en México. Cree que el exilio es ''una presencia en la vida y en la cultura cubanas''; que tras una ''cerrazón artística y política terrible'' se abrieron ''espacios de reflexión'' en este país, pero considera que escribir en la isla todavía ''significa un desafío y un riesgo''.

Padura (La Habana, 1955) es autor de una tetralogía (Pasado perfecto, Vientos de cuaresma, Máscaras y Paisaje de otoño), cuyo hilo conductor es Mario Conde (el Conde), un policía cubano que a finales de los ochenta vive pensando en abandonar su empleo para dedicarse a su verdadera vocación: escritor. Mientras se decide, convive con corrupción, hipocresías, demagogia y una estremecedora realidad.

La novela de mi vida ganó la primera versión del Premio Internacional Casa de Teatro 2001, otorgado por la institución dominicana. ''Es una historia en todos los sentidos, la más ambiciosa y compleja que he escrito. Estructural y argumentalmente es una novela con una densidad mayor'', dice a La Jornada, en su refugio de Mantilla, barrio del sur profundo de la capital cubana.

De los mitos a la realidad

-Nos tenías acostumbrados a la novela policiaca. ƑPor qué el giro?

-Más que un giro es un regreso. Comienzo escribiendo una novela de aprendizaje, una novela de amor (Fiebre de caballo, 1988), justamente el momento en el que estoy decidido a dejar el periodismo (el diario Juventud Rebelde) y a volver a la literatura.

''Había hecho mucha crítica sobre novela policiaca, era un lector bastante aficionado al género. Pero siempre había pensado que no tenía imaginación suficiente para escribir novela policiaca. Decidí que yo podía escribir una novela policiaca en la que pasaran pocas cosas en el argumento policial.''

-Pero muchas cosas en el entorno...

-Era mi defensa. Y creo que fue la salvación de estas novelas, en las que lo policiaco es siePaduraokmpre un pretexto, incluso visible. Te das cuenta como lector de que no pretendo engañarte para entrar en un contexto social, vital, humano, mucho más complejo, específicamente de la contemporaneidad cubana. Debieran haber sido estos los temas habituales en mi periodismo, pero en el periodismo me refugié en los mitos, en las historias populares cubanas, porque el periodismo aquí no ha tenido a lo largo de estos cuarenta años la posibilidad de ser un periodismo que interrogue directamente a la realidad. Y sin embargo, con la literatura sí pude hacerlo y empecé a escribir sobre fenómenos como la corrupción y la represión homosexual o intelectual que hubo en Cuba en los setenta; la represión religiosa, la doble moral, la necesidad de encontrar un espacio de reflexión en un mundo que se hizo muy cerrado... Y todo esto lo hago a través de la novela policial.

Tres momentos

La novela de mi vida, dice Padura, parte de una simple frase de José María Heredia (1803-1839), independentista y masón que tuvo que exiliarse en Estados Unidos y luego en México, donde fue político, juez, parlamentario y periodista; sufrió las arbitrariedades de Santa Anna, de quien había sido amigo personal, y murió pobre y relegado en una humilde casa a espaldas de la Catedral de la ciudad de México.

Visita las Cataratas del Niágara y escribe Oda del Niágara, ''quizás el poema más importante de la literatura cubana", dice Padura. En una carta escribe a su tío Ignacio Heredia y se pregunta "Ƒcuándo acabará la novela de mi vida para que empiece su realidad?"

La historia tiene tres líneas: en la primera (1817-1839) Heredia cuenta su vida en primera persona. Muere decepcionado por el desastre en el que se convierte la independencia mexicana (caudillismos, asonadas y desmembramientos), y "piensa que el destino de Cuba pudo ser el mismo si se hubiera logrado la independencia, y llega a tener una actitud muy fatalista en relación con la independencia latinoamericana. Es la historia de un poeta romántico, que vive una vida exagerada, con la muerte siempre presente en su vida". De seis hijos, tres mueren muy jóvenes. Tiene amores desdichados, enferma de tuberculosis. "Sufre un destierro brutal; es un hombre que no se acostumbra nunca a vivir fuera de Cuba", explica el autor.

En el segundo tiempo (1917- 1939), un siglo después de muerto Heredia, José Francisco, el último de sus hijos, octogenario, entrega a su logia los documentos autobiográficos del padre. La viuda del poeta había dispuesto que esos papeles no se hicieran públicos hasta que se cumpliera el centenario.

En un tercer tiempo, Fernando Terry, joven profesor estudioso de Heredia, es expulsado en 1976 de la Universidad de La Habana, cuando uno de sus amigos lo delata por su intento de salida ilegal del país. Desempleado y con la vida destruida, Terry se va en el éxodo masivo que salió del puerto de Mariel en 1980 y rompe todo nexo con la isla. Años después regresa de España, cuando tiene indicios de que han aparecido papeles claves sobre Heredia y quiere ajustar cuentas con el delator que le cambió el destino.

''Fernando busca papeles de Heredia que nunca encontrará -continúa Padura-. Pero encontrará otras verdades, otras certezas alrededor de su propia vida y de la vida en el país en los últimos 200 años, porque es una reflexión que tiene que ver con el origen de la cultura cubana. La época de Heredia es especialmente importante porque es el momento en el que se fragua la nacionalidad cubana. Heredia es uno de los pilares fundamentales de ese proceso. Era un poeta independentista, su poesía política era una poesía opuesta a la metrópoli española y por eso durante mucho tiempo es silenciado. Sin embargo, era el poeta que los jóvenes cubanos que empiezan a interesarse por la independencia de Cuba citaban constantemente. Martí es el primero que hace la gran recuperación de Heredia, con un discurso en 1889 en Nueva York.''

En el principio, Heredia

-ƑPor qué te gustó la idea de alejarte en el tiempo? ƑEso te ayuda a aproximarte a la realidad cubana o hay otro tipo de conjetura intelectual?

-Hay las dos cosas. El siglo XIX es el origen de todo. En el principio de todo está Heredia, cuando se habla de la cultura cubana. Y en el principio de todo está el siglo XIX. Es un momento -esos veinte y treinta- en el que hay un proceso muy visible de formación de algo diferente, que será lo cubano. No solamente en el terreno de la cultura artística, sino en el terreno de la cultura general. Creo que lo cubano empieza a tener un rostro definitivo en esos momentos y la identidad cubana ha sido siempre una de mis preocupaciones.

-ƑEs tu gran ataque a la idea, al fenómeno de la identidad cubana?

-Sí. Es mi búsqueda de esos orígenes, pero también es mi lectura crítica de esos orígenes, porque trato de desmitificar lo que el tiempo, inevitablemente, ha ido mitificando. El Heredia de mi libro es un Heredia absolutamente herético. También cuando voy a este momento del siglo XIX voy buscando el espejo de la realidad cubana contemporánea. Cuando hablamos de una poesía preocupada por la identidad, hablamos de exilio, hablamos de un poeta que se decepciona de sus ideas, hablamos de amistad, hablamos de la formación de una cultura en constante evolución, hecha de esa mixtura que es la cultura cubana. Si venimos a la contemporaneidad nos encontramos exactamente lo mismo. Y trato de utilizar a Heredia y a Fernando Terry como dos personajes que se miran a un espejo, a través de 180 años de historia cubana. Por eso no creo que sea una novela histórica.

-ƑTodavía hay que seguir tomando distancia, tomando las cosas con pinzas para entrar a la realidad cubana actual?

-Sí. Aunque esto que voy a decir puede sonar a disparate, digo que casi afortunadamente. Creo que el escritor cuando se encuentra frente a un desafío de lo que puede decir o de lo que no puede decir, de lo que puede reflexionar o de lo que no puede, los recursos artísticos son los que lo salvan. Es bastante frecuente en la novela cubana contemporánea que se escribe fuera de Cuba el discurso político directo. Y ha dado como resultado una novela exactamente igual a la que se escribía en Cuba en los años setenta, pero de signo político contrario. Si en Cuba en los años setenta se escribía una novela de reafirmación revolucionaria, esta es una novela de reafirmación en contra. El caso de Zoe Valdés, por ejemplo, es conocido. Escribir dentro de Cuba significa un desafío y un riesgo, con lo que uno puede decir, con lo que uno quiere decir, con lo que uno debe decir. Y los recursos artísticos son los que vienen a salvarlo. Utilizar al siglo XIX para hablar del siglo XX es uno de esos recursos.

-Aludes a un debate entre los creadores cubanos que viven en Cuba y los que viven fuera. ƑCrees que hay un punto de conciliación al interpretar qué hacer y cómo hacer respecto de la realidad cubana? ƑEs una precondición vivir adentro, vivir afuera, estar viajando?

-Generalizar sería bastante complejo. Pero por supuesto no es lo mismo un Eliseo Alberto que una Zoe Valdés. No es lo mismo René Vázquez Díaz, que vive en Suecia, que una Daína Chaviano que vive en Miami. Hay gradaciones, hay comportamientos, hay diferentes modos de ver la realidad cubana entre estos escritores que viven fuera de Cuba. No es lo mismo Jesús Díaz que Guillermo Cabrera Infante. No fue lo mismo Severo Sarduy que Reynaldo Arenas. Es decir, no se puede decir: "todos los escritores que viven dentro de Cuba" o "todos los escritores quepadura2ok viven fuera de Cuba".

''Lo que sí creo es que el hecho de que exista un exilio cubano, y de que el exilio sea una presencia en la vida y en la cultura cubanas, ha sido uno de los signos característicos de la vida en este país. No sólo en el término de la literatura, del arte, sino en general de toda la vida cubana. La familia cubana es una familia escindida. Sus sentimientos han sido utilizados, y hay ejemplos infinitos de eso, en función de la política por uno y otro bando, por una realidad y otra realidad. Los escritores, de alguna manera, o tratamos de reflejar esa realidad o la tenemos que vivir. En los noventa la literatura cubana, además de vivir con más intensidad este drama del exilio, tuvo la fortuna de que abrió espacios de reflexión dentro de Cuba. Es un proceso que ya se venía dando desde los ochenta. Los años setenta fueron terribles en Cuba, fueron años de una cerrazón artística y política terrible. En los ochenta mi generación empezó a luchar por abrir esos espacios y creo que en los noventa, en medio de la crisis más terrible, se consiguió que esos espacios de reflexión se abrieran un poco más. Existen hoy en Cuba escritores que reflejan de distintos modos, pero muy críticamente, la realidad cubana. Está una novela como Tuyo es el reino, de Abilio Estévez, o están los libros de cuentos y las novelas de Pedro Juan Gutiérrez hablando de una ciudad de La Habana deteriorada, marginalizada por completo. Están mis novelas de Mario Conde, con una visión muy ácida de una realidad cubana. Confío en que ese espacio no se pierda en estos años del nuevo siglo.

''Espero y confío en que lo que se ha ganado en posibilidad de reflexión, en espacios de crítica y de análisis, dentro de la literatura, se conserve, a pesar de que la situación económica en Cuba ha cambiado y la tendencia es que cuando las cosas mejoran económicamente los espacios de reflexión tienden a ser mejores.''

-ƑHay ejemplos similares en otras ramas, en la plástica, la música?

-La plástica ha sido de los movimientos culturales cubanos el más polémico y el más arriesgado desde los ochenta. La llamada Generación de los Ochenta en plástica fue la primera que tuvo una actitud interrogativa en relación con la realidad nacional y esta tendencia se ha mantenido. Incluso hoy con pintores que son muy, muy jóvenes, de 18, 20 años. Pero ya hay pintores que a esa edad tienen posiciones en su proyecto estético muy coherentes. La plástica ha sido la manifestación de vanguardia. La música ha sido el termómetro de los cambios visibles en la realidad cubana. La música ha producido el primer gran movimiento económico dentro del arte cubano de una manera notable, visible y casi masiva, con la entrada de orquestas y músicos en el gran mercado. Este es otro fenómeno típico de los noventa. Tanto la plástica desde finales de los ochenta, como la música, como la literatura cubana, se encuentran por primera vez con un fenómeno que desconocían, que es el mercado. Un fenómeno que tiene leyes, peculiaridades, que eran absolutamente desconocidas para los que trabajábamos en Cuba. De pronto hay que lidiar con la realidad del arte en el mundo, que es el mercado.

''La obra de arte se hace para que otros la consuman y llega a ese consumo a través de mecanismos y de redes. Y ha sido un aprendizaje arduo, difícil y necesario y creo que beneficioso, porque la proyección que hoy tiene la plástica, la música y la literatura, por no hablar de la danza, es muy importante, precisamente gracias a esos mecanismos del mercado, que habían sido satanizado en Cuba durante muchos años.''

-Te veo optimista...

-Suelo ser pesimista, pero en este caso, respecto al desarrollo artístico cubano, soy optimista. Yo creo que tendría que ocurrir algo muy desastroso para que el arte cubano se empantanara y tuviera una regresión como la que ocurrió en los setenta. Las autoridades culturales cubanas han madurado y han aprendido lo suficiente como para saber que se puede aprovechar todo, que todo puede ser utilizable en términos artísticos e incluso en términos políticos. Y que esta proyección nacional e internacional del arte cubano es beneficiosa para todos en todos los casos. Creo que la cultura cubana es la que ha ido ganando en estos años con esta presencia.

-Por último, Ƒqué planes tiene el Conde?

-El Conde debió haber estado dormido desde que terminé Paisaje de otoño. Tuve que despertarlo, se dio la posibilidad de escribir esta historia sobre Hemingway (Adiós, Hemingway) y me salvó. Yo estaba en la novela de Heredia, como se dice en el dominó en Cuba, con el juego trancado. No avanzaba ni para un lado ni para el otro. Interrumpirla y volver al Conde fue lo que me ayudó. Ahora estoy empezando una nueva novela que espero que se llame El libro de Daniel. Un personaje cubano que va a vivir fuera de Israel. Cuando termine espero escribir otra novela del Conde, que afortunadamente de vez en cuando viene y me dice cosas en el oído. Y me dijo alguna que me gustó: es la idea de buscar a una vieja bolerista de los cincuenta que se ha perdido. No se sabe qué ha pasado con esa mujer. El Conde se va a meter en el fascinante mundo de los cabarés, los night-clubs, de la música y de la noche habanera de los cincuenta.

-Antes de que la descubra Ry Cooder...

-Antes.

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