Teresa del Conde

Léxicos en el MAM

En la sala José Juan Tablada del Museo de Arte Moderno hay una muestra multidisciplinaria de productos artísticos contemporáneos, cuya lectura de primer envite no me fue fácil, con lo que quiero decir que pese a que disfruté varias de las obras exhibidas no llegué a entender bien el sentido de la exposición, titulada Arte contemporáneo internacional.

Puede ser que lo que me sucedió se deba al título, excesivamente abarcante, dado lo cual el espectador advertido puede pensar que lo que se eligió para exhibirse pudo haber correspondido a una selección completamente distinta, mientras el espectador inadvertido tendería a creer eso, y no otra cosa, como el arte contemporáneo internacional.

La variedad, con predominancia de trabajos fotográficos, es la línea conductora de lo que se muestra, y si bien algunas obras, como el zepelín de Pablo Reynoso, nos son conocidas en reproducción y son realmente trabajos importantes, otras funcionan como relleno y conspiran contra éstas.

Probablemente una selección mucho menos nutrida hubiera cancelado esa sensación de muestrario que me sobrevino al encontrarme observando piezas que corresponden prioritariamente a los léxicos de la globalización.

Al entrar en el museo sorprende una efectiva intervención en el domo que corona el cruce de las escaleras: ha sido oscurecido mediante una lona y a la vez tenuemente iluminado, con lo que se crea una atmósfera atípica en el recinto, cosa que me parece un acierto. Si esa obra realizada por Leo Villarreal (1967) está integrada a la exhibición internacional -cosa que ignoro- no se dudaría en pensar que resulta ser la que predomina.

Debido a mi dificultad de aprehensión inicial (pienso regresar) sólo me centraré ahora en las piezas que me guiñaron el ojo, mas no fueron muchas a pesar de que hay nombres de varios autores muy reconocidos. Del iraní Shirin Neshat (1957) hay unas fotografías que me resultaron muy atractivas debido al problema de las sombras proyectadas que he estado analizando recientemente gracias a un estudio de Ernst H. Gombrich, que como aquí reseñé, murió el 3 de noviembre pasado. Son un hombre y una mujer que están por acercarse u alejarse, sus sombras alargadas se proyectan de acuerdo al ángulo elegido por el fotógrafo, el escenario es un entrecruce de veredas apenas desbrozadas en paraje desértico, sin línea de horizonte. No se necesitó más: la situación habla por sí misma sin necesidad de explicación alguna. Del mismo autor se exhibe el rostro de una mujer ante un micrófono imposible de utilizar, ostentando en caracteres arábicos fragmentos de El Corán. Aunque el sentido es explícito, pienso que exhibir ese trabajo, también en nitrato de plata sobre gelatina, junto a los que he mencionado, resultó redundante.

Del español Jason Martin (1970) es la única pintura que realmente atrapó por completo mi atención, se titula Zéfiro y está realizada en acrílico sobre aluminio. Siendo en cierto modo deudora de lo que hacía la británica Bridget Reiley, esta pintura de efecto "moiré" logra engañar a la vista y al tacto, sin corresponder del todo con la noción que tenemos del op art, a la vez que se adecua perfectamente con su título. Desde mi punto de vista es una obra contemporánea, atractiva, efectiva y poética.

Una de las obras más débiles es la que da ingreso a la sala. El autor es el austriaco Otto Ziko (1959), representado con un óleo sobre panel de aluminio que amplía en dimensión -y trivializa- las espléndidas marañas de pequeñísimas dimensiones que pudimos ver meses atrás en el mismo recinto cuando tuvo lugar la exposición de Wols, que patrocinó el Instituto Goethe.

Debido a que después de visitar esta exposición vi también la que corresponde al Salón Bancomer, me sobrevino la idea de que varios de los artistas allí representados pudieron haber funcionado bien en esta muestra internacional en la que -hasta donde recuerdo- no fue elegido ningún artista de los que trabajan en México, sea o no que se encuentre "internacionalizado". Esa situación me produjo algo de incomodidad, porque a fin de cuentas la sensación que uno recaba es que o todo es internacional o nada lo es. Pero en desagravio hay que considerar que no fue esa la intención que parece haberse buscado al armar "arte internacional", y en cambio sí encontré intencionalidad en el Salón Bancomer, donde exhiben sólo artistas que o son mexicanos o trabajan en México, pero igualmente son internacionales o internacionalizables.